Selfie, autorretrato de Guillén que se encuentra en la exposición.

“Guillén, con diez años, quería ser escultor famoso. A los dieciocho vivió la crisis de incomprensión. A los veinte entró a trabajar en Tele/eXpres, donde su director, Manuel Ibáñez Escofet, le permitió hacer un cómic de actualidad”. Así arranca la ‘Vitrina’ que le dedicó José Martí Gómez en la edición de El Periódico del 9 de octubre de 1981. Quince días antes, Guillén había revolucionado el desfile de la Mercè con ocho cabezudos picasianos. Las calles de Barcelona habían visto como tomaba forma la obra de Juanjo Guillén: cultura popular, modernidad y un mensaje, el que había expresado Picasso con el Guernica.

Pero vayamos a los orígenes. De Guillén, y de un país que vive los últimos años del Franquismo y sueña con la libertad. La trayectoria de Catalunya, de España y la del dibujante irían ligadas a partir de entonces, hasta ahora. Son como historias paralelas que tienen un momento fundacional: el primer día que Guillén hizo un dibujo en Tele/eXpres. A partir de aquí, explica a Martí Gómez, “me planteé hacer unos dibujos que fueran comprendidos por los 40.000 lectores del diario o seguir haciendo obras que sólo entendieran mis doce amigos. Elegí ser un profesional de la comunicación, aunque tuviera que condicionar mi estética “.

Así nacía Guillén dibujante de prensa, la pasión que ha compartido toda la vida con el teatro. Tenía veintidós años y ya llamaba la atención con el cómic de actualidad que firmaba con el Ángel Casas en Tele/eXpres. Por eso en la revista Tele/Estel le preguntan de quien había sido la idea. “Se me ocurrió a mí -responde- al constatar la gran influencia que ejercen sobre el pueblo los sants y los ‘minots‘. Si este tipo de cómic nuestro funciona, esto debería animar a los autores a aplicar el cómic a la educación, por ejemplo”.

‘CÓMIC ACTUALIDAD’ Tele/eXpres (23/06/1969) | Guillén

La respuesta de aquel joven Guillén ya avanza lo que diría veinte años después a Martín Gómez. Expresa la vocación que mantendrá siempre: llegar al gran público y una firme voluntad de hacer pedagogía. Para ello, todos los caminos eran posibles: la tira cómica en el diario y también las exposiciones de pintura joven que organiza en La Cova del Drag, en la calle Tuset de Barcelona, donde, como música de fondo, suena la Nova Cançó catalana. Era el espíritu de aquel tiempo, cuando había que vivir todos los resquicios de libertad.

‘CÓMIC ACTUALIDAD’ Tele/eXpres (18/08/1969) | Guillén

Estamos a finales de los años sesenta. El régimen franquista muestra síntomas de agotamiento y el reto de los demócratas es ponerlo en evidencia, llegar al máximo de gente para conseguir que, cuanto antes, la libertad resulte imparable. Guillén lo tiene claro y busca referentes para establecer un vínculo con la ciudadanía. En una entrevista en El Noticiero Universal (abril de 1985) Guillén explica que “desde que empecé, he intentado enlazar con la tradición de la ilustración de finales del siglo XIX, de una manera inconsciente”. Jaume Guillamet, historiador de la prensa y catedrático emérito de la Universidad Pompeu Fabra, lo reafirma y considera que Guillén “recoge la tradición del dibujo satírico del XIX durante la Primera República o el Sexenio Liberal”.

Este vínculo llama la atención del prestigioso historiador del arte Valeriano Bozal, quien en 1976 le envía una carta proponiéndole hacer juntos un libro sobre la relación entre su obra y el dibujo satírico del siglo XIX, que él ve muy clara. Bozal afirma en la carta que “la visión esperpéntica es la que mejor califica tu trabajo, que no rehuye la crítica frontal, sino que incorpora el esperpento global, separándolo del puro chiste”. Este papel de intelectual crítico es el mismo que habían ejercido dibujantes satíricos como José Luis Pellicer o Tomás Pedrós a las revistas La Flaca, El Motín, El Loro o La Risa.

Jaume Guillamet conoce la obra de Guillén como historiador y como testigo directo. Coincidió con él en la redacción de Tele/eXpres. Guillén pasó a hacer un dibujo de actualidad, después de la tira de cómic con la que empezó, y de un tiempo haciendo dibujos para la crónica de sucesos. Le veían llegar a las ocho de la mañana y preguntar a la redacción: “¿Qué ha pasado hoy?”. Se lo contaban y él hacía un dibujo. Tenía dos horas hasta que se cerraba la edición del diario, que era de tarde.

