No por sabido que el fin era inevitable y rápido (hecho aceptado por Arcadi y su familia de manera serena, expuesto por él, como siempre, de forma magistral y convincente), menos doloroso en hacerse real e irreversible. No por haber tenido ocasión de despedirme personalmente hablando en su casa a principios de febrero y de haberle escrito un mensaje personal, entre varios recogidos por la Fundación Autónoma Solidaria entre personas de la universidad, menos punzante y difícil hablar de ti, de él.
Me resulta difícil hacerlo por tres razones: primero, para evitar entrar en terrenos demasiado personales, vinculados al trabajo conjunto en los movimientos sociales y las luchas solidarias las últimas décadas [Si alguien tiene interés, hay una entrevista muy larga, realizada por Xavier Garí, en un proyecto de memoria oral del movimiento por la paz en Catalunya que puede encontrar en la web del ICIP], porque acaba pareciendo que lo importante eres tú y las “batallitas” compartidas, por tanto descartado; en segundo lugar, porque ni quiero repetir hechos conocidos y ya expuestos sobre su pensamiento y su acción, ni es el lugar ni el momento de hacer un análisis más académica, distanciada y conceptual (habrá ocasión); finalmente y, sobre todo, porque aunque he pensado y recogido muchos recuerdos y documentos de la actividad conjunta, aún no tengo suficiente perspectiva.
Se ha hablado mucho de las palabras y Arcadi, en varias combinaciones de las palabras. Lo cierto es que las palabras son esenciales en su tarea de educador (con valores y no sólo conocimientos) y de formador (elementos cognoscitivos y procedimentales, sin valores), una diferencia que él siempre insistía a hacer, tanto en la universidad como en el mundo social y espiritual. Además, él mismo tituló su último libro “Palabras de Arcadi” y, adicionalmente, la web que se abrió a finales de enero para que todos pudieran escribirlo se llama “Palabras para Arcadi”. Por tanto, no hay ninguna duda: ¡cierto y bien dicho!. Al principio y al fin, Arcadi es en gran medida verbo, palabra hablada, logos en el sentido del pensamiento griego clásico. Sin embargo, en mi opinión, el verbo, las palabras de Arcadi son tan importantes porque se sustentan en hechos, porque, a pesar de ser primordiales, son instrumentales y reforzadas por hechos.
Este es el motivo que quiero desarrollar. Quiero hablar de hechos de Arcadi.
Primero, porque los hechos permiten describir con pocos rasgos su trabajo y su actitud, en mi opinión: lucha, espíritu crítico (huir siempre de la unanimidad, parafraseando Benedetti), irreverencia analítica (no dar nada por supuesto), persistencia tenaz, solidaridad, resistencia resiliente, coherencia, dignidad, valentía, optimismo, y, esperanza.
Por ello, David Fernández, amigo común y responsable de la magnífica glosa en ocasión de recibir en el Parlament el Premi Internacional ICIP per a la Pau, dijo ayer, magistralmente, en su tuit de condolencia y memorial “no marchas, te quedas. Que la vida de uno no cabe en la vida de uno sino en la de muchos”. Los hechos de Arcadi son los que dan sentido a todas sus palabras.
Segundo, porque uno de los hechos más importantes de Arcadi, un rasgo caracterológico constante, es su reivindicación de la esperanza, individual y colectiva. Puede leer reivindicaciones de la esperanza recientes en la entrañable y sobrecogedora entrevista que su hijo Arnau publicó en “sufi.cat” el 9 de marzo (“Que la gente viva bien. Entrevista a Arcadi Oliveres”), donde la vincula al ideal scout, “tenemos que trabajar para realizarnos”. Y, también, con su voz, en la web “Palabras para Arcadi”, al registrar un mensaje de agradecimiento a los miles de mensajes recibidos. Dice: “Para mí son momentos difíciles, pero también son momentos de alegría. No sé cómo es la muerte, ninguno de nosotros lo sabe, pero tal como me llega a mí, no podía ser de una manera más feliz ni más agradable ni mejor acompañado. Ya me gustaría que en este planeta tan injusto, todo el mundo pudiera tener un final como el que tengo yo ahora. No me alargo más, me cuesta hablar, pero, en todo caso, tengamos siempre mucho empuje, miremos siempre ser coherentes, miremos de no agotar nunca la esperanza“.
Una clara apuesta por la ética cotidiana y colectiva, que deja claro que construir una nueva realidad significa entenderla como un proceso, nunca alcanzado, como una tarea compartida.
Y, tercero, porque al leer la entrevista hecha por Arnau a Arcadi, en particular todo lo relativo a la esperanza, recordé algunas conversaciones con él poco antes y después del referéndum de 1986 sobre la pertenencia a la OTAN, con ocasión de viajes compartidos para asistir a una multitud de charlas o debates. Varios golpes habíamos hablado del trayecto, personal y colectivo, que las personas de mientras tanto, encabezadas por Manuel Sacristán, estábamos haciendo para dar cabida al marxismo y la noviolencia, alejándonos de la idea hegeliana de que la violencia era inevitablemente la partera de la historia.
Otra conversación, pero, me sirvió para expresarle mi descubrimiento de la idea de Ernest Bloch, filósofo marxista, el principio esperanza. Bloch decía que los seres humanos vivimos en un estado permanente de carencia sustantiva, de falta de algo básico, por lo que decía Bloch- la utopía, lo que no existe todavía, pero es factible, es esencial para la vida humana. Sin utopía, estaríamos muertos en vida. Releyendo este último mes muchas cosas de Arcadi y la obra de Bloch, he visto que, conceptualmente y con hechos coherentes y fehacientes, los dos nos han dicho lo mismo. La esperanza o el principio-esperanza son una guía para la vida plena, individual y colectiva: partimos de la visión de lo que aún no existe para impulsarnos, con fuerza arrolladora, hacia un futuro que, desconocemos a nivel de detalles,
La esperanza, que como decías nunca debemos abandonar, es justamente esta conciencia anticipatoria que, pese a desconocer los detalles y sabiendo que muchos no la vamos a vivir plenamente, nos impulsa hacia una nueva realidad. Lisa y llanamente, es el principal motor para la acción.
Impresiona ver cuánto te habremos de agradecer, una vez más, debido a que durante estos dos meses largos desde la noticia del cáncer terminal, te hayas dedicado a cultivar nuestra esperanza, con tu ejemplo, una vez más, plenamente coherente con tus palabras.
Por eso, querido, este ha sido tu penúltimo compromiso, tu penúltimo combate. Los siguientes nos corresponden a nosotros, porque, como dijo David, te quedas, estás con nosotros, con muchos y diversos nosotros.
Alguien dijo que los seres humanos estamos hechos de polvo de estrellas. En sentido cosmológico, sin duda, pero me permitiréis que subsane Carl Sagan y diga bien fuerte que, a nivel moral al menos tres generaciones de catalanes, y de españoles, estamos hechos de Arcadi. Hemos sido modulados por la actuación de Arcadi, por sus hechos. Y, con este último ejemplo del papel de la esperanza como motor de acción, creo que personas de otras generaciones podrán decir pronto que son hechas de Arcadi.
Puedes estar seguro, no agotaremos nunca la esperanza, que en nuestra casa siempre tendrá sabor de ti.


