Retrato de Lady Mary Wortley Montague. | Science Museum Group

Mary Montagu viajó a Estambul cuando éste formaba parte del desaparecido Imperio Otomano, acompañando al que fue su marido Edward Wortley Montagu cuando fue declarado como embajador británico entre los años 1916 y 1918. Cuando volvió al Imperio Británico intentó popularizar el remedio turco para la viruela, ochenta años antes de que Edward Jenner publicara la investigación que acabó conduciendo a la vacuna de la viruela en 1798 (Levi-Montalcini & trípodes, 2011).

Esta enfermedad a los inicios del siglo XVIII mataba entre el 10 y el 15% de la población. La mayoría la sufría en la infancia cuando sus síntomas eran más leves, pero a pesar de ello moría una altísima cantidad de niños; tanto era así que la llamaban the speacked monster y corría el dicho que no podías contar cuántos hijos tenías hasta que todos hubieran pasado la viruela.

Lady Montagu había contraído la enfermedad a mediados de 1715, y sabemos que a pesar de salir con vida le quedaron secuelas, pues su rostro quedó lleno de heridas y marcas y perdió las pestañas (Morató, 2005). Su hermano William, por otra parte, había muerto con 21 años víctima de esta terrible enfermedad en 1713.

Con poco más de dos años Mary Montagu aprendió el idioma, visitó y se empapó del ambiente, de las costumbres y de las modas otomanas, y se deshizo en halagos hacia esta sociedad oriental. También en derechos de las mujeres otomanas que podían, comprar, vender, viajar sin permiso del marido así, como recibir herencia por derecho propio, derechos de los que no gozaron las inglesas hasta mediados del siglo XIX. Todo esto lo narraba ella misma sorprendida a través de una serie de cartas recogidas en varias obras, entre las que destaca la obra traducida al castellano Cartas desde Estambul (Montagu, 2017).

Esta obra recoge su diario de viajes y toda la correspondencia que mantuvo con un grupo selecto de personas, entre ellas Mary Astell y Carolina de Branderburgo, esposa del rey Jorge II de Inglaterra o Sarah Chiswell. Es gracias a una carta que escribe a esta última que sabemos de la inoculación del virus de la viruela en el Estambul del momento: La viruela, tan fatal y generalizada entre nosotros, es aquí por completo inocua gracias a la invención del injerto, que es el término con que lo nombran” (1 abril 1718). En esta misma carta relataba con todo detalle cuál era el procedimiento de esta inoculación y que éste normalmente, era administrado por las mujeres ancianas de la comunidad.

Convencida de que la inoculación era el mejor método para combatir la viruela, ella misma decidió aplicar esta técnica en su hijo en 1718; después de unos días de fiebre recuperó sin ningún problema ni contratiempo.

El remedio de la inoculación no era innovador sino que tenemos conocimiento de que ya era utilizado por los médicos árabes desde el siglo VI, pero que había desaparecido de la tradición occidental: no aparecía ni en los escritos de Galeno ni Hipócrates. En la Europa cristiana se tendía a cerrar los enfermos de viruela en una habitación sobrecalentada porque “sudaran lo que era malo”, un remedio recomendado por el médico persa Avicenea.

Cuando volvió a Inglaterra en 1718 se mostró decidida a hablar a todo el mundo de este nuevo método hasta llegar a imponerlo: “Soy lo bastante patriota como para tomarme la molestia de quitar esta útil invención en Inglaterra y tratar de imponerla “(Montagu, 2017). Así pues intentó transmitir las bondades del remedio turco sin mucho éxito, si bien inoculó este remedio a su hoja y a las dos hijas de la princesa Carolina.

En cambio, Montagu se encontró con la firme oposición de la iglesia y de los médicos ingleses que consideraban antinatural un remedio que consistía en hacer enfermar a una persona sana, además, claro, de ser un remedio oriental avalado por una mujer. Una mujer, por otra parte, con una gran fama de viajera y amante apasionada (tuvo relaciones sentimentales con los poetas Alexander Pope y Francesco Algarotti, pero esto, da para otro artículo) que no ayudó a que los hombres de la Academia le escucharan y la tuvieran presente. Una mujer que no está de más recordar durante el ratito que estemos haciendo cola o descansando después de recibir la vacuna del Covid-19.

Referencias:

  • Levi-Montalcini, R., & Tripodi, G. (2011). Las Pioneras : las mujeres que cambiaron la sociedad y la ciencia desde la Antigüedad hasta nuestros días. Barcelona: Crítica.
  • Montagu, L. (2017). Cartas desde Estambul (Turkish Embassy Letters) . Madrid: La Línea del Horizonte Ediciones.
  • Morató, C. (2005). Las damas de Oriente. Grandes viajeras por los países árabes. Plaza Janés.
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