Ilustraciones de Juanjo Guillén, para la crónica de sucesos de la publicación Tele/eXpres

Guillamet, entonces subdirector del diario, era el encargado de hablar con él. “Recuerdo que discutía el dibujo con Juanjo. Nos preguntábamos: ‘hasta dónde llegamos?’. El dibujante siempre debe ir hasta el límite, tiene recursos para hacerlo. El eufemismo, la metáfora… Puede ir un poco más allá.” ¿Era ésta una discusión complicada entre un responsable de periódico y un dibujante en las postrimerías de la Dictadura? Guillamet responde que no: “El origen social de Juanjo lo hace pragmático. Es muy intuitivo, sabe que le va la vida con la capacidad de ser flexible, en el mejor sentido de la palabra”.

Este es otro rasgo de Guillén que le acompañará toda la vida. Lo experimenté más de veinte años después en La Vanguardia. Yo hacía el papel de Guillamet, era subdirector del diario, y Juanjo seguía yendo hasta las fronteras de lo posible. Estábamos en democracia, pero en los medios de comunicación siempre hay unas líneas más o menos invisibles. Si no me falla la memoria, sólo en un par de ocasiones nos preguntamos ¿hasta donde podemos llegar?”. Y fue pragmático. Quizás el hecho de que los dos compartíamos el origen de ‘ser de pueblo’ (él, de Manlleu; yo, de Valls) contribuía a nuestra complicidad.

También creo que Jaume Guillamet acierta plenamente cuando define Guillén como “periodista gráfico”. Lo comparto. Su mirada sobre la realidad es plenamente periodística. Independiente y crítica, que son dos cualidades esenciales, y a menudo olvidadas, del periodismo. Su instrumento no es ni la palabra ni la fotografía. Es el dibujo. “Era un espectáculo verlo trabajar -recuerda Guillamet-, con su papel vegetal, el lápiz y luego la pluma”. Yo no tuve tanta suerte, en los años noventa su dibujo ya me llegaba directamente al ordenador.

La redacción de ‘Tele/eXpres’

Tele/eXpres (1964-1980) fue el primer periódico nacido en Barcelona tras la Guerra Civil. El Franquismo permitía una cierta apertura. Juanjo Guillén, que había llegado de Manlleu a Barcelona, ​​tenía la gran oportunidad de su vida. Y la aprovechó. Comenzó en 1968 con las tiras cómicas y después, en 1970, pasó a ilustrar las crónicas de sucesos. Seguía entrando a las ocho de la mañana, pero ahora para encontrarse con Fernando Casado, cronista de sucesos, que venía con las últimas noticias de la noche y de quien se decía que guardaba una pistola en el cajón de la redacción de la calle Tallers. Eran los años del Vaquilla y las bandas de atracadores. Las noches eran muy movidas.

Guillén ya se había convertido en todo un personaje dentro de la redacción. “Tan popular – explica Miquel Villagrasa-, que el periodista José Antonio Echarri le dedicó la letra de una canción con música de Soy minero, de Antonio Machín. Muchos de sus compañeros hacíamos los coros”. Juanjo Caballero recuerda que le fascinaban los dibujos de Guillén, “sobre todo los motoristas de la Guardia Urbana, que en aquella época llevaban motos Sanglas (nacidas, por cierto, en Manlleu, como Juanjo) y que por la noche eran muy reconocibles por el característico petardeo de su motor. Los guardias llevaban un casco blanco a modo de casquete rodeado por una tira de goma negra y los dibujos mostraban instantes muy determinados de las acciones policiales. Una recopilación de sus dibujos de sucesos compondría una gran crónica de aquellas noches de patrulla de la Guardia Urbana de Barcelona “.

Juanjo Caballero compartió noches en vela a la redacción durante la agonía de Franco; “Unas guardias muy aburridas, pero los fines de semana Antoni Kirchner, uno de los críticos de cine del diario y que fue cofundador de las primeras salas de Arte y Ensayo, llevaba películas prohibidas y la redacción se convertía en una sala de cine improvisada que se llenaba de redactores. En aquellas sesiones solía participar Guillén”. Aquel era el espíritu de la época.

Tras la etapa del dibujo de sucesos, ya entramos plenamente en la fase final del Régimen y se van agrandando las fisuras para aquel ‘periodista gráfico’ que se preguntaba, con Jaume Guillamet, “¿hasta donde podemos llegar?”. Actualidad nacional e internacional. Era la descomposición del Franquismo, los reformistas del Régimen, de la oposición más o menos visible… y en el mundo, la guerra de Vietnam, la revolución democrática en Portugal… Eran años intensos. Llenos de esperanza. La sociedad hervía, como los dibujos de Guillén.

