Cuando uno acomete una investigación casi siempre quedan flecos, y ante ellos hay varias opciones. La primera y más lógica es pensar en recuperarlos para llenar los huecos pendientes. La segunda es obsesionarse, nada aconsejable, y la tercera ejercer la posición del cínico amante de conformarse, algo nefasto en el mundo de los estudios urbanos, donde no basta dar con las minucias significantes al ser menester diseccionarlas hasta los topes.
En este sentido pido disculpas por mi escasa precisión de la semana anterior con el passatge Artemis, aunque la enmendaré esta semana, a diferencia de mis antecesores, tan vagos como para no consultar ni siquiera en su versión digital el Archivo Municipal, perdonen el pareado, de Barcelona.
Pongámonos en antecedentes. El jueves pasado informaba de cómo el pasaje Artemis tiene una fachada de 1932, indicio de un inicio, aunque si somos coherentes estas fechas nunca son las del principio de la construcción, más bien indican su punto y final. La unidad de la travesía, salvo algún desastre del Desarrollismo franquista, invitaba a dos posibilidades diáfanas, elementales querido Watson: bien la decisión de un propietario de los terrenos, contento de efectuar permutas u operaciones favorable para deslindar sus hectáreas junto al torrent de la Guineu, bien una carambola propicia para varios focos de interés a partir del urbanismo, con el Ayuntamiento en el palco de honor de todo el tinglado.
La segunda es la correcta. Oh, adelanté acontecimientos. Mis dudas se incrementaron tras recibir un libro maravilloso, Barcelona vista des del cel (Lunwerg, 2002), donde, como siempre, el barrio del Guinardó y aledaños se parte, en este caso en una toma aérea de 1947, bien útil porque, como es comprensible, la ciudad no podía haber cambiado mucho tras la Guerra Civil.

En ella se aprecia muy bien una sospecha. Durante la pandemia extreme, en mi vocabulario el primer confinamiento, iba a una panadería del passeig Maragall en su esquina con Navas. Como no podía caminar mucho más por temor a una multa bajaba un poco y contemplaba maravillado la casa del número 364 de la avenida dedicada a esa batalla de la Reconquista, una vivienda sencilla, con ese encanto propio de la modestia de las barriadas de la periferia.

En la vista se remarca como este sector de Navas y el pasaje de Artemis constituyen una unidad, y no es de extrañar, entre otras cosas porque el paseo hacia la Meridiana fue un largo proceso, culminado con lentitud durante décadas. Este tramo era su debut hacia abajo, y la casa en cuestión según el catastro es de 1935. Bingo, sí, pero faltan otros detalles de suma relevancia.
El passatge d’Artemis se ubica entre el carrer d’Olesa, en los documentos de la época O, y Juan de Garay. En abril de 1931, quien sabe si antes o después de la proclamación republicana, los planos denominan la plaça Maragall como la del Marqués de Magaz, relativo al vicepresidente del Dictador Primo de Rivera entre 1923 y 1925 y gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII.

El dato es símbolo de un tiempo. A nosotros nos interesa el pasajito. El 26 de enero de 1933 un párrafo de la Gaceta Municipal, republicana y en catalán, concede a Pere Mach, presidente y representante legal de la cooperativa para la construcción de casas baratas para funcionarios públicos, permiso para edificar veintiséis casas en un pasaje emplazado entre la calle O, no deja de resultar curioso verlo en muchos planisferios anteriores como de Juan Boscán, y Juan de Garay.
Hemos dado con el enigma. Los inmuebles disponían de despacho, sala, un pasillo de enlace a modo de recibidor, dormitorios, comedor, cocina, galería y lavabo. Los bloques de la izquierda, de canónica planta y piso, daban a Navas, con el torrent de la Guineu deslizándose en medio de ambas calles, mientras a la derecha se observa poca actividad edilicia en Lope de Vega, tras el conflicto rebautizada como Vizcaya.

Muchas veces he pensado en cómo el imaginario barcelonés es de una perversión absoluta. Al privilegiar el Modernismo por encima de cualquier otro período se omite la trascendencia de los años veinte como pilar expansivo urbano, quizá por aquello de no valorar legislaciones, en realidad la primera ley de Casas Baratas es de 1911, consolidadas durante una Dictadura, nada anómalo si se atiende al incremento poblacional de esa década.
Las casas baratas en los antiguos pueblos del Llano son una constante. En Font d’en Fargues, el mismo Guinardó y Can Baró tenemos de periodistas. En Vallbona, a recuperar desde la pedagogía urbana, las hay de carteros, y en la Font de la Guatlla, pueden consultar el artículo y mi descubrimiento en este mismo periódico, damos con unas bellísimas de empleados municipales en el carrer de la Font Florida, cuya autoría corresponde a Josep María Martino Arroyo, especialista en el modelo británico de la ciudad jardín.
Las de Artemis llevan la firma de Joan Ventura, de quien, tras combinar algunas pesquisas, sólo he podido averiguar su labor como maestro de obras en un panteón del Doctor Turell en el Cementerio de Sarrià. Así, al menos puedo legar un misterio para futuros barcelonautas, incluso para servidor, porque cuando me pongo algo entre ceja y ceja soy demasiado pesado.

La conclusión a todo el embrollo puede sintetizarse de la siguiente manera. A finales de los años veinte, cuando se configura todo el entorno y abandona su aire rural a marchas forzadas, la administración percibió la imperiosa necesidad de dotar a Navas de Tolosa de un comienzo decente. La situación del enclave y sus alrededores no impedía, con el añadido de tapar el curso del torrent de la Guineu en la superficie, el nacimiento de un pasaje, coronado como el de las Magnolias hasta la primavera de 1941, cuando, al fin, la diosa Artemisa se instaló en el lugar.
Poco antes de la Guerra, el 20 de enero de 1936, nuestra amiga la Gaceta Municipal otorga a Pere Mach la exención de los derechos de permiso para la instalación del suministro del gas. Todo quedaba en orden, y así servidor al menos ha podido contar la historia de este rinconcito sin mucho relato, solo belleza y deleite por los dones del agua y el paisaje.


