El pasado 8 de mayo, un coche bomba estalló en una escuela femenina situada en un barrio habitado por la minoría chií hazara de Kabul, dejando un rastro de 85 personas muertas y 147 heridas. El atentado, atribuido en Estado Islámico, que considera apóstatas a los hazara, se produjo a primera hora de la tarde, en el momento que las niñas abandonaban las aulas. Casi todas las víctimas eran niñas, pero prácticamente ni fue noticia en España. Todavía faltaban tres meses para que los talibanes entraran en la capital del país, una posibilidad que en aquellos momentos parecía inimaginable.
No se trataba de un episodio aislado. Las escuelas afganas han sido objetivo terrorista durante años. Según Unicef, solo en aquel barrio ya había estallado una bomba contra otra escuela en octubre de 2020, con un balance de 24 muertos y 57 heridos, y aún unos meses atrás había pasado el mismo en una maternidad, causando la muerte de 16 personas. Save the Children ha contabilizado más de 300 ataques a escuelas entre los años 2017 y el 2019 en Afganistán, en los cuales murieron o resultaron heridos 410 estudiantes y docentes. También la Universidad de Kabul sufrió un atentado suicida en noviembre de 2020, reivindicado por Estado Islámico, en el cual murieron 22 personas.

Otra derivada de la guerra: el reclutamiento de niños soldados. Según un informe de Human Rights Watch (HRW) titulado Los niños olvidados y hecho público el pasado mes de junio, los talibanes y otros grupos armados hace años que reclutan a menores para llevar a cabo ataques suicidas, o para transportar y colocar explosivos. Pero el Gobierno afgano no lo ha hecho mucho mejor, puesto que cuando les apresaba, en lugar de considerarlos víctimas, como mandan las convenciones internacionales, les trataba de terroristas. A los menores de 12 a 15 les imponía penas de hasta 10 años de prisión, mientras que los de 16 a 18 llegaban hasta los 15 años. El informe se refería también a las palizas y maltratos reportados por un 44% de los menores encarcelados.
Save the Children estimaba en noviembre de 2020 que como mínimo 26.025 niños afganos habían sido asesinados o mutilados a causa del conflicto en los 14 años que iban de 2005 a 2019, lo que significa una media de cinco niños cada día durante este periodo. Tanto esta ONG como Unicef han alertado en numerosos informes de las secuelas que deja en la infancia el hecho de sufrir esta violencia, pero también de presenciarla sobre compañeros y familiares. El derecho a la protección de los niños afganos “ha sido ignorado por las partes en conflicto”, advertía Unicef el pasado 8 de agosto.
10 millones de niños necesitan ayuda humanitaria
“Afganistán ha sido durante muchos años uno de los peores lugares del mundo para ser niño. Y en las últimas semanas ha empeorado”, ha explicado Mustapha Ben Messaoud, jefe de Operaciones y Emergencias de Unicef Afganistán. Según esta agencia de la ONU, casi 10 millones de niños y niñas del país necesitan ayuda humanitaria en este momento, porque el problema no es solo la violencia, sino la falta de acceso al agua y a los alimentos básicos. Según Ben Messaoud, “si no actuamos de inmediato, la predicción de Unicef para 2021 es que uno de cada dos niños menores de cinco años sufrirá desnutrición grave”.
“Cada día que pasa, el enardecido conflicto en Afganistán se cobra un precio más elevado en las mujeres y niños del país. De hecho, desde principios de año más de 550 niños han muerto y 1.400 han resultado heridos”, asegura Ben Messaud. Se trata del mayor número de víctimas infantiles registradas nunca en un solo semestre en este país. Y a todo esto se ha sumado la crisis del coronavirus, que está afectando especialmente las capas más vulnerables de la sociedad afgana. Según las estimaciones del Banco Mundial, la covid ha cortado de manera drástica las importaciones, lo que ha disparado la inflación y por tanto ha dificultado el acceso a los recursos sanitarios y alimentarios más básicos.

El acceso en la educación de las niñas
En Afganistán todavía hay 3,7 millones de menores que no van a la escuela, de los que el 60% son niñas. A pesar de ello, en los últimos veinte años se ha avanzado y, a lo largo de las fallidas conversaciones de paz en Catar, Unicef ha reclamado que se proteja a toda costa el acceso a la educación, en especial de las niñas. A esta petición se sumó el martes 17 la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay. “No se tienen que perder los importantes progresos realizados en el país, sobre todo en materia de educación. La educación tiene que continuar para las niñas y las mujeres, el futuro de Afganistán depende de ellas”, declaró Azolulay en un comunicado, en el que recordaba que en los últimos años la Unesco ha llevado a cabo una ingente campaña de alfabetización al país, de la que se han beneficiado 1,2 millones de afganos, 800.000 de las cuales mujeres.
Días atrás, el 7 de agosto, el portavoz de la oficina política de los talibanes en Qatar, Suhail Shaheen, había declarado que las niñas y las mujeres podrían continuar yendo a la escuela y e la universidad cuando el país se hallase bajo su control. “Esta es nuestra política y la hemos explicado más de una vez. Y en todas estas zonas que están cayendo de nuestro lado hay miles de escuelas, escuelas de niñas, universidades, y todas están operando”, dijo Shaheen. Otras fuentes, sin embargo, aseguran que en estos momentos la gran mayoría de escuelas y universidades del país están cerradas.
El caso de la educación superior es también muy preocupante, puesto que en los últimos años muchas chicas habían tenido acceso a la universidad, una conquista social que peligra a pesar de las afirmaciones supuestamente tranquilizadoras de los líderes talibanes. El pasado 13 de agosto, cuando Kabul todavía parecía una ciudad segura y acogía a centenares de miles de desplazados internos, muchos estudiantes universitarios de otras ciudades situadas en zonas ocupadas por los talibanes se manifestaron por sus calles para reclamar que sus expedientes fueran transferidos en la capital para poder continuar sus estudios. El entonces ministro de Educación Superior dijo que haría lo posible para trasladar esos expedientes. Kabul cayó a los dos días.