Ilustración por el diario Tele / eXpres | (06/16/1977) Guillén

Pero también eran años de alto riesgo. Tele/eXpres lo sufrió directamente con el llamado “caso Huertas”. Fue la primera batalla por la libertad de expresión en España: el 23 de julio de 1975, el periodista Josep Maria Huertas Clavería fue detenido y encarcelado en Barcelona por orden de un juez militar. Meses después sería llevado ante un consejo de guerra y condenado a dos años de prisión. Y todo por una frase contenida en un artículo publicado en Tele/eXpres en que hacía referencia a que viudas de militares regentaban casas de citas. La condena era un aviso de los militares contra el periodismo, que en los últimos suspiros del Franquismo iba ganando poco a poco parcelas de libertad. Lo que no preveían los militares era la reacción de los periodistas, que cristalizó con una manifestación el 18 de marzo de 1976, con Huertas aún en prisión. Manuel Vázquez Montalbán publicó en Triunfo una crónica: “Por las aceras laterales se conformó una manifestación espontánea de personas que nos aplaudía y los balcones se asomaban los espíritus más libres para secundar con sus aplausos la reivindicación de nuestra libertad, de su libertad”.

Josep Maria Huertas se convirtió en un símbolo de la libertad de expresión, del derecho a la información. En 2006 fue elegido decano del Col·legi de Periodistes de Catalunya y murió diez meses después. Durante este tiempo sufrió un trato indigno por parte de miembros de la Junta que lo veían como un obstáculo para sus aspiraciones de controlar el Col·legi, con objetivos que no tenían nada que ver con el periodismo. Un signo de cómo habían llegado a cambiar los tiempos… y una parte de la profesión.

Revistas míticas: ‘Por Favor’ y ‘Triunfo’

Portada de la revista Por favor nº191 | BNE

Los finales de los sesenta y principios de los setenta eran años en que el periodismo y la política se fundían en el combate por las libertades, empezando por la de expresión e información. La figura de Manuel Vázquez Montalbán encarnaba esta lucha compartida y la lideraba como intelectual de referencia de la izquierda. Este vínculo entre política y periodismo cristalizaba en forma de revistas. Muchas, efímeras. Otras, con más resistencia, se convertían en verdaderos fenómenos populares. Este fue el caso de Por Favor. El primer número apareció el 4 de marzo de 1974, dos días después de la ejecución de Salvador Puig Antich. El país estaba ávido de respuestas y Por Favor era una. La revista agotó rápidamente la tirada de 100.000 ejemplares.

Vázquez Montalbán era el alma de la revista, junto con Jaume Perich. “La redacción vivía una conversación permanente entre ellos dos, a las que se añadía Juan Marsé y todos los demás colaboradores”, explica Josep Ramoneda, que junto a José Martí Gómez firmaban en Por Favor una serie de entrevistas que marcaria época. Maruja Torres explica que “la redacción era una forma de vida, un club, una manera diferente de trabajar, no había jerarquías. Manolo y ‘el Perich’ lo hacían casi todo. Íbamos a tomar copas y continuábamos hablando del mismo”. Habían creado, tal vez sin proponérselo, una gran escuela de periodistas y humoristas.

Revista Por Favor nº191 | Guillén

Vázquez Montalbán quiso incorporar Guillén en este universo intelectual y periodístico que iba creando en torno a la revista. Maruja Torres recuerda a “un muchacho muy de barrio que vestía camisas brillantes, vivaracho, buen compañero, siempre de juerga, cargado de ironía. Contrastaba con el aspecto serio de Perich”. José Martí Gómez también le conoció en Por Favor: “Siempre fumaba, con su camiseta parecía un hippie sin serlo en absoluto y era muy simpático y muy trabajador. De dinero, como casi todos, iba muy justo, pero se lo tomaba con sorna”. Guillén volvía a ser popular… y muy necesario. ¿Por qué? Lo explica Maruja Torres: “Se convirtió en indispensable: era el ilustrador político, tenía trasfondo político”. Sus dibujos, y en especial sus contraportadas en color, aportaban uno de los grandes signos de identidad de la revista.

En una entrevista que le hizo Joaquim Ibarz el 23 de junio de 1978 en Tele/ eXpres, Guillén defiende que “en tiempos de Franco los dibujantes íbamos clavando agujas a las figuras públicas de una manera un poco fetichista. Las revistas de humor hicieron un gran trabajo, los dibujantes lograron derribar figuras del Régimen. Llegaron a ridiculizar tanto a Girón, que la sola contemplación de una foto suya provocaba la hilaridad. Paso a paso se logró que se perdiera el respeto a figuras sacrosantas del Franquismo”. Y para combatir el Régimen, explicaba, lo mejor era utilizar sus armas: “La iconografía de postguerra que nos habían obligado a mamar de una manera inconsciente, desde los fascistas de ‘Roberto Alcázar y Pedrín’ a ‘El Guerrero del Antifaz’, pasando por las colecciones de ‘Florita y Azucena’”.

