El 65% de los adolescentes catalanes ya tienen la pauta completa de la vacuna de la covid19 y un 15% más tiene la primera dosis, según los últimos datos hechos públicos la semana pasada por el Departament de Salut. La vacunación de la franja 12-18 se ha ejecutado sin mucho o ningún debate, si bien antes del verano algunas voces se cuestionaban su necesidad o incluso su idoneidad. Y la secretaria de Salud Pública, Carmen Cabezas, ya ha avanzado que muy probablemente, a partir de los ensayos que están haciendo las farmacéuticas, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) autorice la vacunación de los niños de la franja 5 a 11 años a partir de enero. ¿Hay suficientes garantías? ¿Se está haciendo una lectura cuidadosa del balance riesgo-beneficio?
Francis Garcia Collado, profesor de Ética, psicología y pensamiento científico de la UdG, opina que se está corriendo demasiado: “En ciencia no se puede pasar por alto el factor tiempo -explica-, el hecho de que una agencia como la EMA o la OMS diga que no hay riesgos, y que algunas personas también lo consideren, no es una opinión científica debido a un concepto que en ciencia es clave: la conectividad epistémica. Parece evidente que, observando qué ha pasado con anterioridad en el desarrollo de estas vacunas, por ejemplo en animales, hay que ser prudente y conservador y aún más con los más pequeños, como sociedad no nos podemos permitir errores graves”.
Garcia Collado apunta que “cada vez son más los expertos o instituciones que, como el JCVI (Joint Committee on vaccination and Immunisation) del Gobierno de Reino Unido, no recomiendan la vacunación universal para menores de 16 años sanos. Se basan en el inexistente riesgo para los menores en caso de contraer la enfermedad. Aparte, hay dos cuestiones que no se pueden menospreciar: los estudios sobre efectos adversos aparecen progresivamente, como por ejemplo uno de reciente en Estados Unidos sobre el riesgo posvacunació en adolescentes de sufrir problemas cardiacos seis veces superior de enfermar debido al SARS-CoV-2, entre otros”.
¿La variante delta lo cambia todo?
Desde el Departament de Salut, en cambio, defienden la seguridad y la conveniencia de la vacunación en menores. A preguntas de este diario, la responsable de los programas intersectoriales de Salud Pública en la Infancia y la Adolescencia, Laia Asso, asegura que en Catalunya no se ha registrado ningún efecto secundario significativo entre los menores que se han vacunado, más allá los que ha tenido la población adulta, como dolores de cabeza y fiebre, y que la irrupción de la variante delta es lo que ha hecho cambiar el juicio científico inicial con respecto a la vacunación de niños y jóvenes.
Según esta alto cargo, “el año pasado diferentes estudios evidenciaron que el Covid se transmitía muy poco desde los niños, pero la variante delta se está comportando de manera muy diferente de las variantes clásicas, tiene una carga viral 1.200 veces superior y provoca que el colectivo de niños sí tenga este potencial transmisor”.
Para Vicky Fumadó, pediatra del Hospital Sant Joan de Deu especializada en enfermedades infecciosas, las cosas se están haciendo rápido pero bien. “Es la primera vez que toda una industria está trabajando para una sola vacuna, y como ocurre con todos los ensayos clínicos se comienza con adultos, y cuando hay evidencia de que no hay problema poco a poco se va bajando a otras edades”, señala Fumadó, para la que la población infantil se deberá vacunar sí o sí, ya que de lo contrario la enfermedad se perpetuará. “Es verdad que los niños son menos transmisores, pero si no tienes este grupo de edad protegido mantienes la transmisión, y lo que también sabemos es que la vacuna no es permanente, que no es infalible y que el virus es mutante, o sea que cuando antes tengas protegida toda la población, mejor”.
Inmunidad de grupo, ¿un mito?
