Ángel Gabilondo: “no vamos a pedir un euro más a los ciudadanos de Madrid hasta las próximas elecciones de 2023” , declaración en el programa ‘LA SEXTA NOCHE’

Todas las iniciativas políticas que renuncian a ocupar las instituciones me parecen profundamente inútiles. Obviamente hay otros espacios de poder –también popular- que son complementarios al poder político tradicional, pero la aversión a gestionar lo común me parece contraproducente y cobarde a partes iguales. Este es un mal extendido en cierta izquierda, que ejerce un activismo ad eternum, en aras de mantener la coherencia dentro de su espacio. Probablemente, quien lea estas líneas piense que practico el noble arte del pragmatismo. Y es posible que así sea, al menos en algún aspecto.

El pragmatismo, en cualquier caso, no implica renuncia ideológica. La capacidad para afrontar los problemas con una alta dosis de realismo y con conocimiento de sus limitaciones debiera ser una virtud, más que una inclinación por la gestión. La política cortoplacista, tuitera y de ciclo corto que triunfa en nuestros días menosprecia la capacidad de los partidos para tomar el liderazgo de la administración pública y movilizar los recursos del Estado (o de la Comunidad Autónoma) para desarrollar un plan determinado. La gran paradoja es que, tal vez, este momento es el más adecuado para ese tipo de actuaciones. Estaría bien que se practicase un pragmatismo institucional, flexible e innovador, capaz de desarrollar programas sociales sin precedentes, para frenar el grave impacto de la crisis económica de la COVID-19.

La campaña electoral en Madrid, surgida de una convocatoria electoral abrupta fruto de las desavenencias entre el Partido Popular y Ciudadanos, está marcada por una dicotomía interesada. Comunismo o libertad. De un lado, la amenaza confiscadora, roja e indeseable encabezada por el Marqués de Galapagar, el vicepandemias, el coletas. Del otro, los bares abiertos y la actividad económica que fluye en medio de la pandemia. Un oasis en el ojo del huracán. Está claro que el equipo de Ayuso parió un mensaje interesante en clave comunicativa que nos acompañará hasta el día de la contienda electoral.

La incomodidad del PSOE ante este mensaje es palpable. Tal vez por esa razón intenten situar, durante la campaña, a Sánchez como sombra de Ángel Gabilondo. El Presidente del Gobierno ha sido identificado como el rival a batir por Ayuso, que incluso ha declarado que él es el verdadero candidato socialista. Ante este escenario, los socialistas han intentado construir un mensaje pragmático y responsable, que huya de la estridencia y de la polarización que promueve el PP. Un papel complejo si tenemos en cuenta que Mónica García, la candidata de Más Madrid, es médica anestesista y una voz autorizada para hablar de los retos que genera la pandemia.

Pero claro, Ayuso siempre contraataca. La candidata popular ha puesto sobre la mesa una reforma impositiva que ha calificado de “la mayor bajada de impuestos de la historia”. Por supuesto, los grandes beneficiados serían las rentas más altas –el PP siempre ha tenido claro aquello de la pertenencia de clase-. Pero el pragmático Gabilondo entró como elefante en cacharrería para anunciar, en La Sexta Noche, que “no vamos a pedir un euro más a los ciudadanos de Madrid hasta las próximas elecciones de 2023”. Lo primero que me llamó la atención fue la idea de “pedir dinero” a los ciudadanos, como si el pago de impuestos para financiar salud y educación fuese una especie de derrama extraordinaria para sufragar gastos comunitarios. Lo ideológico no debería verse enfrentado al pragmatismo. Pero claro, ya no sorprende ver al PSOE practicando renuncias y abandonando a su electorado en un viaje centrípeto a la búsqueda de no se sabe bien qué apoyos.

Siento verdadera envidia del equipo de asesores del PSOE en la Comunidad de Madrid. El hecho de que aún no hayan visto la mítica serie “El Ala Oeste de la Casa Blanca” me genera ese sentimiento; quien pudiese volver a disfrutar de la administración Bartlet y la campaña de Santos como si fuera la primera vez. Y es que a la cuestión ideológica suman un grave error comunicativo, reforzando el enfoque y el tema en el que la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid es referente. Lo explica Josh Lyman en la séptima temporada de la ficción americana, cuando dibuja tres recuadros con temas de campaña: los que siempre lidera la derecha, los que puede liderar el progresismo y las cuestiones triviales. Dice Lyman que las campañas no van sobre el contraste de opiniones sobre una cuestión, sino sobre quién impone sus temas en la conversación (tanto en la opinión pública como en la publicada). Gabilondo hablando de rebajas impositivas simplemente hace campaña a favor de Ayuso.

En Catalunya, las dificultades para que la CUP entre al próximo Govern de la Generalitat están relacionadas con la asunción de contradicciones. Esta posición me parece mucho más respetable que la torpeza y la renuncia ideológica que practica Gabilondo y el PSOE en Madrid. Sobre todo, porque hacen un discurso que permite que Ayuso triunfe electoralmente –pero también en el fondo de su mensaje económico-. Eso no es pragmatismo. Es estupidez.

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