Contraportada en color revista Por Favor nº191 | BNE

Las redacciones eran en aquellos años espacios de periodismo, pero también de reflexión intelectual. Lo hemos visto en Por Favor. A escala española, hay dos revistas que simbolizan esta ágora: son Cuadernos para el Diálogo y Triunfo. Y en las dos colaboró ​​Guillén. En Triunfo ilustró una serie de diez crónicas, una al mes, de Manuel Vázquez Montalbán. Era en 1981, un año antes del cierre de la revista.

Triunfo había nacido en 1946, pero se convirtió en una referencia a partir de 1962, cuando pasó a ser un semanario de información general. Fue la revista que, en las décadas cruciales de los sesenta y los setenta, encarnó las ideas y la cultura de la izquierda de España, y fue el símbolo de la resistencia intelectual al Franquismo. Sufrió numerosos secuestros y multas, y por ella pasaron periodistas comprometidos con la democracia. Las almas de la revista eran José Ángel Ezcurra (fundador y director), Eduardo Haro Tecglen, Víctor Márquez Reviriego y César Alonso de los Ríos. En el equipo también participaba un joven Juan Cruz, periodista, escritor y uno de los fundadores de El País.

Así recuerda Juan Cruz aquella redacción: “Eduardo Haro Tecglen venía tarde, como a las doce; allí ya había Víctor Márquez Reviriego y César Alonso de los Ríos. Entraba y salía de su despacho, serio, circunspecto, como si fuera un perito observando cómo trabajaban los otros, José Ángel Ezcurra, el director. Siempre llevaba un papel en blanco, y manejaba un bolígrafo a la altura del bigote; parecía que iba a dar un encargo, o que acababa de recibirlo. Castaño, el confeccionador, era una presencia pesada, tranquila. Las luces eran claras, como el patio. Nunca oí una voz más alta que otra. Antes de ir a la redacción propiamente dicha me la imaginaba como en las películas norteamericanas, oscura, poblada de papeles dispersos que, en el suelo, podían dar la impresión de un trabajo trepidante. Imaginaba también teletipos repicando noticias mundiales. De hecho, los imaginaba a todos muy ocupados, porque cuando los llamaba, desde Tenerife o desde Londres, desde donde los escribía o los llamaba para ofrecerles mis textos, siempre decían, o le hacían decir a la chica de la centralita, que en ese momento estaban muy ocupados”.

A Juan Cruz la sensación que le producía aquella atmósfera “era que la revista se hacía sola, o al menos a grandes rasgos. Los redactores jefe (también había Nicolás Sartorius, con su cazadora de cuero marrón, que se dedicaba a temas laborales, una parte fundamental de la revista) hablaban en voz baja sobre los contenidos, y había poca discusión porque la revista tenía un orden interno muy potente, muy prefijado, y no había que discutir la secuencia. Como era semanal, además, los asuntos de Triunfo trataban las noticias más relevantes. Las secciones fijas (libros, cine, política nacional y política internacional) y el prestigio alcanzado por la revista hacían incontestables los tratamientos, su extensión y su tono. Esto no es peyorativo, al contrario: podían publicar lo que fuera porque la gente lo leía igualmente, por la convicción de que transmitían los firmantes… Inolvidable revista y vida inolvidable de cuando España y yo mismo vivimos nuestra enésima adolescencia “.

Años frenéticos

Portada ‘ALMANAC arreu’ 1976 | Guillén

En aquellos años, la actividad creativa de Guillén es muy fructífera, por no decir frenética. Sus dibujos aparecen en Tele/eXpres, en Por Favor, en Triunfo, pero también firma portadas en Presència, la revista que simboliza la recuperación del catalán en la prensa, e ilustraciones en publicaciones como Mundo Diario, Arreu, Oriflama, Destino, Treball… Eran los años de la recuperación democrática y se necesitaba crear un nuevo universo informativo. La natalidad de medios era exuberante… pero también lo era su mortalidad.

Por ejemplo, Mundo Diario creó grandes expectativas, pero sólo resistió seis años (1974-80). Guillén colabora un tiempo con una ilustración a toda página en su modesto suplemento dominical. Otro caso de vida efímera, el semanario Arreu (1976-1977), que prometía mucho, murió al cabo de un año, víctima de las tensiones internas de la fuerza política que la había impulsado, el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Ramoneda, que fue director, recuerda que “quienes estábamos más por demócratas que por comunistas dejamos el proyecto”. De nuevo, éste era el espíritu de la época.

