El 19 de noviembre la residencia propiedad de la Fundación Fiella alertó del positivo de un trabajador del centro e informó las familias que se suspendían las visitas. Fue al día siguiente cuando se hicieron pruebas PCR a todos los residentes y trabajadores con el resultado de 49 personas contagiadas. A pesar de que el brote de coronavirus parecía estar controlado, el día 25 se realizó un segundo cribado y se comprobó que el virus se había extendido por la residencia: al final de esa semana los positivos se habían triplicado.
Conchita, a sus 85 años, conserva la cabeza muy clara y está decidía a hacer oír su voz. Por el camino ha perdido compañeros que tenían nombres y apellidos, y ella todavía se siente débil y dolida. Pertenece a una generación castigada por la guerra -ella perdió una pierna- y ahora vuelven a ser ellos quienes sufren exageradamente las consecuencias de esta crisis.
Falta de información
La mujer expresa su descontento por la falta de comunicación que hubo desde la residencia, incluso, hacia los propios afectados. “Yo me enteraba de lo que pasaba por las noticias de la televisión y de la prensa, pero aquí nadie nos informaba”, explica. Afuera las familias también reclamaban información. Chelo Llastarri, la hija de otra residente, explica que ella iba sabiendo lo que pasaba gracias a personal del hospital que conocía y se informaban por ella. La incertidumbre fue una de las sensaciones que más se compartió entre los afectados. “Cada día vemos como marchaba gente que conocíamos, uno tras otro, era muy duro y lo pasamos mal”, comenta Chelo. “Hoy te decían que tu familiar estaba débil pero estable, y al día siguiente te ibas a despedir de esa persona”, se emociona Francisco Borrell, familiar de un residente que murió durante el brote de Covid-19.
Personal desbordado
Los contagios también se extendían entre los trabajadores y rápidamente la residencia se quedó con personal insuficiente para garantizar una atención adecuada. María José, auxiliar de geriatría del centro, explica que tuvieron que adaptarse a la dramática situación en cuestión de minutos. También fue difícil explicar qué pasaba a los residentes, sobre todo a aquellos que sufren demencia, que no entendían por qué tenían que quedarse solos en las habitaciones. Tras dar positivo en coronavirus, como la mayoría de sus compañeros, tuvo que coger la baja médica. “Casi todos los auxiliares se contagiaron, y los que quedaron y la gente nueva que entraba, a pesar de poner toda su voluntad, no daban a alcance”, explica Conchita.
El Departament de Salut interviene el centro
En vista del elevado número de contagios y la compleja situación, el 28 de noviembre el Departament de Salut intervino la residencia. En ese momento el brote de Covid-19 ya afectaba 150 personas (120 residentes y 30 trabajadores), por lo que el Departament ha sido muy criticado por esta intervención tardía. En ese momento, Gestión de Servicios Sanitarios (GSS) se ponía al frente de la gestión del centro y daba indicaciones de velar por una prestación de la actividad asistencial con garantías.
También ha sido muy criticado el mismo centro por no haber desinfectado antes las instalaciones. Habían pasado diez días desde el conocimiento del primer positivo y la desinfección no se llevó a cabo hasta el día siguiente que Salut interviniera. El presidente del Patronat de la Fundació Fiella, Joan Antoni Mateo, hizo declaraciones sobre la situación vivida en la residencia en un comunicado por vídeo. La Fundació continuaba exculpándose de toda responsabilidad ante el brote de coronavirus que había afectado el centro y negaba que no se aplicaran los protocolos. Mateo afirma que “en ningún momento los ancianos han quedado desatendidos” y añade que “el personal afectado fue apartado inmediatamente de sus funciones de inmediato. Por eso los profesionales tuvieron que hacer una actuación con un sobreesfuerzo muy importante”.
Aunque los residentes disponían de teléfonos -propios o del centro- para mantener el contacto con sus familias, aquellos meses se vivieron con mucha preocupación y con mucha añoranza. Chelo explica que diariamente hablaba con su madre, pero al mismo tiempo “la echaba mucho de menos porque antes iba cada día”.
