La Mesa de Diálogo es uno de los principales puntos de fricción entre ERC y Junts por Catalunya, los dos partidos que forman el gobierno actual. Hay otros, porque, al parecer, son más cosas las que no tienen en común que las que sí. Por ejemplo: ERC mantiene el gobierno de coalición de izquierdas en Madrid, mientras que Junts preferiría ver cómo se hunden. Junts, igual que el PSOE, es favorable de ampliar el aeropuerto del Prat. ERC parece más partidaria de no hacerlo (aunque en este punto la indefinición del partido de Pere Aragonés ha sido notable). Junts y ERC no se soportan, porque luchan por un electorado muy similar. Pero Junts y ERC han estado, hasta ahora, obligados a entenderse.
La aritmética parlamentaria es tozuda, y actualmente sólo permitiría como opción viable un gobierno tripartito entre el PSC, ERC, y Catalunya en Comú, pero ni los socialistas ni los republicanos consideran que un pacte entre ellos convenga a sus intereses partidistas. Porque ERC querría escapar del chantaje continuo de los posconvergents y mirar a la izquierda, pero temen que si pactan con el PSC una parte importante de su electoral los identifique con el que han tachado de enemigo durante tanto tiempo. El PSC, por su parte, sabe que la única posibilidad de entrar el govern sería bajo esta fórmula, pero tiene miedo de perder toda aquella gente que, proveniente de Ciudadanos, han visto en Salvador Illa el protector de la unidad de España. Así que el contexto político volvió a forzar una coalición de govern que inició la legislatura estando ya caducada.
La Mesa de Diálogo se presentaba desde un inicio como uno de los principales escollos del govern. La estrategia de ERC era clara: liderar el proceso de negociación con el Estado y poder gobernar Catalunya, no sólo desde la retórica independentista, sino mostrando a la población no independentista que son un partido de gobierno serio. Este es, todavía, el gran reto de ERC. La estrategia de Junts también es bien nítida: boicotear el plan de ERC. Si consiguen demostrar que en ERC les pesa la presidencia, esperan que parte del electorado de ERC vuelva a confiar en “la casa grande” del catalanismo convergente. Lo que pretendía Junts, entonces, era deslegitimar la Mesa de Diálogo. Así, en el caso de que llegaran a algunos acuerdos concretos entre gobiernos, habrían conseguido que los supuestos logros no se percibieran como tal.
Cuando desde la Moncloa anunciaron que quizás Pedro Sánchez no estaría presente, en la sede de Junts se respiraba euforia. Ahora podrían decir aquello de “nosotros ya os lo decíamos”. Pero parece que si en algo se distingue Junts de la antigua Convergencia es que la actual fuerza política es menos inteligente a la hora de leer el terreno de juego. Su error fue creerse demasiado pronto el mensaje de la Moncloa, y vincular su presencia a la de Pedro Sánchez. Cuando este confirmó – para sorpresa de Junts – que sí asistiría, sólo les quedaba el recurso de la pataleta: presentar a la mesa a miembros que no forman parte del gobierno, entre los que habría Míriam Nogueras, – principal defensora de la línea política de Quim Torra -.
La errática estrategia de Junts le ha dado a Aragonès la oportunidad que necesitaba para mostrarse como persona de Estado, y Aragonès no la ha desaprovechado al negarse a aceptar las personas propuestas por Junts per Catalunya. Mañana se reúne la Mesa de Diálogo, pero ya hay ganadores y perdedores claros antes de empezar. Un hecho que puede profundizar aún más la división entre los partidos del govern, y quien sabe si poner en peligro la legislatura.