La izquierda tenía la capacidad de generar proyectos brillantes, rompedores, y a la vez alimentaba el germen que los acababa destruyendo. Un caso paradigmático fue la revista La Calle (1978-1982), donde volvemos a encontrar Manuel Vázquez Montalbán… y a Guillén. Andreu Claret era el responsable en Catalunya. Explica que la publicación estaba vinculada al sector más reformador del Partido Comunista: “Esta era su principal fortaleza y su talón de Aquiles. Murió víctima de las tensiones internas de la izquierda”.

En el semanario La Calle, Guillén profundiza con la técnica del collage, inspirado en el Renau que descubre en la bienal de Venecia de 1976 y ensaya, dicho con sus propias palabras, “la manipulación crítica de figuras ya conocidas o asimiladas por la gente”. El resultado son unos magníficos fotomontajes. Uno de estos collages le costó el procesamiento por un delito de desacato al ex ministro del interior, Rodolfo Martín Villa. El fiscal pedía un mes y un día de prisión por la imagen en la que se veía el político en traje de luces, con una capa y un rifle en la otra mano, acompañado de fragmentos del Guernica y bajo el titular: “San Fermín: la última faena de la tarde”.

El dibujo hacía referencia a unos hechos ocurridos el 8 de julio de 1978 en Pamplona cuando, tras el despliegue de una pancarta a favor de la amnistía, la policía irrumpió en la plaza y dejó más de 150 heridos y un estudiante muerto de un tiro en la frente. Esta intervención, que motivó una huelga general en Navarra y en Euskadi, no fue juzgada, pero en el año 2019 se incluyó dentro del proceso abierto por la jueza argentina María Servini contra los crímenes del Franquismo. Justicia poética. Mientras escribía estas líneas, Martín Villa declaraba al juzgado por, entre otros casos, esa “última faena” en Pamplona.

Andreu Claret recuerda un tiempo “muy difícil, pero también muy esperanzador”. Un tiempo en que “intentaba hacer de periodista, pero no acababa de encajar en un proyecto tan politizado como era La Calle“. Este no fue el único problema: “La revista – recuerda Claret- nació con espíritu confederal. La visión de Manolo Vázquez Montalbán y la mía partían de la pluralidad del país. Se trataba de pensar la realidad, toda, desde perspectivas diferentes. Pero se acabó imponiendo la pulsión centralista de Castilla. Nos decían ‘los catalanes soys cojonudos’, pero no nos tenían verdaderamente en cuenta”.

Esta pulsión es la que siempre ha impedido proyectos periodísticos con espíritu confederal en España. Guillén y yo mismo vivimos la repetición de la historia entre los años 2012 y 2017, cuando estábamos juntos en un proyecto periodístico en Catalunya, pero también vinculado a uno de ámbito de toda España. Treinta años después, la época era muy diferente, pero las mentalidades seguían siendo las mismas. El vínculo que desde Catalunya veíamos como un espíritu de cooperación, desde Madrid era considerado sólo como un recurso instrumental. Esta vez, la relación duró cinco años, hasta que desde el centro se decidió que ya no necesitaban “pensar la realidad, toda, desde perspectivas diferentes”.

Volvemos a principios de los ochenta. Mientras se iba apagando La Calle y el espíritu confederal en la prensa, nacía en Catalunya, en 1981, un proyecto ambicioso: El Món. Salvador Alsius era el subdirector y recuerda que la publicación “tenía la firme voluntad de ser un semanario independiente y de amplio espectro desde el punto de vista político. La mejor prueba es que el primer número publicaba una conversación de Miquel Roca, Josep Antoni González Casanova y Jordi Solé Tura sobre la Constitución”.

Ilustración del Guillén, publicada en la revista ‘El Món’ (04/23/1982)

Guillén tampoco podía faltar. “Él llevaba un dibujo cada semana, y nos fuimos haciendo amigos -rememora Alsius-. Eran viñetas muy atrevidas para la época, y recuerdo una en en concreto que Lluís Bassets, el director, no se atrevió a publicar. Se veía el papa Juan Pablo II con minifalda, a propósito de algún falso aggiornamento de la iglesia”. En El Món escribieron nombres ilustres del periodismo y de la literatura, pero una cadena de crisis lo llevaron al cierre en 1988.

lustración del Guillén, publicada en la revista‘El Món’ (22/12/1983)

Los tiempos ya eran otros. Guillén, con ironía, explicaba su tránsito por aquellos años frenéticos que van de finales del Franquismo a los primeros años de la democracia. “He estado -decía- en todas las publicaciones progresistas que merecían ser cerradas en este país: Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, Por Favor, La Calle, Arreu, Presència, Mundo Diario, Destino… Y, al final, después de la muerte de Franco, me encontré sin publicación “.

