A lo largo de estas Barcelonas acumulo muchas sensaciones forjadas por el desgaste de mis suelas, la observación constante y la posterior, aunque a veces es al revés, investigación en las no tan prolíficas fuentes. Eso me traslada a dos factores: en más de una ocasión siento ser el cronista de una ciudad condenada a desaparecer. La otra es la alegría de dar a los lugares su identidad ignorada, confiriéndoles nombre e Historia.

Estamos en la Meridiana, una de las más significativas fronteras internas de la capital catalana. Muchos de sus ciudadanos, altivos y más bien desdeñosos, nunca se atreven a ir más allá. En textos antiguos es curioso remarcar cómo historiadores venerados, entre ellos Huertas y Fabre con su legendario Tots els barris de Barcelona, navegaron poco por ese fascinante entorno.

Para hallar datos útiles, además de la consulta en archivos y hemerotecas, la zona de Navas tiene la fortuna de contar con personas humildes, felices por donar su conocimiento a la ciudadanía, entre ellas Joan Bargalló Busquet, autor de records i vivències del barri de Navas, o, más recientemente, la impresionante cuenta de Twitter @Meridiana2021, a quién agradezco de todo corazón la ayuda para dar más vuelo a este texto.

Dejamos nuestro seguimiento del torrent de la Guineu con vistas a la boca de metro de Navas, en realidad juntándose con la Meridiana en un tramo invisible del carrer Biscaia. Este continua tras descender un desmadejado pasillo al lado de las rejas de un cubículo donde se acumula basura, en el pasado hacinada en la plaça Ferran Reyes, cuando no era ágora y la iglesia felliniana de San Juan Bosco era menos que una quimera.

El pasillo hacia la Plaça de la Guineu desde la Meridiana | Jordi Corominas

Tras esa travesía bajamos unas escaleras y arriba el desastre, simbolizado en más vallas municipales para tapar la conocida por los vecinos como Plaça de la Guineu, como indica una placa, muestra de resistencia. En el espacio vetado a los ojos se acumulan las herramientas de la reforma de la Meridiana, un completo acierto, al menos en su trecho de Glorias hasta el carrer de la Muntanya.

El resto sigue en construcción. La Plaça de la Guineu siempre ha sido una rareza condicionada por el torrente, a pocos metros cruzándose con el rec Comtal, clave para comprender la relación barcelonesa con el líquido elemento. Este enclave se empapó de un aire rural hasta bien entrados los años sesenta, cuando la urbanización salvaje de la barriada desmontó esa magia, bien alimentada de flora y fauna.

El agua alimentaba a un pino con tres notorias ramas, mientras los habitantes de los aledaños se reunían en el local ‘Casa Nostra’ para beber, charlar o jugar a la ruleta en la esquina hacia la rambleta de la Guineu, hoy en día uno de los restos del carrer de Bofarull, hermano de un largo camino, asimismo vinculado con lo acuífero, con salida en el Portal Nou, prosecución por el hermoso carrer dels Enamorats y continuación, cortada en la actualidad por el carrer de València, en la vía Molinaria, cuyo último mohicano podría ser el carrer de l’Arc de Sant Sever.

Placa reivindicativa de los vecinos de la Plaça de la Guineu | Jordi Corominas

Junto a Bofarull aún sobrevive la única parcela del nomenclátor dedicada al torrent de la Guineu. Hablaré de ella la próxima semana, aunque no está de más mencionar cómo el arroyo empezó a deslindarse hasta perder comba durante los años treinta.

Volvamos a la plaça de la Guineu. En ella, bloqueada por tanto metal y utensilios, aún debe lucir una fuente para recordarnos el paso de nuestro protagonista. Este rincón ahora mismo es desolador, y si nada lo impide el futuro será aún más gris. El motivo es bien simple.

Las reivindicaciones vecinales para gozar de ese peculiar recoveco, corte neto de Biscaia hasta su recuperación cuando supera el absurdo carrer de Palència, se mantienen desde hace décadas. En 2007, una permuta del Ayuntamiento para poseer naves de la fábrica Fabra i Coats de Sant Andreu, relacionada con el torrent de Parellada, otorgó esta cuadrícula vital, sobre todo por la precariedad de pulmones sociales en el barrio, a la SAREB, Sociedad de Gestión de Activos de la Reestructuración Bancaria. La Caixa de Catalunya engrosó su lista de propiedades urbanas y tapió, literalmente, la plazoleta hasta 2016, cuando un acuerdo derribó el muro de la vergüenza, reduciéndose la planificación edilicia de tres a un bloque para mitigar un poco el despropósito.

El círculo rojo indica la ubicación de la Plaça de la Guineu. Las flechas verdes, el curso del torrente de la Guineu; la flecha de color azul oscuro, el lugar de la calle del torrente de la Guineu; la azul marino, el riego condal; y la línea marrón, muestra la calle de Bofarull | Jordi Corominas

La previsión, calamitosa a todas luces, vislumbra un edificio de diez pisos de BBVA, como si no faltara verticalidad al lado de la gran avenida para salir de Barcelona hacia el Vallés, no en vano antaño la Meridiana era la carretera de Granollers, ampliándose de modo demoledor en los sesenta, con la guinda de tres puentes infectos, retirados en 1993, uno de ellos con origen en la plaça de Ferran Reyes.

Al preguntar a representantes municipales sobre la cuestión su respuesta estriba en la impotencia ante los intereses privados. Quien escribe es optimista y racional. Lo primero me conduce a pensar que siempre puede hacerse más, mientras lo segundo entiende la complejidad de trámites y gestiones, aun así, este verano muchos ciudadanos del Distrito de Sant Andreu, donde se engloba la barriada de Navas, tienen la certeza de comprobar cómo el actual Consistorio da por perdida la batalla electoral en ese territorio, algo demostrable por la intransigencia municipal en la campaña de residuos del Porta a Porta, el cruzarse brazos con los cortes de la Meridiana, la tala de árboles en el carrer de Cerdà o la acción de la piqueta contra una farmacia, catalogada en un inventario de mosaicos, del carrer Gran de Sant Andreu.

La Plaça de la Guineu es un bien heterogéneo y una excepción a la norma. Salvarla y brindarla a la comunidad debería ser una obligación, sin cortapisas. Un poco más allá las casitas del torrente callan, secuestradas por muros. Siempre pueden ser las próximas en caer, ese es el gran peligro de desatender el pasado para enhebrar el presente, destrozar legados para sucumbir a homologaciones, verdugos sin piedad de la identidad plural de nuestra ciudad federal.

Detalle de la calle del Arc de Sant Sever | Jordi Corominas
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