Hace cuarenta años de la victoria de François Mitterrand en las elecciones presidenciales del 10 de mayo de 1981 que supondría el regreso, después de muchas décadas, de la izquierda en Francia.
En ese período yo vivía en París y había seguido con pasión el proceso electoral. El enfrentamiento entre él y Valery Giscard d’Estaing -candidato del centro-derecha no gaullista- fue intenso pero respetuoso (muy, muy lejos de lo que ahora vivimos en los procesos electorales). La tensión y la competición era muy grande porque las encuestas daban resultados contradictorios y no avanzaban un claro ganador.
Por primera vez, la izquierda y la extrema izquierda iban juntas. Se había formalizado un acuerdo histórico entre el Partido Socialista Francés (PSF) y el todopoderoso -en aquella etapa- Partido Comunista (PCF) para apoyar al candidato socialista. El PSF, con el Congreso de Epinay en el año 1971, había sido capaz de reagrupar los diferentes grupos diasporizados después de la derrota del SFIO (Societé Française de la International Ouvrière). Los socialistas volvían a recuperar un protagonismo en la escena política francesa después de su caída de la IV República.
En Francia, desde la victoria -en su retorno- del General de Gaulle, las derechas se habían mantenido en el poder durante más de veinte años. Giscard había sido elegido presidente de la república en 1974, derrotando precisamente a François Mitterrand. A pesar de tener altos niveles de popularidad, en la recta final de la campaña estalló l’affaire des diamants, la denuncia que Giscard había recibido diamantes en 1974, cuando era ministro de finanzas, de manos del dictador de la República de centroafricano Jean-Bédel Bokassa, que se había autoproclamado Emperador. Asimismo, su enemigo a la derecha gaullista Jacques Chirac, no pidió explícitamente el voto de los suyos a favor de Giscard en la segunda vuelta.
Muy probablemente, por estas dos razones, Mitterrand -insisto, de manera imprevista- ganó las elecciones. Todos estábamos siguiendo el informativo de las 20h cuando apareció la proyección que daba una victoria para el candidato de las izquierdas. En un contexto internacional donde Reagan había ganado a Carter en Estados Unidos, y Tatcher había arrasado, Francia emergía con la victoria de la izquierda.
El estallido fue inmenso. Yo, como decenas de miles de parisinos fuimos a “tomar” la Bastilla. Vimos juntos a Marchais, Rocard, Fabius. Para ir a la Bastilla ocupamos los vagones de primera clase del metro de París. El estallido y la ilusión fue inmenso. Nos creimos que se abría una nueva etapa en la que todo sería posible y que teníamos el “cielo a tocar”. Se había acabado en Francia el periodo “gaullista”, conservador de derechas con una fuerte dimensión social, y se abría una nueva etapa para Francia y Europa. Un año y medio después tuve la misma sensación – 28 de octubre de 1982- cuando, todavía en París, seguí por radio la victoria de Felipe González en España.
Es una fecha grabada en mi memoria, también, en la memoria de muchos franceses. Como no podía ser de otra manera, pronto veríamos que todo era mucho más complicado: en un contexto internacional de crisis económica y de inflación, Mitterrand cambió el rumbo de la política económica al segundo año. La realidad compleja y plural de Francia se imponía ante algunas rigideces ideológicas de determinados miembros de su gabinete. En años posteriores también aparecerían importantes casos de corrupción. Con todo, aunque no me veo capacitado de hacer un balance de los 14 años de Mitterrandisme, Francia cambió en muchos aspectos. Cambios que en determinadas áreas sociales y económicas incluso ahora continúan.
En el interior del socialismo francés coexistían diferentes sensibilidades: la sindicalista y obrerista, la intelectual y académica, la republicana-liberal de centro-izquierdo y la gauchiste, muy activa. Mantener la unidad de todas aquellas sensibilidades no fue nada fácil y sólo la tenacidad de personas de máximo nivel como Mitterrand y Pierre Mauroy lo hicieron posible.
Han pasado cuarenta años y el PSF pasa por uno de los momentos más delicados y difíciles desde su refundación en 1971 en Epinay. Nuevamente se ha diasporizado en grupos diferentes y en territorios muy específicos. Actualmente, en la Asamblea Nacional su representación es marginal con 29 diputados en un hemiciclo de más de 500. El centrista Macron ha cogido una parte importante de su electoral y el escenario previsto, en una segunda vuelta en las próximas elecciones presidenciales, es el de la confrontación entre Macron y Le Pen.
¿En este contexto que hará la izquierda? Continuará fraccionada, enfrentada en guerras cainitas o iniciará ya un proceso de convergencia para presentarse conjuntamente. Ante las próximas elecciones presidenciales, muchos se preguntan si la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo, dará el paso para ser la candidata de la izquierda, quizás más allá del PSF, y para volver a agruparla. No tardaremos en saberlo.


