WASHINGTON D. C. | Joe Biden fue senador entre 1973 y 2008 y sirvió como vicepresidente de Barack Obama durante sus dos mandatos (2008 a 2016). Durante sus décadas en el Senado, Biden a menudo fue el demócrata de mayor rango en el comité de relaciones exteriores. Su experiencia en política exterior y de seguridad durante décadas fue uno de los motivos de que Obama le escogiera como candidato a vicepresidente por el partido Demócrata en 2008.

Durante los ocho años de Obama no se escondió que Biden discrepó de algunas decisiones trascendentales tomadas por la Casa Blanca. Durante años afirmó que Irak no tenía futuro como país y propuso que había que dividirlo en tres entidades políticas: una kurda, una suní y una chií. El 1 de mayo de 2011 se opuso a llevar a cabo la operación de fuerzas especiales SEALS que encontraron a Osama Bin Laden en su escondite en Pakistán y lo mataron ante la imposibilidad de capturarlo vivo.

Después de que Obama retirara el grueso del contingente militar de EEUU en Irak, ISIS capturó la mayor parte del territorio habitado por los sunitas y todo el Kurdistán iraquí, incluida la ciudad de Mosul. Ante el establecimiento de un califato islámico radical en buena parte de Irak, Obama hizo marcha atrás y en 2014 envió 3.000 soldados. Junto con las milicias chiíes y el ejército iraquí liberaron tras duros combates todo el territorio que ocupaba ISIS. El ahora presidente Joe Biden recordó que fue contrario a esta medida.

Durante su campaña presidencial prometió que retiraría 2.500 soldados aún presentes en Afganistán y que pondría fin a la guerra más larga de la historia de EEUU. Durante diecisiete meses, el gobierno de Donald Trump negoció en Doha con los talibanes una salida pactada de las fuerzas de EEUU. Se acordó que la retirada final se produciría el primer día de mayo de 2021. Los talibanes como contrapartida se comprometieron a no emprender ataques contra el contingente de EEUU.

Los Republicanos, que reivindican la gestión de Trump, afirman que se condicionó también a que no se invade capitales provinciales. En cualquier caso, el 14 de abril Biden anunció que el último día de agosto se completaría la retirada. Las encuestas mostraban que el 70% del electorado estaba de acuerdo con la decisión. El presidente quería aprovechar el vigésimo aniversario de los ataques del once de septiembre por parte de Al Qaeda y la posterior invasión de Afganistán por EEUU y las fuerzas de 51 países después de que Naciones Unidas autorizara la intervención mediante la resolución 1386. La idea era declarar la victoria en el objetivo de haber impedido que el país asiático se convirtiera en un santuario del terrorismo y poner fin a una guerra en la que murieron 2.443 soldados y oficiales de EEUU.

Un gobierno sin credibilidad

La ocupación de todas las capitales provinciales y finalmente Kabul en sólo nueve días por parte de una fuerza talibán integrada por 80.000 efectivos contra un ejército nacional afgano que contaba con 300.000 soldados y aviación propia ha sido ampliamente analizada. Se explica por muchos motivos.

El gobierno desprestigiado del expresidente Ashraf Ghani no pagaba a menudo los salarios de soldados y policías. Ghani no asistía a las reuniones de su gabinete y ha excedido en incompetencia a Hamid Karzai. El expresidente de origen persa fue el candidato de compromiso entre las numerosas etnias del país de 38 millones: pastunes, Tajik, uzbekos, hazaras y turcomanos.

El nuevo presidente contó con el apoyo de EEUU y la comunidad internacional a pesar de que su reelección en 2009 se produjo en un ambiente de fraude, baja participación y falta de seguridad. Karzai reconoció que durante diez años recibió pagos mensuales de EEUU. Además de que el gobierno no tuviera mucha credibilidad fuera de Kabul y las grandes ciudades, el esfuerzo de fomentar el desarrollo de Afganistán naufragó por la orografía extremadamente inhóspita, la pobreza extrema, el alto índice de población rural (74%), la interferencia de Pakistán y la incapacidad de atraer inversiones extranjeras.

Entre 2001 y 2015, las fuerzas armadas de EEUU y de los otros 50 países de la ISAF tuvieron una tarea muy pesada. Aunque llegaron a desplegarse 150.000 efectivos, el territorio de Afganistán abarca 652.860 km². Tenían que arrinconar a los talibanes, equipar y entrenar un ejército nacional afgano (ENA) previamente inexistente y también ganarse el apoyo de la población con inversiones que mejoraran su vida.