Los nuevos tiempos

El año después de la muerte de Franco empezaban a convivir dos mundos en la prensa: los medios que habían nacido en las postrimerías del Franquismo con la voluntad de impulsar la democracia y los que surgían ya bajo la nueva y frágil libertad tras la dictadura. Se configuraba un nuevo ecosistema mediático en Catalunya y en España como reflejo del cambio que experimentaba la sociedad. Maruja Torres le pone una fecha y un nombre: “La aparición de Interviu (1976) cambió el escenario porque cuando se acaba una dictadura la gente no quiere lo que tenía. Interviu representaba una nueva era”. Ese mismo año, nació El País, el otro gran vector de cambio. “Su irrupción -afirma José Ramoneda- modifica el campo de juego”.

Existe un tercer factor, explica Ramoneda: “La obsesión de Jordi Pujol por intervenir en los medios; obsesión que hundió El Correo Catalán y los semanarios Destino y Oriflama. Era una ‘guerra cultural’ del nacionalismo conservador, con la complicidad del PSOE de Felipe González, contra el PSUC”. Estas guerras siempre acaban mal para la prensa. Uno de los ejemplos más claros fue Destino.

“Igual que se ha dicho que el Barça es más que un club, Destino fue más que un semanario. Conectó con amplios sectores de la población, y se convirtió en indispensable para conocer la evolución de la cultura y las costumbres de Catalunya. Dejó una gran huella, no sólo en el mundo de la prensa, sino como parte de una sociedad que quería ser diferente bajo el Franquismo “. Así definía la revista Dolors Lamarca, directora de la Biblioteca de Cataluña, cuando en marzo de 2010 la colección completa del semanario se incorporó a la Memòria Digital de Catalunya. “Es -afirmaba- una de las joyas de las publicaciones catalanas en lengua castellana. Por supuesto que la más valiosa”. En la revista, colaboraron escritores de la talla de Josep Pla, Josep Maria de Sagarra, Néstor Luján, Joan Perucho, Blai Bonet o Juan Ramón Masoliver, entre muchos otros.

Borrador de la caricatura de Néstor Luján, para la publicación ‘Destino’ | Juanjo Guillén

El semanario vivo tres épocas. La primera comienza a finales de 1937 en Burgos, en plena Guerra Civil. Un grupo de catalanes, que se habían “refugiado” en la zona controlada por las tropas sublevadas contra la República, crea la revista bajo la inspiración del ideario falangista. Esta primera vida, que podríamos calificar de franquista, dura hasta el 1957, cuando el editor Josep Vergés consigue el cien por cien de la propiedad de la revista y al año siguiente nombra director a Néstor Luján. A partir de aquí el semanario se convierte, con todas las limitaciones que representaba la Dictadura, en un referente para la sociedad que aspiraba a la modernidad y libertad de Europa, a la democracia, y que se sentía catalanista.

Guillén colaboró ​​en Destino al final de esta segunda vida. Llegó de la mano de Carlos Pérez de Rozas, con Néstor Luján de director. “Fue -rememora- una corta, pero muy agradable, aventura que terminó al cabo de tres meses, cuando Jordi Pujol compró la publicación, en 1977, y destituyó Néstor Luján para poner en su lugar a Baltasar Porcel. Un cálido almuerzo de despedida que nos regalamos en el restaurante Ca l’Agut puso fin a la aventura”. A partir de aquí, Destino entra en la tercera y última vida: deja de ser abierto y transversal para estar al servicio de una causa política reduccionista. La decadencia dura tres años, hasta que, en 1980, Destino cierra.

El panorama que se iba configurando restringía las posibilidades del “periodismo gráfico” de Guillén. Un buen refugio era El Periódico, el diario que había nacido en 1978 de la mano de un empresario valiente y visionario, Antonio Asensio (dos años antes había creado Interviu). Guillén colabora en diferentes etapas a lo largo de los años ochenta con una página entera a color al dominical con los títulos de ‘A palo seco, ‘Momentos estelares de la historia de España’ y ‘La Pera’, y con dibujos en blanco y negro varios veranos. Antonio Franco, director de El Periódico en aquellos tiempos, recuerda un Guillén “cálido, listo, incisivo en todo, luchador incansable y, dentro del periodismo, siempre tuve la sensación de que Juanjo era de aquellos que se levantaba cada mañana con ganas de empujar para que llegáramos a vivir en un país normal, abierto, claro y decente”.

