Lluc Queralt no se define como exactamente como fotógrafo: “lo que yo intento es relatar de manera artística, pero crítica, una determinada realidad social” – explica. Sus fotografías son la prueba. Entre marzo y el abril del 2021, en plena pandemia, decidió hacer un viaje a la isla de Fuerteventura. Quería conocer de primera mano qué pasaba con toda aquella gente que llegaba a alguna de las Islas con la esperanza de empezar una nueva vida. Conectó con la “Misión Cristianos Moderna”, una orden evangelista subcontratada por el estado para actuar como uno de los Centros de Atención de Emergencia y Derivación (CAED). Allá conoció  a unos cuántos jóvenes de Marruecos, de Guinea, de Mali, de Camerún, y de Gambia. Todos tenían una cosa en común: habían pagado entre 1000€ y 2000€ para entrar al país en una patera, después de meses de travesía por el desierto y por diferentes estados del noroeste de África. Todos dejaban su país natal para llegar a España, algunos de ellos para continuar después el trayecto hacia Francia, Alemania, u otros lugares de Europa. Las siguientes son una selección de alguna de las fotografías.

| Lluc Queralt

El desierto, como el mar, es también la tumba de muchas personas que, intentando llegar a España, atraviesan kilómetros de arena y altísimas temperaturas sin tener muy claro dónde se dirigen. A la derecha, uno de los chicos (de solo veinte años) que tuvo que hacer la travesía, de perfil, con el sudor resbalando por la cara

 

Al llegar al centro de atención, la estupefacción e incomprensión de las personas migradas se hace patente. El ojo de Queralt captura las miradas de algunos de ellos. “Incomprendidos como unas palmeras en medio del desierto” – explica Queralt.

 


La mirada de una mujer turista capta, en medio del desierto de Puerto Rosario, la imagen de unos chicos jugando a fútbol. Pero el campo donde juegan no tiene porterías, ni líneas, ni nada que recuerde en un campo de fútbol. Solo arena y piedras. El calor, desde la mirada de la turista, es insoportable. Distintas realidades.

 

En el CEAR de Fuerteventura, las imágenes e iconografías cristianas decoran las paredes blancas del centro. La cruz, adentro del centro, pasa más o menos inadvertida mientras uno de los internos hace toques con la pelota. La cruz se sitúa aquí también como símbolo de la esperanza. Pero esta, a veces, decae y se ahoga en el mar.

 

“Las manos que pueden hacer los sueños realidad. Cuando hablaba con ellos – explica Queralt –, la mayoría me decían que su sueño era poder ser carpintero, pintor, o ferretero. Todo oficios que se realizan con las manos. Su sueño estaba al alcance, porque lo más importante ya lo tenían. Pero el paso para hacerlo realidad estaba más allá del mar”

 

Una fotografía por la esperanza. El mar – denominador común en la serie del autor –, contrasta ahora con el rayo de luz que impacta en el perfil de la fotografía de la derecha. “Me explicó que venía de Guinea y que quería ser carpintero”. La luz también se refleja en la pared de madera de enfrente, simbolizando, ya no la esperanza, sino la materialización de esta.

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