A pesar de toda la corrupción, algunos hitos son incuestionables. Actualmente el país cuenta con 17.000 km de carreteras asfaltadas, mientras que en 2001 eran sólo 80. En veinte años la cifra de escolarizados aumentó de 900.000 a 9,1 millones, el 43% de los cuales son niñas. Las mujeres se incorporaron a las instituciones políticas, la administración pública y pudieran estudiar a todos los niveles y desarrollar su carrera profesional.

En enero de 2015, ISAF abandonó su misión de combate contra los talibanes, y se concentró en la tarea de entrenar la ENA y en la lucha antiterrorista. A medida que la opinión pública de los países occidentales se cansó de una intervención tan difícil, los políticos recortaron dramáticamente las fuerzas presentes.

Los talibanes no se enfrentaban al ENA en batallas tradicionales porque contaba con apoyo aéreo. Sin embargo, los picos del Hindukush y la orografía montañosa del país dificulta que la aviación fuera precisa en su apoyo de la infantería. Los talibanes desmoralizaron con ataques suicidas en las ciudades y la ocupación de zonas rurales, especialmente en su feudo de Helmand y el sur del país.

La estrategia talibán

Los militares intentaron sin éxito convencer a Biden que mantuviera una fuerza en el país relativamente pequeña que permitiera un equilibrio estratégico y garantizara los progresos alcanzados. Cuando Biden el 14 de abril pronunció el discurso anunciando definitivamente la retirada total, tanto los talibanes como el resto de la población entendieron que se entraba en la recta final. El ENA ya no contaría con el apoyo de las fuerzas de EEUU., y la financiación anual de 45.000 millones de dólares para las fuerzas armadas desaparecería. Pero que los talibanes se apoderaran de todo el país en nueve días tiene una explicación adicional que no se ha descrito mucho.

Durante los meses de negociaciones en Doha realizaron una perseverante e inteligente campaña de obtener la lealtad de cargos militares y políticos de nivel medio y bajo en las provincias donde no tenían fuerza. La campaña también se dirigió a los consejos de los ancianos. Se les prometió cargos y dinero para que se cambiaran de bando. Consiguieron también la complicidad de las fuerzas en los puestos fronterizos, que llevan un corte de los ingresos por aduanas.

La financiación de los talibanes procede del cultivo del opio, explotación de minerales y los impuestos que han recaudado en las zonas rurales que controlaban. Por lo tanto, cuando los 2.500 efectivos de EEUU empezaron su retirada, los desmotivados soldados del ENA huyeron para refugiarse en sus poblaciones de origen. Dichos cargos militares y políticos de nivel medio y bajo se pusieron al servicio de los talibanes. Así se entiende que aun ciudades donde tradicionalmente nunca tuvieron arraigo los talibanes cayeran en manos suyas sin que se disparara un tiro.

De retirada evacuación

Cuando la Casa Blanca se dio cuenta de que la situación se derrumbaba en cuestión de días, aceleró la retirada y la convirtió en evacuación. En este sentido las críticas son unánimes sobre la incompetencia a la hora de garantizar la seguridad de la zona verde (donde están las embajadas) y el aeropuerto de Kabul. Los 4.000 soldados que se anunció que asegurarían la salida ordenada de diplomáticos occidentales y de los miles de afganos que trabajaron para ellos llegaron tarde y fueron incapaces de controlar las multitudes.

Los propios talibanes no esperaban poder capturar una ciudad de seis millones sin resistencia. La fuga del presidente Ghani y su círculo de asesores a Uzbekistán aceleró el proceso. El presidente Biden se enfrenta a la primera crisis seria de su presidencia. Ha prometido que evacuará a los estadounidenses que permanecen en Afganistán y los afganos que han trabajado de intérpretes y traductores. Pero el despliegue de los 4.000 efectivos en un aeropuerto ahora controlado por los talibanes puede generar enfrentamientos armados ante el intento desesperado de miles de subir a aviones que son la única salida del país. Hay muchas causas y culpables que explican la incapacidad de hacer prosperar Afganistán los últimos veinte años. Pero una salida digna es ahora la responsabilidad de Biden.

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