En la rectoría de Enviny, un pequeño pueblo de una treintena de vecinos situado a siete kilómetros de Sort, la capital del Pallars Sobirà, 16 alumnos siguen el itinerario formativo de esta singular escuela. En nueve semanas de teoría (288 horas) se les enseñan los conceptos básicos sobre la ganadería extensiva, como el manejo y gestión de una finca, la reproducción, la sanidad, la fertilidad y fertilización en producción ecológica o la introducción a la elaboración de quesos. También se les introduce en el concepto de la silvopastura, la práctica de combinar la plantación de árboles (forestación) y el pastoreo de animales, de una manera mutuamente beneficiosa. Por ello, estudian la ecología del fuego, los trabajos forestales y la relación con la administración. Se aprenden también terapias naturales a base de plantas y su uso en la ganadería como parte de la introducción de los alumnos a la dimensión holística de la sanidad animal. La transformación de leche, carne, quesos y elaborados cárnicos, así como la normativa y trazabilidad son parte también de su formación teórica, así como también el repaso de ayudas a nuevas incorporaciones y de experiencias viables de pequeña agricultura.
Pero el programa formativo no olvida algo que rezuma en la filosofía de la escuela: la elusión del conflicto y la comunicación asertiva y su gran importancia. “En la escuela aprenden que una parte muy importante del éxito es la cohesión del pequeño campesinado (300-700 hectáreas), y el vínculo dentro del grupo. Este es un objetivo nuestro, tan importante como la propia formación”, explica la directora de la Escola de Pastors de Catalunya, Laia Batalla. Bióloga de formación, dedicó su tesis a la agricultura ecológica a partir del avellano de Prades. El año 2013 llegó al Pallars, donde la Escola de Pastors ya estaba en marcha. Trabajó en la cooperativa de quesos Tros de Sort, y en 2015 hizo un posgrado de dinamización agroecológico. A finales de 2015 le propusieron dirigir la Escuela de Pastores. “La escuela es parte de un proyecto más amplio”, precisa.
Bajo el paraguas de Rurbans -asociación sociocultural para la dinamización rural de montaña- la Escola de Pastors de Catalunya nació en 2009 con el objetivo de garantizar el relevo generacional mediante la incorporación de personas a la actividad, la gestión sostenible de las fincas y la dinamización del sector haciéndolo viable económicamente. Promueve las producciones a pequeña escala y con una base familiar, cooperativa, social, un círculo de vida en el que nadie pierda nada y todo el mundo gane. Sobre todo la naturaleza, porque en ella tenemos los recursos más preciados. Rurbans impulsa acciones que pretenden apoyar los proyectos existentes y apuesta por una nueva generación de personas campesinas que basan en la agroecología su manera de entender este oficio.
En sus primeros 12 años de vida, ahora está en marcha la 13ª edición del curso anual de la Escola de Pastors, han recibido 503 solicitudes de inscripción -hasta el 2020-, han pasado 202 alumnos, y un centenar de fincas han participado en sus proyectos. Con la escuela colaboran entidades privadas, el Departament d’Agricultura, Ramaderia i Pesca (DARP), el Departament de Treball, la Diputació de Barcelona y el Institut per al Desenvolupament de l’Alt Pirineu i Aran (IDAPA).
Titulación reconocida por el DARP
La formación que se adquiere en la Escola de Pastors está reconocida por el DARP y es aceptada como formación válida y acreditable para el correcto desarrollo de la denominada joven incorporación. Esta formación, precisan, va dirigida principalmente a aquellas personas que quieren emprender un proyecto agroganadero de pequeñas dimensiones, pero también a aquellas que buscan trabajo en el sector, como los pastores/as de montaña.
Maura Aragay, bióloga, educadora y técnica ambiental, que también es miembro del equipo de la escuela, explica que “para impartir la formación teórica llevamos expertos en la materia más real y práctica“.
De hecho, el gran peso de la formación en la escuela recae en los cuatro meses de prácticas. “La mayoría de alumnos no provienen de familia campesina, por eso es muy importante testar para saber si es un oficio que les convence“, apunta la directora. De ahí que la formación sea eminentemente práctica, “en la que los alumnos puedan ver cómo es estar el día a día en una finca, pero siempre intentando impulsar otra manera de hacer, de pequeña agricultura extensiva, una manera de vivir en la que no pese tener que trabajar 7 días a la semana, un modelo de vida”, añade.
