Cuando comenzó la pandemia del Covid-19, resonaba la idea de que de esta saldríamos “mejores” por diferentes motivos: habíamos aprendido la fragilidad y la importancia de no alterar los equilibrios ni metabolismos de la naturaleza y sus ecosistemas; habíamos aprendido lo importante que los servicios públicos sociosanitarios y el trabajo reproductivo; entendimos que lo que es esencial para la reproducción de la vida gira en torno la alimentación, la vivienda y sus servicios básicos (luz, agua y gas); aprendimos la necesidad de tener un modelo productivo capaz de detenerse para hacer prevalecer la salud de las personas; se nos hizo evidente la fragilidad del modelo económico vigente -y el impacto negativo que tiene sobre las personas- que no responde a las necesidades de la comunidad, sino que está al servicio del lucro y el beneficio privado. Parecía también, que la pandemia nos abría los ojos a unas desigualdades cada vez mayores entre aquellos que controlan los medios de producción, los lobbys empresariales y las élites económicas cada vez más ricas y una clase trabajadora y clases populares cada vez más pobres, despojadas, frágiles y excluidas.
Y digo parecía, porque la sensación es que todos los supuestos aprendizajes han quedado en un espejismo puntual. Porque hoy, cuando los firmes defensores de este modelo depredador de tierras y de personas nos dicen que todo irá bien si seguimos haciendo exactamente lo mismo que nos ha llevado hasta el desastre, el espejismo se deshace. Y aceptamos y aplaudimos las viejas recetas económicas, políticas y sociales que nos empujan cada vez más y más rápido al colapso medioambiental y humano.
Un buen ejemplo de todo esto es la delirante propuesta de unos Juegos Olímpicos de Invierno Barcelona-Pirineos. Y más acotado a la comarca del Ripollès, el proyecto de Bike-Park Resort: el equivalente a unas pistas de esquí para bicicletas con todas sus infraestructuras (aparcamiento, restaurante, alojamiento, telesillas, senderos para el descenso …) con el objetivo de traer 250.000 turistas anuales a la comarca.
Dos proyectos que están en las antípodas de caminar hacia una dirección opuesta al precipicio, y totalmente contrarias a lo que se supone que habíamos aprendido estos dos últimos años. Dos ejemplos que se vistan como se vistan, utilicen la retórica que quieran sus defensores, ni son sostenibles, ni medioambientalmente justos, ni aportan beneficios a la población de las zonas afectadas. Al contrario: agudizarán unos ecosistemas cada vez más frágiles y pobres; llenarán el territorio de infraestructuras que tienen fecha de caducidad e inútiles en pocos años; fomentarán el turismo internacional con el impacto negativo sobre la Tierra debido a las emisiones de CO₂ y el consumo masivo de combustibles fósiles; harán desaparecer la vida campesina y campesina en el territorio y sus alrededores; fomentarán el éxodo de personas por el encarecimiento e imposibilidad de acceder a una vivienda fruto de la especulación y promoción pensada sólo para el turismo y las segundas residencias; nos condenará a trabajos temporales y precarias como única opción de subsistencia; aumentará el colapso de los servicios sanitarios que ya hoy en día no pueden atender a la población que vive en el territorio y forzará el cierre de sufridos negocios tenderos y de hostelería en beneficio a grandes cadenas y marcas de este sector. Proyectos que ciertamente generarán beneficios económicos, pero con la premisa y condición necesaria que seamos las trabajadoras las que nos repartiremos los muelles mientras los propietarios de los negocios y de las infraestructuras se quedarán con el pan entero.
Nos quieren vender gato por liebre, y las justificaciones a estos proyectos sólo se pueden entender desde el cinismo, la hipocresía o la ignorancia, o de las tres al mismo tiempo. Reconocer la crisis climática existente y defender estos proyectos no es compatible. Un mundo rural vivo y el modelo turístico de masas tampoco. Un territorio donde vivir o un parque temático y de recreo para turistas. Las dos cosas no pueden ser.
