El país está en deuda con los y las jóvenes. Ya arrastrábamos una inestabilidad extrema, y esto no ha hecho más que agravarse los últimos meses: tenemos las peores perspectivas de futuro y sufrimos la precariedad del presente más que el resto de la población. Por eso los jóvenes necesitamos que el nuevo Govern se ponga en marcha de inmediato y que materialice políticas concretas y ponga en el centro del debate público los retos en clave de empleo juvenil, emancipación, salud emocional y creación de nuevos horizontes para la juventud de todos los rincones del territorio.
Es de urgencia hacerlo y las cifras hablan por sí solas. Estremecen. Hace pocos días, el Observatori Català de Joventut se hacía eco del último informe trimestral de la Enquesta de Població Activa en clave juvenil.
Sólo citaré algunos datos. El coeficiente de desempleo juvenil (14,4%) es de más del doble que la media del conjunto de la población (6,8%); la tasa de paro juvenil -el coeficiente se calcula sobre el total de la población y la tasa sobre la población activa- aún más grave (24,3%) y se agudiza entre las chicas: se ha consolidado, así, un paro juvenil femenino más alto (25,7%) respecto del masculino (23,1%). El peor dato es, sin embargo, la tasa de emancipación entre los jóvenes, que se sitúa en el mínimo histórico. De hecho, en menos de 15 años hemos retrocedido 15 puntos: en 2007 era del 33,1% mientras que hoy el volumen de jóvenes emancipados es sólo de un 18%.
Y de respuesta, sólo hay una. La solución para los y las jóvenes pasa por ampliar derechos. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, con un Plan de Choque contra el Desempleo Juvenil que posibilite contratar hasta 25.000 personas jóvenes y reducir con celeridad un tercio de aquellos y aquellas jóvenes que están sin trabajo. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ya lo ha apuntado en este sentido. Sería una vía para volver a cifras pre-Covid, pero es evidente que no nos podemos quedar aquí. Es indispensable hacer cambios estructurales; y derogar las reformas laborales impulsadas enel estado español es imperioso. También lo es aumentar el salario mínimo interprofesional (SMI) y dotarnos de un marco catalán de relaciones laborales.
En clave de vivienda habrá una apuesta decidida por el aumento de la vivienda pública, y eso implica inversión. Aprendiendo, eso sí, de los errores del pasado: el nuevo parque público debe ser permanente y debe pivotar sobre un modelo de alquiler, al tiempo que regulamos para combatir la especulación y fomentamos modelos alternativos como la vivienda cooperativa en régimen de derecho de uso. El reto de la movilidad es también un puntal para tener una Catalunya conectada en red de forma sostenible y alejarnos del modelo radial que nos lleva a la desigualdad de condiciones y de oportunidades entre territorios.
Y, por supuesto, los derechos se aprenden y se garantizan poniendo la educación en el centro. Es inaplazable potenciar la FP, cambiar la precariedad de los profesores asociados, redoblar la apuesta por la investigación y reconocer la educación que se hace todo, empezando por el tejido asociativo del ocio educativo. Sabemos que somos más fuertes cuando apostamos colectivamente por el asociacionismo y la cooperación entre iguales. En este sentido, insistimos garantizar el voto a los 16 años, una demanda histórica. Tomar conciencia política es para la juventud organizarse, comprometerse y compartir luchas ante una extrema derecha creciente, ante el odio y ante la incertidumbre social, civil y democrática.
Como decía al principio, la situación es dura, es frágil y, para muchos, incluso es cruel. Y no puedo dejar de señalarlo: nos equivocaremos si no abordamos los problemas de salud mental, si lo dejamos de lado; si no revertimos el aumento desbocado, entre las personas más jóvenes, de estos trastornos que han disparado últimamente los casos de suicidio juvenil.
Para ellos y ellas, también hemos de construir una esperanza tangible. Para todos los que venimos detrás. Y, para hacerla, queremos tener voz y ser protagonistas. Sencillamente porque el futuro depende de nosotros. Nosotros el futuro lo vemos y lo queremos en forma de República Catalana, con horizonte Països Catalans. Y sabemos que, como todos los proyectos colectivos a favor de las mayorías, no nos lo regalará nadie. Pero lo construiremos a partir del propio valer y de la necesidad de disponer de una nueva sociedad que haya nacido desde abajo y blinde todos los derechos que exigimos ya. Nos merecemos tener un país que nos dé las herramientas para desarrollar plenamente nuestros proyectos de vida. Y estamos aquí para hacerlo.