¿Pero es posible tenerla toda protegida? Garcia Collado cita unas declaraciones hechas este verano por Andrew Pollard, pediatra y director del Grupo de Vacunas de Oxford, según el cual la variante delta ha convertido la inmunidad de grupo en un “mito”, es decir, que el virus seguirá entre nosotros, y que, “si se pertenece a un grupo sin riesgo como es el de los menores no tiene ningún sentido asumir riesgos potenciales”. Este profesor y miembro del Comité evaluador de ética y bioseguridad de la UdG aclara que no forma parte de ningún movimiento antivacunas, “por el contrario, quien defiende la ciencia y las vacunas defiende un desarrollo riguroso de estas”, apunta García Collado. “Lo que tampoco podemos ignorar -añade- es que la vacuna todavía es un fármaco experimental, y hablar de un fármaco experimental como si no lo fuera simplemente lo hace más peligroso, la Declaración de Helsinki nos recuerda que las personas están por encima de intereses sociales o científicos”.
Tampoco lo ve claro el pediatra del Hospital Mutua de Terrassa Sergio Flores, que antes del verano publicó un artículo en The Conversation explícitamente titulado: Por qué aún no tiene sentido vacunar a los niños frente a la Covid-19. En su artículo, Flores recuerda que ningún pediatra es antivacunas, ya que “la pediatría es la rama de la Medicina que más asentado tiene el concepto de vacunación universal”. Con todo, en este caso considera que no tiene lógica buscar la inmunidad de grupo con la población infantil mientras hay países de nuestro entorno con tasas muy bajas de población vacunada.
“Mientras haya personas sin vacunar -escribe Flores-, la capacidad que tiene el virus de mutar generará variantes que pueden reactivar nuevas pandemias, y los países que hoy en día tienen la capacidad de vacunar a los niños podrán sufrir nuevas pandemias en el futuro. El desequilibrio en la vacunación a nivel mundial es un peligro global que nos puede hacer volver a la casilla de salida”.
¿Es posible la inmunidad por barrios?
En conversación con este diario, Sergio Flores reitera que “se debe vacunar a todos los adultos de todo el mundo y a los niños dejarlos tranquilos”, porque “no sirve de nada que en España tengas al 70% de la población vacunada y en Marruecos no lleguen al 30%”, y porque” la teoría nos dice que no se debe vacunar a los niños por un virus que no les hace nada”. Es muy lamentable, añade, ver que hay países que tiran vacunas mientras hay otros que no tienen, y que de hecho las que realmente hace muchos años que necesitan son las de enfermedades como la polio, la varicela o el sarampión.
Con los datos demográficos del Idescat, Flores calcula que si en Catalunya se vacunara toda la población mayor de 12 años llegaría al 93%, muy por encima del 85% que ahora se busca para alcanzar la deseada (o tal vez utópica) inmunidad de grupo, lo que plantea un interrogante inquietante: ¿estamos pensando en vacunar niños aunque no haría falta para compensar el tanto por ciento de la población adulta que se niega a ponerse la vacuna?
En todo caso, para Flores el riesgo de la vacuna para la salud de los niños y adolescente es mínimo, ya que hasta ahora sólo se han descrito algunos episodios de pericarditis y miocarditis “que son muy poco habituales y que con un simple tratamiento antiinflamatorio tienen buen pronóstico”, comenta. En este punto, Vicky Fumadó coincide: “Por el tipo de vacuna y por la ingeniería que se ha usado no tiene por qué haber ningún efecto a largo plazo, y en los ensayos que se están haciendo en niños, aunque todavía no se han publicado las conclusiones definitivas, no se está viendo que haya efectos diferentes de la de otros grupos”.
Pero Garcia Collado insiste en que estos casos son la punta del iceberg, porque “la conectividad epistémica nos advierte que los verdaderos efectos adversos podrían aparecer a partir de 3 años de la vacunación, tal como ya lo sugieren diferentes CEO de farmacéuticas”, y que por ello han asegurado que, con la vacuna del coronavirus, en caso de efectos adversos inesperados, las indemnizaciones las pagarán los Estados.