Es también en los años ochenta cuando se produce otro giro de guión. Los dibujos de Guillén incorporan movimiento y aparecen en la televisión. En 1983 nace TV3. Es una televisión innovadora y allí tenemos a Guillén. Salvador Alsius recuerda que ” Juanjo hacía el ‘Microclip’ para ‘mi telediario’ de mediodía. Esta edición tenía un formato medio informativo medio magacín por una serie de razones muy estudiadas, y me inventé toda una serie de secciones fijas. Él se avino a experimentar con el tema del dibujo animado electrónico, porque en estas cosas siempre se apuntaba a la innovación. Supongo que mirado ahora nos parecería una ‘cutrada’ total, pero en ese momento lo era el rien ne va plus “.

Guillén hacía dos “dibujos animados” a la semana, hasta el año 1988. Después siguió un tiempo en TVE con sus Microclips. Era una tarea artesanal que le llevaba más de veinte horas de trabajo. Una entrevista publicada en El Periódico en abril de 1985, firmada por Mercè Sus, comenzaba así: “Quién fue azote del Franquismo desde su tintero en Por Favor hoy está utilizando gráficamente la informática en los telediarios de TV3, toda una primicia en Europa”. A lo largo de la conversación, Guillén explica que “no se trata de un dibujo animado al uso, sino un parpadeo de expresiones esquemáticas en sentido muy primitivo y que se captan rápidamente”.

De nuevo aparece el Guillén que experimenta nuevas formas de comunicación: “Estoy acostumbrado a enfrentarme con los materiales. Para mí, esto ha sido una nueva experiencia a la hora de buscar lo que me interesaba. Es una técnica llena de posibilidades para el dibujo y el grafismo”. La perspectiva que nos dan 35 años demuestra hasta qué punto estaba acertada la predicción. “El reto -insistía el año 1985- es que los jóvenes vean que el ordenador no es un instrumento alineador, sino que sirve muy bien para el desarrollo de la imaginación”. Siempre aparece la vocación pedagógica, materializada también a lo largo de años y años de docencia en el Institut del Teatre.

De ‘La Vanguardia’ a ‘Catalunya Plural’

A finales de los años ochenta se recupera el Diario de Barcelona, ​​el Brusi, nacido en 1792, y que había sufrido tantas vicisitudes como la ciudad. En 1986 reaparece en el quiosco editado por el Grupo Zeta, pero no acaba de funcionar y la cabecera vuelve a su condición de histórica en 1993. Durante los primeros años de esta nueva vida del Diario de Barcelona, ​​Guillén hace un dibujo que acompaña la editorial. Es una ilustración muy trabajada que interactúa con el texto.

Ilustración de Guillén publicada en ‘Diari de Barcelona’ (04/04/1989)

La mayoría de periodistas y medios de comunicación participaron del catalanismo, hegemónico desde la muerte de Franco hasta principios de siglo XXI. Esta sintonía entre la política y el periodismo contribuyó a la cohesión de la sociedad, pero, al mismo tiempo, también creó la ficción del llamado oasis catalán. La Generalitat recién recuperada era frágil y la prensa desarrolló un insano instinto de protección. Posiblemente, los casos de corrupción que estallaron en el segundo decenio del siglo XXI surgieron de aquellos antiguos silencios. Sólo una minoría de periodistas y medios fueron a contracorriente y lo pagaron con el ostracismo. Este es el caso de El Triangle, una de las pocas voces críticas en los tiempos hegemónicos del pujolismo. El semanario publicó su primer ejemplar el 1 de enero de 1990. Y allí, en la portada, había un dibujo de Guillén.

‘ÁLBUM DE CROMOS POR GUILLÉN’ La Vanguardia (29/11/1998) | Guillén

En los noventa, Guillén se dedica principalmente a la escenografía y a las clases. Sus dibujos desaparecen de la prensa, hasta que el 8 de noviembre de 1997 se publica una noticia que lleva por título ‘El humor de Guillén, en La Vanguardia’. La noticia explica que “el veterano humorista gráfico de la prensa catalana recuperará la sección ‘Álbum de cromos’ que hacía en los años setenta en Por Favor“. Era su regreso al dibujo satírico y se añadía a la apuesta por el humor que el director, Joan Tapia, había hecho con Toni Batllori y la sección de “El Burladero”, dos páginas semanales que recuperaban tradiciones del humor como El Be Negre… ¡en La Vanguardia! (Con Jaume Collell, Toni Coromina, Jaume Bach o Enrique Ventura, entre otros).