La consellera de Salut, Alba Vergés, fue el geriátrico de Tremp el 15 de diciembre, donde lamentó todas las muertes y defendió la tutela del centro ejercida por parte del Departament de Salut. Sin embargo, su visita no fue percibida con gran entusiasmo. Conchita se muestra muy crítica con la consejera: “¡No se dignó a entrar! ¿Por miedo al contagio? Pues que no venga”. Asegura que se sintió muy molesta, porque “para hacer una fotografía no era necesario que viniera”, y muy abandonada, dice, “como si fuéramos un mueble y que los de aquí dentro no importásemos”.
La Fiscalía de Lleida pone en marcha una investigación
El 22 de diciembre se anuncia que la Fiscalía de Lleida investigará la dirección del centro por posibles delitos de homicidio por imprudencia y contra la seguridad. A pesar de que el centro geriátrico de la Fundació Fiella fue una excepción durante la primera ola de la pandemia y sólo tuvo un contagio, no tuvo la misma suerte en la segunda ola. El centro sufrió un brote muy virulento que llegó a casi la totalidad de usuarios y trabajadores, dejándolo prácticamente sin plantilla y equipo directivo. La Fiscalía considera que la cifra de defunciones es demasiado alta en relación con los brotes de otros centros geriátricos. Los entrevistados creen que una investigación es razonable, aunque, al mismo tiempo, entienden que el virus es muy agresivo y complicado contener y que, en vista del desbordamiento de personal, se hicieron las cosas lo mejor posible.
Residencia libre de Covid-19
Casi seis meses después del brote de coronavirus, la residencia de Tremp, actualmente bajo la gestión de Sant Joan de Déu-Terres de Lleida, ya se considera “verde”, es decir, sin ningún caso confirmado, sospechoso o contacto estrecho de Covid-19. Tanto usuarios como trabajadores están vacunados, y los miembros del personal han vuelto al centro viéndose mucho más preparados para hacer frente a la presión y sobreesfuerzo que conllevan situaciones como la vivida. Sin embargo, María José explica que el regreso fue muy duro emocionalmente: “Cuando volví de la baja por coronavirus, al principio, lloraba cada vez que entraba allí, ahora son la mitad de ancianos… es muy triste”.
El centro se ha vuelto a abrir y, siguiendo unas estrictas medidas de seguridad para evitar cualquier propagación del virus, los residentes pueden recibir las visitas de sus familiares. “La sensación que me transmite la residencia cuando voy a visitar a mi madre es de mucha pena; la veo a través de una mesa enorme y una pantalla de plástico, y ella casi no me oye”, comenta Chelo agradecida porque su madre está bien, pero al mismo tiempo entristecida por la gran distancia que las separa.
Conchita, aunque ahora dicesentirse bien atendida, está molesta con el tratamiento que hubo hacia los residentes desde finales de noviembre hasta mediados de enero. “Me sentí desamparada, como si no fuéramos nadie”, se queja por ella y por sus compañeros, “no es la manera de tratar a la gente”.
Residencias: lugares “seguros”
Según declaraciones del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la Ministra de Sanidad, Carolina Darias, con la llegada del último lote de vacunas de Pfizer, se desatasca finalmente la vacunación de los mayores de ochenta años. Sin embargo, las personas mayores que viven en residencias ya han sido todas vacunadas y según Cinta Pascual, presidenta de la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (ACRA), actualmente son los lugares más seguros para vivir.
A pesar de que las residencias se consideran un pequeño universo “seguro”, el brote de Covid-19 de finales de noviembre se llevó la vida del 42% de los internos del geriátrico pallarés. El centro Sant Hospital de Tremp – Fundació Fiella no ha sido el único que ha tenido que despedirse de personas mayores residentes; según datos del Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales) en Catalunya han muerto 3.390 personas mayores desde el 14 de marzo de 2020 al 21 de febrero de 2021, y 12.680 personas más se han contagiado.