El aprendizaje de la teoría, sin embargo, no es estático en un aula. Se alternan las sesiones en ella con visitas a granjas, cultivos y queserías. Hoy están en Sant Joan de Vinyafrescal, el Pallars Jussà, donde David Moli, propietario de una explotación agroganadera con cultivo ecológico y un gran rebaño de ovejas, les habla de detalles importantes de su trabajo. “Ahora en primavera, arreplegamos los forrajes. Lo ideal es hacer tú la comida para todo el año”, les dice. “Yo soy hijo de esto y me han pasado cincuenta mil de cosas. Pasan cada día, por ejemplo, el cambio repentino de alimentación, a las ovejas no les va bien, y a cada edad tienen su necesidad; la carencia de minerales es el 80% de los problemas que tienen”.
Y así, el grupo de alumnos va pasando por todos los espacios de la explotación agroganadera de David mientras él les va explicando todo lo que ha experimentado que le va mejor. “La oveja es muy delicada, es como una porcelana. Esto es como un guiso, si no le pones todos los ingredientes, esto no va”. La mejor ubicación de la granja, cara al sur, para aprovechar bien el sol de la mañana, la siembra de los campos, el perro de protección, siempre criado en casa, y la trashumancia son temas que van saliendo en la visita. Los alumnos preguntan el funcionamiento y el precio de las cosas, como el bebedero individual para las ovejas, se van fijando en cada detalle. David les explica que produce unos 2.500 corderos al año, y les habla del precio por kilo de carne. “Yo cada domingo del año estoy aquí. Con 18 años ya iba a esquilar ovejas y con 22 empecé con mi granja”, comenta. Como había aprendido el oficio de herrero, todos los fundamentos de sus granjas se los hizo él.
En las visitas, siempre acompaña a los alumnos un formador o formadora de la escuela. La salida es también motivo para experimentar también convivencia, pues la gestión emocional es otro aspecto que trabajan. En la granja de David la misma mañana aprovechan la visita de la veterinaria, que les enseña como sacar sangre, vendar una pata rota o ayudar a parir, o terminar de abortar, a una oveja.
Con el deseo de emprender o participar en proyectos individuales o colectivos que crezcan como parte de un todo más respetuoso con el medio ambiente, los 16 inscritos en el curso siguen una formación que enfoca esta manera de vivir en el mundo rural más sostenible, sin renunciar a emprender y liderar un negocio propio.

Un denominador común entre los alumnos son sus ganas de contacto con la naturaleza y los animales, y el deseo de un cambio de vida. Los últimos tres años, las solicitudes para inscribirse en la escuela han aumentado de manera notable, especialmente en noviembre pasado. Si la pandemia, que ha despertado tantas vocaciones de vida rural, tiene algo que ver, Laia Batalla considera que es difícil de asegurar. “Quizás algunos ya lo pensaban y eso les ha acabado de convencer”. Pero, a nivel más personal, ella sí tiene claras algunas cosas: “Nuestra sociedad actual vive una pérdida de valores brutal. A la gente joven se les vende que no hay futuro y, si por activa y pasiva les dices esto, qué quieres. Quizás en todo esto hay una parte de los posibles motivos por los que hay jóvenes que desean emprender en el mundo rural, también porque hay una gran necesidad de reconectarnos con la naturaleza”.
Cuatro meses de prácticas
Aparte de las nueve semanas de teoría que se realizan en el Pallars Sobirà, el curso comprende cuatro meses de prácticas que se viven en fincas ganaderas por todo el territorio, explotaciones de acogida que tutoriza el aprendizaje de los alumnos, siempre con el seguimiento continuo de las técnicas de la escuela. “Yo he pedido hacer mis prácticas en Tarragona”, dice Mireia Masalies. Hija de Solivella, en la Conca de Barberà, es una de las alumnas del actual curso de la escuela. Tiene 27 años y desde pequeña ha trabajado en la vendimia para la cooperativa de su pueblo, de la que forma parte la explotación familiar de viñedos de casa. Siempre ha tenido claro que le gustaría hacer un trabajo al aire libre y, aprovechando que su padre pronto se jubila, se plantearon que si ella iba a formarse para aprender cómo poner al día una explotación familiar, podrían enfocar la viñedo de casa de una forma más ecológica.
En esta transición, Mireia Masalies piensa que, aprovechando el estiércol del ganado que tendría, podría hacer viña ecológica, “hacer de los animales el complemento de la viña“, dice. También quisiera aprovechar la carne y la leche, sea de ovejas o cabras, “y con ellas mantener los bosques de la zona limpios y enriquecer las viñas”. Bellos propósitos para un futuro al alcance que no contempla sólo el beneficio personal, sino toda una forma de vida que, en este caso, Mireia escoge. “Me gustaría montar una economía circular en el pueblo. Hay muchos forrajes allí y sólo un pequeño rebaño en el pueblo de Vimbodí”, dice. El rebaño previsto que podría tener podría ser de 25 a 50 cabezas de ganado, “pero podría llegar hasta las 200 por el espacio de corral que dispondríamos”, explica.