El capitalismo pues, que hoy encuentra en los macroproyectos turísticos una oportunidad para seguir con su finalidad básica e imprescindible de crecimiento y acumulación de capital, nos aboca -y esto forma parte de la misma esencia del modelo- a unas condiciones de vida precarias individual y colectivamente. Para que éste pueda seguir funcionando, necesita de forma obligada lograrlo a través del empeoramiento de nuestras vidas mediante la destrucción, el expolio y la explotación. Podemos afirmar que el modo de producción capitalista no es compatible con una vida digna para las clases populares de todas partes.
En la disyuntiva entre parque temático o territorio donde vivir nosotros tenemos claro que en el mundo rural, como es el Ripollès y el conjunto del Pirineo y Prepirineo, apostamos por la segunda opción. También sabemos que es posible y sabemos cómo hacerlo. El problema pues, no es que no haya alternativa, sino que no hay voluntad de hacerlo diferente. Básicamente porque esto implica romper de raíz con las políticas neoliberales, que mientras benefician a una minoría (sólo hay que ver las élites, empresas y lobbies que defienden la candidatura de los JJOO Invierno) condenan a la tierra y a las personas a la miseria. Y aquí es donde se hace evidente que la lucha ecologista y de defensa del territorio no se puede discernir de la lucha de clases, y por tanto, los intereses opuestos de unos y otros entran en contradicción también en el mundo rural. Lo repetimos, o bien apostamos por un modelo que beneficia a los propietarios del capital, o apostamos por un modelo que beneficie al conjunto de las personas que viven o quieren vivir, en este caso, en entornos rurales.
Imaginemos, por ejemplo, si todo lo que se quiere invertir en tiempo y dinero para unos JJOO Invierno o un Bike Park se invierte en políticas para garantizar el acceso a la vivienda. O se invierte a poner a disposición fincas y masías para iniciar proyectos agrícolas y ganaderos que cuidan el territorio, la enriquecen y nos producen alimentación de calidad. Brigadas públicas de gestión forestal y de ríos, que a la vez se acompañen de calderas de biomasa para tener energía pública y renovable. También en la recuperación bajo control público y popular de centrales hidroeléctricas, con la necesidad lógica de trabajadoras para su funcionamiento. Internalizar servicios de titularidad, gestión y provisión pública sanitarios, educativos o de transporte y aumentando sus plantillas para garantizar un acceso universal y de calidad.
Sólo con estas propuestas, fijaríamos y aumentaríamos la población de las zonas rurales, mejoraríamos los servicios comunitarios que benefician a toda la población, protegieran el medio ambiente y el entorno natural que nos rodea y tendríamos un mundo rural donde sería realmente posible vivir dignamente sin vender ni la tierra ni las personas a los mejores postores.
En contra de un modelo, el turístico, que sólo aporta beneficio privado para una minoría, nosotros apostamos por el beneficio colectivo de las clases populares. Las propuestas hechas pretenden eliminar la propiedad y el lucro privado de una minoría que controla y posee los medios de producción, los negocios y los elementos esenciales (sanidad, educación, vivienda, energía …) para la vida de cualquier persona. Defendemos que el beneficio colectivo sólo se puede conseguir si estos servicios son de propiedad y provisión pública, y bajo control y toma de decisión sobre estos desde la participación activa de la comunidad que se beneficia.
Ojalá sí que hayamos aprendido algo, y que de la crisis que estamos viviendo salga la decisión colectiva de volver a construir sociedades donde vivir no sea un lujo. Toca romper la hegemonía cultural que nos ha ganado el capitalismo, basada en el individuo y el individualismo, que hace que estos macroproyectos nos puedan parecer atractivos en primera instancia. Recuperar la conciencia de clase para pensarnos y organizarnos a través de políticas que beneficien al conjunto de los individuos que viven en una comunidad, debería ser la razón única hacia donde seguir caminando.


