Pere Aragonés y Pedro Sánchez se reunieron hoy en el Palau de la Generalitat, en una reunión que ha durado alrededor de las dos horas. También lo han hecho las diferentes delegaciones que, en el caso de la catalana, finalmente no ha contado con la presencia de miembros de Junts per Catalunya.

Pedro Sánchez, que al acabar la reunión con Aragonés citaba a Salvador Espriu ante la prensa ( “el reencuentro es la clave y el dialogo es el camino”) hacía una valoración positiva, a la vez que confirmaba lo que ya todo el mundo sabía respecto a las propuestas del govern de la Generalitat: “Nuestras posiciones están muy lejanas”. El gobierno de Sánchez necesita que el diálogo se mantenga por dos razones principales: la primera, porque necesitan los votos de ERC en el Congreso. La segunda, porque Unidas Podemos, que han sido el actor político que más ha luchado en silencio tanto como por la liberación de los presos políticos como para que la mesa se hiciera realidad, así se los exigen.

Quien quiera enmarcar la Mesa del Diálogo en relación al proceso de independencia (como herramienta que bien acerca o aleja su realización) o se está engañando, o forma parte de un partido político que tiene una estrategia y unos intereses electorales determinados. El papel que ha realizado Junts per Catalunya los últimos días es un claro ejemplo del segundo caso. Ante la dicotomía presentada entre cumplir con el acuerdo de gobierno de participar en la Mesa de Diálogo (ya que Junts  se comprometió por escrito) o contribuir a la deslegitimación de la Generalitat para poder mantener la ilusión de que la defensa de la independencia se ejerce desde el “cuanto peor, mejor”, los posconvergents no han dudado.

También hay que hacer una lectura en la interna, y es que de puertas hacia dentro la negativa a participar de la Mesa de Diálogo representa la derrota de la línea de pensamiento de Jordi Sánchez respecto de la línea Borràs – Torra. La Mesa de Diálogo, es evidente, no acerca la independencia de Cataluña. Pero tampoco lo aleja. Por mucho que les pueda doler a toda aquella gente que se creyó que la independencia vería la luz después de los resultados del referéndum del 1-O, la independencia de Catalunya nunca ha estado cerca.

¿De qué sirve, entonces, la Mesa de Diálogo?

La primera respuesta es que la Mesa de Diálogo puede no servir de nada más que para contribuir a la descompresión entre la Generalitat y el Estado. Después de una década de grandes movilizaciones, pero sobre todo después de octubre de 2017, donde el Estado ejerció una fuerte represión que acabó con los presos políticos en la cárcel, el retorno a una (cierta) cordialidad institucional implica el retorno a una (cierta) normalidad política en Catalunya, y abre la puerta a que la agenda mediática pueda discutir otros temas que no han tenido lugar durante estos años. Esto, para depende de quien lo lea, puede ser un hecho positivo o uno negativo.

La segunda respuesta es que la Mesa de Diálogo implica el reconocimiento por parte del Estado español de la existencia de un conflicto político. Este es un hecho evidente que se debería valorar positivamente en Catalunya por una mayoría extensa de catalanes: tanto los independentistas, que pueden sacar pecho de haber forzado un (tímido) movimiento del Estado, como para no independentistas convencidos de que la judicialización del conflicto debe terminar. Porque aún quedan muchos pasos para hacer en esta dirección. Hoy mismo comparecía Roger Torrent ante el TSJC por haber permitido un debate parlamentario sobre la monarquía y la autodeterminación, un hecho en el que insistía con vehemencia el Presidente Aragonés en su rueda de prensa tras la reunión con Pedro Sánchez.

La tercera – y última -, es que Mesa de Diálogo refuerza la posición de fuerza de Catalunya dentro de España, pero también de Catalunya en el exterior. Pedro Sánchez es el jefe de un estado, Pere Aragonés lo es de un país sin estado, pero los dos se han sentado hoy en la misma mesa. Decía Sánchez, en rueda de prensa, que las imágenes en política también son importantes. Y la imagen de un presidente de España, que decide desplazarse a Catalunya para reunirse con un presidente de una Comunidad Autónoma para abordar vis – a – vis un problema político del que podría prescindir, sólo hace que fortalecer a Catalunya, y, de paso, a su presidente. De hecho, posiblemente sea una de las imágenes que más ayude a “internacionalizar el conflicto” en mucho tiempo.

 

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