¿Cómo te sentirías si tuvieras que justificar continuamente tu propia existencia ante un juez, un médico, o de la sociedad en su conjunto? El pasado mes de junio se aprobó en el Consejo de Ministros el anteproyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, la enésima martingala del PSOE para desvirtuar los derechos de las personas trans. Después de varios meses de negociación, el resultado obtenido y acordado ha sido un conjunto de diecinueve artículos específicos para personas trans en una ley que recoge derechos, algunos más concretos y otros más difundidos, para todo el colectivo de personas LGBTI.
Es cierto que entre las novedades jurídicas que reconoce la ley se encuentra la autodeterminación del género sin condicionantes en forma de análisis psicológicos, clínicas, judiciales ni terapias quirúrgicas a partir de los 16 años de manera completamente libre y a partir de los 14 con la autorización de los progenitores o del juez; uno de los aspectos más retrógrados y humillantes de transiciones: ya no habrá nunca más un informe médico que acredite una “situación estable de transexualidad”, que la persona “socialice femenina/masculinamente con su entorno”, o el requisito indispensable de someterse a una terapia de sustitución hormonal – con los riesgos para la salud y efectos secundarios que conlleva – durante dos años. Un hito de lo más positivo para gran parte de las personas trans.
Sin embargo, en los últimos tiempos, las mujeres trans y las personas no binarias hemos sido especialmente señaladas como obstáculos para determinadas agendas feministas. El sector feminista radical (TERF, del inglés, Trans-exclusionary Radical feminista) – que es más bien reaccionario y rancio que feminista, y se encuentra bien apuntalado por los pilares del régimen del 78 – ven en el anteproyecto una amenaza para lo que defienden. Esgrimen que un hombre puede acogerse a esta ley para evitar las condenas por violencia de género, para ir a una cárcel de mujeres, para entrar en los baños y vestidores públicos de mujeres o para cambiar de categoría en el deporte; aspectos ciertamente peligrosos y que supondrían un riesgo para las mujeres cis, de ser ciertos. En primer lugar, el cambio de sexo registral no tiene efectos retroactivos, por lo que un delito de violencia de género cometido en una situación anterior al cambio de sexo registral no alteraría la condena. En segundo lugar, es cierto que esta persona iría a una cárcel de mujeres, aunque los beneficios de este hecho son, cuando menos, dudosos. Según un informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), las condiciones de estas prisiones, en nuestro Estado, son mucho peores que las de hombres. Además, en el sistema penitenciario actual, las personas condenadas por crímenes de abusos y violaciones se encuentran muchas veces aisladas y en módulos separados para evitar “la ley de la prisión”. En tercer lugar, desde mi experiencia, nunca he tenido ningún problema para ducharme en un gimnasio, de hecho, todo lo contrario. Las primeras veces fueron mis compañeras de Workout las que intentaban que no estuviera nerviosa y avergonzada por tener genitales masculinos.
Finalmente, sobre la cuestión de las mujeres trans y el deporte, muchos son los estudios que incansablemente quieren llegar a la conclusión de la ventaja competitiva natural, pero en ninguno se valora el impacto emocional y psicológico que supondría la exclusión, la segregación, el odio irracional constante o la dificultad intrínseca que tenemos las personas trans durante determinadas etapas de nuestra vida no sólo para poder desarrollar una carrera deportiva sino cualquier carrera professional.
Ahora bien, personalmente, no puedo considerar el Anteproyecto como un punto y final a las demandas y reivindicaciones tanto históricas como actuales, queda demasiado camino por recorrer para celebrar nada. No reconoce ningún derecho a las personas menores de doce años, a las personas extranjeras con residencia legal en España ni a las personas de género no binario; y las medidas relativas a los incentivos laborales, a la atención sanitaria o educativa son aún vagas e imprecisas. Por un lado, ¿qué sentido tiene dejar de lado a las personas menores de edad, cuando se pueden parar adolescencias y juventudes llenas de sufrimiento? ¿Tan difícil es comprender que si educamos en el respeto, la tolerancia y la libertad es posible que las personas menores de edad puedan tomar decisiones informadas sobre su vida? Primero, las facilidades burocráticas para que sean eficaces tienen que venir de la mano de una mejora en los esfuerzos públicos en atención psicosocial a las jóvenes, sea cual sea su condición. Segundo, creer que las personas trans, si se nos informa y educa en lugar de reprimirnos, no podemos ser conscientes de quienes somos, es otra evidencia de que el paternalismo adultocentrista boomer ve su statu quo amenazado.
Por otro lado, no da respuesta al desabastecimiento de hormonas en las farmacias, el cual provoca que las mujeres trans cada cuatro semanas tengamos que vivir una situación de angustia y de incertidumbre, sabiendo que quizás aquella pastilla de estradiol será última que nos tomaremos. Desde el sector de las farmacéuticas, generalmente nos encontramos con una falta de interés traducida en comentarios como “Ir llamando a otras farmacias, a ver si alguna tiene”, “No tenemos stock, siguiente”, o “Puede que lleguen el lunes, el miércoles o ya la próxima semana”. La única acción que se ha hecho por parte de la pública ha sido la autorización de fórmulas magistrales que, como que el desabastecimiento es de los propios componentes de las fórmulas, no ha solucionado el problema. En las zonas rurales, donde las farmacias que hacen fórmulas magistrales son poco frecuentes, la situación se agrava.
Finalmente, las que defienden la abolición del género y atacan a las personas trans para que perpetuemos los roles de género clásicos masculinos y femeninos – como por ejemplo yo, una mujer trans amante del fútbol, de los videojuegos y de levantar barras con discos mientras soplo – creen que justamente las personas no binarias pueden ser también una amenaza al romper el binarismo en el género.
En definitiva, argumentar que es mejor tener una ley que reconozca poco porque cuando la derecha llegue al gobierno será peor es desvirtuar la lucha y la reivindicación de nuestros derechos de manera pusilánime. No podemos conformarnos con las migajas de un PSOE a la deriva, presionado por argumentos falaces, cargados de odio y de transfobia, por parte de la derecha, la ultraderecha y las TERF, mientras nos asesinan, nos desprecian y nos humillan constantemente. Estamos sufriendo día tras día una campaña que amenaza nuestros derechos, separándonos e intentando enemistarnos con la lucha obrera, el socialismo y el feminismo. La futura ley trans debe partir del transfeminismo, de la sororidad y de la concepción de la realidad trans como una lucha de clases entre opresoras y oprimidas. Nuestros derechos no son negociables y no dejaremos a ninguno de nosotros atrás. Bajo la bandera azul, blanca y rosa cabemos todas, solidariamente unidas.


