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El otro día, una amiga me compartió el simpático vídeo de un encuentro entre humanos y ballenas. En la grabación, además de las ballenas, se podía ver una mujer dando saltitos de alegría, caminando arriba y abajo y gritando sin hacer ruido, sorprendida por aquellos animales. Como lo estaríamos tú y yo si nunca nos encontrásemos, vaya. Pero, como ocurre a menudo en internet, la ternura del vídeo contrastaba agriamente con los comentarios de la publicación: un montón de hombres, uno tras otro, bajaban en fila india por mi timeline quejándose de cómo la expresividad de la mujer les rompía la experiencia. Uno en concreto, decía: “uf, no puedo concentrarme en las ballenas con la Karen esta haciendo el pena”. En un primer momento me sorprendió. Navegando por la red hay que acostumbrarse a la negatividad y los insultos que creemos que nos hacen más interesantes, pero uno pensaría que a estas alturas ya habríamos aprendido la definición de “Karen”. Una Karen es una mujer de mediana edad que instrumentaliza su privilegio de clase o raza para salir victoriosa de un conflicto que ella misma ha creado. De hecho, la etiqueta se popularizó a raíz de la viralización de unos vídeos donde mujeres blancas, “wasp”, acosaban a jóvenes afroamericanos, victimizandose a ellas mismas ante las autoridades para conseguir perjudicar más efectivamente a los chicos. Los querían echar del parque donde ellas paseaban y para ello llamaban a la policía simulando que sufrían un ataque. Una acción bastante cruel teniendo en cuenta el problema de la violencia policial de los últimos años. Una Karen es la que pretende saltarse la cola en el supermercado para abuchear a los empleados. La que monta un escándalo a la maestra porque su hijo saca malas notas.

Una vez lanzas algo a internet, deja de ser tuyo. La multitud lo coge y se lo hace suyo, estirándolo y deformándolo hasta que termina suelta al carácter del momento. Así es como funcionan los memes y es precisamente lo que los hace tan divertidos: son de nadie y de todos a la vez. Hijos de la mano invisible del mercado de los lols. Ahora, con la sátira, eso mismo acaba siendo peligroso. Ahora que ya hace unos meses que hemos superado el fenómeno de las “karens”, la palabra que resuena por todas las secciones de comentarios del Tiktok es “girlboss”. Para explicarlo rápido, “girlboss” es una burla del feminismo blanco liberal que obsesionó el mundo mainstream en los alrededores de 2016. María Antonieta, Hilary Clinton y Margaret Thatcher, todas girlbosses. La expresión viene de un libro del mismo título escrito por Sophia Amoruso, donde cuenta su experiencia haciéndose un lugar en la industria de la moda como CEO de la tienda en línea Nasty Gal. El libro tuvo tanto éxito que Netflix produjo una serie, que tuvo la suerte de cancelar justo antes de que se empezaran a saber los abusos y la falta de ética de la protagonista real. El libro de Amoruso, además de una autobiografía pretendía ser una especie de manual para inspirar mujeres jóvenes repitiendo la palabra “empowerment” cada media página. En 2015, varias ex trabajadoras de la empresa explicaron públicamente que Nasty Gal era un lugar especialmente hostil para trabajar siendo mujer. Al menos cuatro trabajadoras habían sido despedidas de manera ilegal en comunicar al equipo que se habían quedado embarazadas, aunque las leyes de California lo prohíben.

Otros testigos declararon que la empresa penalizaba cualquier tipo de baja: la trabajadora Farah Saberi volvió a la oficina después de una cirugía en el corazón sólo para encontrarse con que se la había castigado enviándola a trabajar separada del resto y se le había recortado el sueldo. Así, hará cosa de un año se tomó el título del libro, “Girlboss”, para denominar el tipo de feminismo que sólo entiende la victoria como el hecho de ocupar los espacios que actualmente ocupan los hombres, sin contemplar la sororidad ni la igualdad interseccional ni hacer ningún tipo de crítica al sistema que ha fomentado la desigualdad en primer lugar. El meme ha trascendido más allá de la figura que lo inspiró, y ahora se está utilizando para hacer broma sobre una corriente estética muy concreta, la romanización del capitalismo por parte de mujeres milenistas: estafas piramidales y mentalidad de tiburón con purpurina. Es una crítica también a la banalización de un feminismo que ha acabado siendo una tendencia más del capitalismo, que ha hecho merchandising hasta dejarlo seco. Ahora, ¿qué ha pasado? “Girlboss” ya está empezando a ser simplemente un insulto para reírse de las chicas jóvenes que se toman demasiado en serio algo. Y ese es el mal de cualquier forma de reivindicación. Cualquier crítica será convertida en ataque directo por parte de quienes rechazan el progreso. La derecha reaccionaria lo tiene fácil en internet porque lo único que tiene que hacer es sentarse y esperar hasta que aparece contenido que pueda apropiarse y reinterpretar. Es una batalla de desgaste, haciendo dañar energías de quienes reivindican cuando se acaban viendo destinando el triple de tiempo en desmentir, justificar y volver a explicar las cosas. Por eso quiero aprovechar esta plataforma para pedir: si has de rapiñar conceptos de las nuevas generaciones para seguir siendo misógino, como mínimo no seas ignorante. Haz una búsqueda en Google.

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