“Desde el punto de vista agroecológico, no se entiende la ganadería con grandes cerealistas sin animales, no es viable”, afirma Laia Batalla. “Para nosotros, un cordero que te comes es fruto del trabajo de un agricultor o una campesina, de lo bien que ha sido cuidada la madre, en función de lo bien cuidada que ha sido la tierra. Es un círculo”, añade. Y la formación en la Escola de Pastors quiere ser el eje principal y motor de este cambio del actual paradigma agroganadero.
Ya es el enfoque que le gusta también a Albert Noguera. Con 18 años pasó una buena temporada en Italia -a Porretta Terme- cuidando ovejas y caballos. Le alquilaban una casa a cambio de cuidar la finca. Y allí, dice, le entró el gusanillo de la vida rural. Él es de Vilassar de Mar, tiene 37 años, pareja y un hijo pequeño. Era jefe de cocina en Lasal del Varador, un restaurante ecológico y sostenible de Mataró que, reconoce, también lo ha influido en su reorientación vital hacia una alimentación más natural de producción más saludable para las personas y para la tierra. Nunca se había atrevido a dar el paso en firme hacia un proyecto propio, “para estar a gusto conmigo mismo”, expresa, “no vivir para trabajar, sino un trabajo que me permita vivir a gusto”. Y aprovechando su ERTE en el restaurante fruto de la pandemia ascendió a Enviny, como alumno de la Escola de Pastors.

“Con mi pareja, que estudió Bellas Artes, hace años que pensamos en hacer algo familiar, una explotación autosuficiente, y nos gustaría hacia el Gironès”, explica Albert Noguera. “Supe que había una escuela de pastores porque la pareja de uno de los compañeros de trabajo había estado. Y veo que el curso me está abriendo la mentalidad de más vías posibles de las que yo consideraba”, explica. “Hacer quesos me gustaría, vender carne también es una opción, lo estoy viendo un poco todo“, dice.
Además de granjas, en la escuela también visitan alguna quesería y precisamente en una de las más auténticas del Pallars ya ha hecho historia la Escola de Pastors. En el pueblo de Gavàs, en los Valls d’Àneu, Jesús sacaba a pastar cada día su rebaño de cabras y luego las ordeñaba. Con la leche, Rosa hacía quesos que etiquetaban con el nombre de La Roseta de Gavàs. Muchos años atrás, esta pareja había dejado la ciudad en busca de una vida más natural y tranquila. Y cuando se jubiló, en enero del 2019, traspasaron la quesería y el rebaño de cabras Àlex Rubia y Aitana Sánchez, que son dos ex alumnos de diferentes cursos de la Escola de Pastors.
Porque después del paso por la escuela, la vida profesional espera, en una finca con explotación ya en marcha o sobre una tierra hasta ahora abandonada. Las estadísticas de la Escuela de Pastores hablan de un 60% de inserción laboral.
Cuando retorne a su Normandía natal, Imanol Ricart, otro alumno de la Escola de Pastors, de 24 años, quiere poner en marcha un proyecto con amigos de allí. “Están muy interesados en hacer un pequeño proyecto de finca donde se mezclarían huertos de permacultura, una pequeña producción de miel y un pequeño rebaño, seguramente de cabras, para hacer una pequeña producción”. Su abuelo materno nació en Barcelona y cuando él fue a París a estudiar Filología Hispánica, levantaba castillos con una colla castellera en la capital francesa. “Desde los 15 años no he parado de pensar en hacer de pastor, y estar en contacto con el campo, Porque mis padres viven en el campo”, explica. Su madre es profesora en una escuela agraria en Francia y él quería hacer estos estudios en Normandía, pero no hay formación como pastores. Fue por Internet que leyó que España tenía escuelas directamente dedicadas a hacer de pastor y le interesó. “Además, con Catalunya siento mucha conexión porque es parte de mi cultura. Me interesaba mucho la filosofía de la Escola de Pastors de Catalunya, su dimensión cultural, el territorio pirenaico y el trabajo”, dice, en un perfecto catalán, mientras asiste con el grupo a la sesión con la veterinaria en la granja de Sant Joan de Vinyafrescal.