Joan Tapia argumenta su apuesta por incorporar el humor en La Vanguardia que “nos hace reír o nos provoca una sonrisa con unas claves diferentes, más libres y más espontáneas que las de la normalidad. Por eso el humor ha sido parte del periodismo. Por eso los grandes diarios suelen tener siempre secciones o viñetas de humor. Mediante el chiste, o la viñeta, se trata de reflejar y explicar, desde un ángulo menos rígido y convencional, lo que ocurre en la realidad. El código de la información es la explicación objetiva de la realidad, aunque demasiadas veces esté teñida de subjetividad. Por el contrario, la clave del humor es la libre ocurrencia sobre lo que sucede en la vida real”.

Cromo / La Vanguardia | Guillén

Para Joan Tapia, “el humor y la ocurrencia inteligente han sido siempre relevantes, e incluso sustanciales, en los grandes periódicos y revistas. La entrada de Guillén a finales de los noventa en La Vanguardia, que había colaborado ya con éxito en periódicos y revistas como Tele/eXpres, Por Favor, o Triunfo, fue una aportación libre y apreciada en sus páginas de opinión. Nos llevó su sello personal, atrevido y rico, a la pluralidad de un diario que hacía un esfuerzo cotidiano para ser leído por públicos muy amplios y diversos”.

Vinyeta del Guillén per La Vanguardia (09/07/2000) | bnc

La llegada de Guillén en La Vanguardia debe enmarcarse en las “primaveras de libertad” que viven los medios en determinadas épocas. Eran unos tiempos difíciles para el periódico, amenazado por la pinza que hacían el Partido Popular de José María Aznar y el Gobierno de Jordi Pujol. Las dos fuerzas habían firmado el Pacto del Majestic y entre sus obsesiones compartidas estaba la de controlar La Vanguardia. El humor, una vez más, era una forma de escapar de la presión.

Guillén ocupaba un espacio de opinión en la Revista del domingo. En la sección de ‘Claves’ se publicaban dos artículos de las mejores firmas del diario y su dibujo, todo un editorial. En el año 2000, justo unos días después de alcanzar la mayoría absoluta, Aznar se cobra la pieza que le obsesionaba, la dirección de La Vanguardia. El diario dejaba atrás la primavera y se adentraba en un oscuro invierno que duraría años. El dibujo de Guillén resistió hasta 2007 pero, como ‘El Burladero’, terminó cayendo. Como tantos otros que, por dignidad, dejamos el diario. A la hora de ejecutar su plan, José Antich, el director que era fruto de la pinza entre Aznar y Pujol, encontró complicidades y silencios, algunos muy dolorosos porque procedían de quienes Juanjo creía sus amigos. Aquella redacción no era la del Tele/eXpres. La época y los miedos eran otros.

Ya fuera de La Vanguardia, Juanjo y yo nos reencontramos a la hora de crear la Fundació Periodisme Plural. Muchos periodistas necesitábamos tener un espacio para seguir ejerciendo la profesión de forma independiente y libre. También aquel “periodista gráfico” de mil batallas. Pusimos en marcha varios medios, entre ellos Catalunya Plural, donde Guillén publicó durante cinco años sus dibujos. Eran los tiempos más intensos del Procés. Cuando la propaganda invadió de forma descarnada el espacio del periodismo. Recuerdo que tanto él como yo experimentamos ese periodo con una cierta sensación de ahogo.

Viñetas publicadas en Catalunya Plural(2014)

José Martí Gómez define Guillén como “un francotirador ajeno a las camarillas”. Y Andreu Claret está convencido de que “Guillén no es un personaje de consignas, ni que lo maten”. El espíritu independiente de Juanjo no encaja nada en una época donde el poder lanza consignas que muchos periodistas siguen ciegamente. Sus dibujos en Catalunya Plural reflejan este espíritu libre frente una mayoría social y mediática que dejó de ser crítica. Y de una cierta izquierda española, fascinada con el clima “revolucionario” de Catalunya, cuando lo que pasaba era todo lo contrario.

Viñetas publicadas en Catalunya Plural (2015)

El primer síntoma de que se acaba una “primavera” en un medio de comunicación o en un país es cuando se empieza a perder el sentido del humor. O cuando se impone un falso humor, que es sólo propaganda, que pretende adoctrinar a los ciudadanos; todo lo contrario de la libertad y la crítica. Es en este contexto, que Guillén, en 2017, vuelve a refugiarse en la escenografía y la pintura. Pero el “periodista gráfico” sigue ahí y confío en que vuelva lo antes posible. Sería el primer signo que hemos recuperado el sentido del humor.

Este texto ha sido publicado originalmente en Guillén. Màgia a l’espai escènic, editado por la Biblioteca de Catalunya

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