Con el dibujante catalán Kim, ganó el Premio Nacional de Cómic en 2010. La continuación El ala rota (Denoël Graphic, 2016; Norma Editorial), sobre la historia opuesta pero como un espejo de su madre, incluso se publicó primero en francés. Ahora, la francesa Denoël Graphic edita las dos obras como el díptico L’Épopée espagnole (La epopeya española), del que se desprende un recorrido por el siglo XX español del lado de los anónimos. “Para abatir las paredes del olvido, ambos autores han edificado otra pared creativa, compuesta de pequeñas viñetas, de imágenes, como una especie de bocadillos de memoria que remontan a la superficie de nuestra actualidad”, acaba el prólogo en el díptico de la hispanista Viviane Alary.
Simultáneamente, Altarriba había comenzado su trilogía del yo donde debuta buscándose un alter ego en el personaje del Yo, asesino (Norma, 2014; Denoël Graphic) y los dibujos en blanco y negro del madrileño Keko. Se trata de una crítica furibunda del mercado del arte. La segunda entrega fue Yo, loco (Norma, 2018; Denoël Graphic), una acusación contra la industria farmacéutica muy de actualidad en estos momentos con la pandemia.
Y cierra la trilogía con Yo, mentiroso (Norma, 2020; Denoël Graphic, 2021). Con nombres ligeramente modificados, el guionista fustiga de manera frontal como nunca antes lo había hecho la actualidad política española y los spin doctors de la comunicación personificada en la figura de Iván Redondo, primer consejero del presidente de derechas Mariano Rajoy y ahora del presidente socialista Pedro Sánchez. Una política en el siglo XXI que cambia las guerras de trincheras por las guerras de un simulacro de comunicación. Respondiendo a nuestras preguntas por correo electrónico, el catedrático de literatura francesa de la Universidad del País Vasco-Vitoria, y nacido en Zaragoza en 1952, nos habla de estas cinco obras con sus ecos actuales.
Con Yo, mentiroso, acaba una trilogía empezada hace siete años. ¿Hay posibilidades de que aparezcan más yo, desdoblamiento de su personalidad en el futuro o los personajes ya han dado todo de sí?
“Podría decir, imitando a Rimbaud, «yo soy otro» y, siguiendo la dialéctica de los Dupon·d·t, «yo diría incluso más, yo son muchos otros». Efectivamente, la serie podría tener otros «yo», pero no. Nosotros nos paramos aquí. No me gustan las series interminables y creo que, pese a que todavía no hemos acabado de dar la vuelta y podríamos ilustrar la naturaleza humana con otros ejemplos, el recorrido es suficientemente representativo. Hemos escogido lo mejor de cada familia, el asesino, el loco y el mentiroso. La visión de una contemporaneidad tan despiadada en los hechos como correcta en las formas se completa bastante bien con los tres volúmenes. Este paseo por caminos tan oscuros pone de relevo la impostura, los mecanismos del poder, las dificultades de una comunicación plena… Son los ejes esenciales sobre los cuales descansa nuestra sociedad”.
Yo, mentiroso es la entrega más directamente conectada con la actualidad. Con personajes públicos y políticos españoles (la corrupción del PP, la nueva presidencia del socialista Pedro Sánchez… ), a los que se les cambia ligeramente el nombre. En primer lugar, ¿puede resultar más difícil de seguir por parte del lector francés o el relato se entiende como un fenómeno universal?
“La lectura del libro en España se hace de manera diferente a la de otros países. Un español identifica a los personajes, los asuntos de corrupción que se tratan y las estrategias políticas y de comunicación. Pero, según lo que he podido constatar, el libro se entiende muy bien en Francia. La desafección y la desconfianza respecto a la clase política se ha extendido un poco por todo el mundo. De hecho, leyendo las críticas que el libro ha recibido en Francia, constato que no se lee como acontecimientos raros o extranjeros. Se ve que la intriga pasa en España, pero el público también se siente interpelado. Saben que esto podría pasar en Francia. Otros asuntos parecidos han tenido lugar en Francia y en muchos otros países. Tengo una gran confianza en los comportamientos de los políticos de todo el mundo para que el libro tenga una buena recepción internacional”.
En segundo lugar, en este caso no hay ninguna ambigüedad sobre sus intenciones. ¿Es una visión muy pesimista sobre en lo que se ha convertido la política y el hecho público?
”Creo que es una visión bastante realista. Para empezar, los escándalos de corrupción y las estrategias políticas a las cuales me refiero no son inventados. El número de políticos acusados ante diferentes tribunales es real y las cifras de corrupción en España también. Diría incluso que me quedo un poco corto en mis ejemplos. Y esto denuncia, efectivamente, la degradación de la política en las últimas décadas, la falta de compromiso sincero con los ideales, la sustitución de las políticas de acción por las políticas de discurso (el relato y las estrategias de comunicación cuentan más que los hechos), el abandono del espíritu de servicio a los ciudadanos pensando solo en los intereses del partido o en la perpetuación en el poder, las dimensiones de un capitalismo salvaje que hace que los intereses de ciertas grandes corporaciones puedan imponerse a los gobiernos, las debilidades de una red mediática incapaz de denunciar los abusos y secuestrada por sus propias dependencias económicas… La deriva es preocupante y tiene el riesgo de llevarnos hacia tiranías «soft», con una conciencia ciudadana ablandada por una comunicación hábilmente dirigida”.
¿Han muerto las ideologías y todo es comunicación o simulacro de comunicación? ¿El personaje de Iván Cuadrado (Iván Redondo) es el malvado por excelencia de unas sociedades de la posverdad? Con el reciente resultado de las elecciones en la Comunidad de Madrid, ¿sería intercambiable con Miguel Ángel Rodríguez como spin doctor de Isabel Díaz Ayuso?
“Totalmente. Todos tuvimos la impresión de que la partida de ajedrez de las elecciones madrileñas se jugó entre Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez, y Miguel Ángel Rodríguez, consejero de Díaz Ayuso. Lo demuestra hasta qué punto la comunicación estaba calculada en todos sus efectos. Y reflexionando, se entiende enseguida que, en un período tan difícil como el actual, no se trataran los problemas concretos de la gente. Me gusta la expresión que usted utiliza en la pregunta, «simulacro de comunicación». Porque es justo esto: no una verdadera comunicación, sino un simulacro”.


