
Hace unos días todos los medios de comunicación se olvidaban del genocidio llevado a cabo por las fuerzas sionistas israelíes sobre la población palestina para centrarse, según muchos racistas, en “invasión” en Ceuta, una invasión no del otro mundo, ni siquiera de otro continente, sino de una ciudad africana de Marruecos a otra ciudad africana de España. Y no una invasión de una especie que no conozcamos sino personas que hace meses entraban y salían de Ceuta con su documento de identidad marroquí.
No han sido pocos los discursos racistas y xenófobos de estos días. El propio Pedro Sánchez hablaba de “devolver la seguridad a los ceutíes” dejando así un tremendo mensaje de que los vecinos marroquíes, más de la mitad niños, son una amenaza, una inseguridad, un problema para la ciudad de Ceuta. Un mensaje con un fondo muy racista. Cabe destacar que, para devolver la seguridad a los ciudadanos ceutíes, se han hecho devoluciones en caliente, incluso personas de origen subsahariano han sido devueltas a Marruecos, un país que no es suyo. Una práctica ilegal que ya han denunciado varios colectivos antirracistas, asociaciones y oenegés.
La sorpresa no solo fue el mensaje racista del gobierno y los demás partidos políticos, sino que la ciudad amaneció con negocios y colegios cerrados. Gente encerrada en sus casas, manifestaciones con mensajes islamófobos, racistas y xenófobos e incluso agresiones de parte de supremacistas blancos a niños migrantes que caminaban por las calles. El mensaje es terrible, los “moros son ladrones, violentos, invasores y una amenaza para España”. Y este mensaje no es nuevo. Este racismo antimoro en España lleva acampando a sus anchas desde finales de los años ochenta y principios de los años noventa, momento en el que empieza a haber una notoria de inmigrantes marroquíes en España y que va en aumento después del 2000.
Según un informe realizado por la investigadora Rosa Aparicio Gómez y publicado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, los musulmanes, los marroquíes y los gitanos son los colectivos que más prejuicio, violencia y discriminación sufren en España, turnándose los tres el primer y segundo lugar de los peor valorados.
Y es que el estudio afirma que “habría un nivel muy alto de acuerdo entre los encuestados en que existe un rechazo y una discriminación hacia los musulmanes generalizable a prácticamente todos los ámbitos. Este acuerdo es mayor en lo referido al acceso a la vivienda y al empleo y a la instalación de lugares de culto en los vecindarios. Sin embargo, no deja de ser alto el acuerdo en que el rechazo se manifiesta también en muestras de hostilidad de todo tipo, e incluso de violencia, en otros ámbitos. Es de destacar que dicho recelo hacia los musulmanes no vendría solo por parte de la población en general, sino también desde dentro de instituciones públicas.”
La islamofobia y el racismo “antimoro” o “morofobia” van de la mano. Por eso, aunque la primera no sea una etnia se le relaciona con los marroquíes por lo que al final acaba siendo una forma más de racismo. De hecho, muchas mujeres españolas convertidas al islam y que llevan velo denuncian recibir insultos por la calle del tipo “mora de mierda, vete a tu país”. Se les quita el carnet de “españolas” y se las racializa. Pasan a vivir lo que sufre una mujer marroquí musulmana velada en su día a día. Y hablo de mujeres porque, según los datos de la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia, las mujeres musulmanas son más vulnerables, ya que la indumentaria llama la atención sobre ellas.
Que ocurra esto en la ciudad de Ceuta donde más de la mitad de la población es de origen marroquí, no es de extrañar. De hecho, tampoco es de extrañar que muchos ceutíes de origen marroquí se unan a las manifestaciones anti-inmigrantes. La colonización ha parido diferentes fobias e -ismos, como la xenofobia y el clasismo. Así describo yo lo que está pasando en Ceuta. Se han encontrado el racismo, el clasismo, la xenofobia y la islamofobia en un mismo lugar.
Todos en contra de niños, jóvenes y familias que han decidido cruzar a nado, después de que la frontera permanezca cerrada desde hace un año cortando así toda la fuente de ingresos y única vía de trabajo de las mujeres porteadoras y gran parte de los residentes de la provincia de Tetouan, en busca de un futuro mejor.
Frente a la violencia, a la pasividad del gobierno y la falta de actuación del mismo en cuanto a la garantización del cumplimiento de los derechos humanos y el cubrimiento de necesidades básicas, cabe destacar la organización ciudadana de jóvenes ceutíes e iniciativas para entregar alimentos a las miles de personas que se encuentran en la calle.
Sara Abdeslam Ahmed, Suhaila Hassan Ahmed, Rachid Rhouni y Kaoutar Mazouz forman uno de los grupos de jóvenes organizadas. Han recaudado en dos días más de 6.000 euros con los que han podido garantizar alimentos a más de 2.000 personas. Voluntarias haciendo la compra, bocadillos, coches repartiendo comida, decenas de personas compartiendo por redes sociales la iniciativa y gente de toda España enviando dinero. Una vez más el pueblo ha demostrado que somos más y que, ante la pasividad, violencia y racismo, unión y fuerza.


