Dominic Ongwen acaba de ser condenado a 25 años de prisión por el Tribunal Penal Internacional por haber cometido 61 delitos contra la humanidad. Crímenes aberrantes que han sufrido muchas víctimas inocentes, especialmente niñas. Los hechos que motivan la condena son atroces. Inimaginables. ¡Cuánto sufrimiento ha provocado en infinidad de seres humanos!

Dominic Ongwen tuvo una infancia difícil, diferente. Mejor dicho no llegó a tener infancia ni adolescencia. Le fueron robadas a los nueve años cuando fue secuestrado por un grupo armado que asesinó a sus padres. A partir de aquel momento dejó de ser él, perdió a su familia y amigos, se le privó de educación y se arruinó su futuro. Sus captores, señores de la guerra ugandesa, lo transformaron en un ser sin entrañas. Lo armaron y le obligaron a matar y a violar. Le adiestraron en el odio. De víctima lo transformaron en verdugo.

¿Cuántos Dominics hay en el mundo? ¿Cuántas de sus víctimas se habrán convertido también en verdugos?

Los conflictos armados que asolan muchos países generan víctimas y verdugos que a su vez provocan nuevas víctimas y nuevos verdugos. Se engendra un círculo vicioso de odio y de violencia. En occidente lo vemos lejano. Quizás nos entristece saber que hay guerras, hambre, violencia y miseria, pero aquí nos queda lejos. Ahora bien, no podemos olvidar que Europa también ha sufrido conflictos similares, el último hace menos de treinta años en los Balcanes. No podemos permanecer indiferentes.

Seguramente nos entristecen estos hechos pero pensamos que no podemos hacer nada. Aunque sea por dignidad, ¡digamos basta! ¡Alcemos nuestras voces! Exijamos a nuestros gobernantes que redoblen sus esfuerzos por la paz y preguntémonos también qué podemos hacer cada uno de nosotros desde nuestra individualidad.

Dominic Ongwen usaba pistolas y fusiles fabricados en occidente, quizás en España, país que tiene el dudoso honor de figurar en un puesto destacado en el ránking de los exportadores de armas. En Europa usamos móviles, ordenadores y automóviles cuyos componentes contienen cobalto y coltán que provienen de países africanos inmersos en guerras que se financian con estos minerales. Lo mismo sucede con gran parte del oro o los diamantes provenientes de zonas de África. Podríamos poner otros ejemplos, y mientras tanto, a nuestras costas llegan niñas y niños y adultos que huyen de la violencia que asola sus países.

El 16 de mayo se celebra el Día Internacional de la Convivencia en Paz. La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió dedicar este día a la Convivencia en Paz. La Resolución de la Asamblea General “invita a todos los Estados miembros a que sigan promoviendo la reconciliación para contribuir a hacer realidad la paz duradera y el desarrollo sostenible trabajando con las comunidades, los dirigentes religiosos y otros agentes competentes, a través de medidas conciliadoras y servicios altruistas, entre otros medios, y alentando el perdón y la compasión entre las personas”.

Sin duda compete a los Estados y a las grandes instituciones promover la paz y trabajar por la reconciliación, pero a todos nos atañe y todos los ciudadanos podemos aportar algo. Así, nos corresponde exigir a nuestros políticos un esfuerzo constante y sincero por la paz y el diálogo. Demandarles una ayuda al desarrollo para los países más desfavorecidos centrada en la educación y en el impulso de la economía local para erradicar la pobreza. Exigirles que pongan fin al comercio armamentístico. Demandarles una acogida generosa a las personas que huyen de zonas de conflicto. A la sociedad civil nos corresponde recordar a nuestros dirigentes que deben redoblar los esfuerzos por la paz.

Asimismo, los ciudadanos podemos también modificar nuestros hábitos y nuestras actitudes. Podemos empezar por seleccionar los productos que compramos y cómo consumimos, asegurándonos que con nuestras compras no se financia la guerra o el trabajo infantil. Podemos acoger a las personas que huyen de la guerra en sus países. Podemos dar nuestro soporte económico o incluso personal a las organizaciones que prestan su asistencia a estas personas. Preguntémonos qué podemos hacer.

En la condena impuesta a Dominic Ongwen se condena también a un mundo regido por la violencia directa de unos cuantos y por la indiferencia de otros muchos.

¡No seamos indiferentes! ¡Reflexionemos y busquemos de qué manera podemos actuar en nuestro entorno para conseguir una convivencia en paz!

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