La semana pasada, un juzgado de Barcelona decretó una sentencia pionera en su ámbito: reconoce, por primera vez, el derecho a la compensación por maternidad a las mujeres que pierdan la criatura durante el parto. Esta compensación se basa en el hecho de que las mujeres reciben un plus en su pensión de jubilación por cada criatura que han tenido y, hasta ahora, los bebés que morían durante el parto no contaban para esta ayuda. En esta sentencia, que proviene de una demanda del Col·lectiu Ronda, el magistrado declara que no tenía sentido la norma anterior, “basada en una perspectiva puramente mercantilista, como si se estuvieran fabricando unidades productivas de seres humanos”.
La clave de esta nueva norma se basa en el hecho de que, hasta ahora, los bebés debían permanecer vivos durante 24 horas para que se les reconociera una personalidad jurídica propia. Ahora, independientemente de si una criatura sobrevive al parto o no, contará para la compensación de su madre cuando ésta se jubile. Y es que se entiende que, aunque la criatura no viva, la madre debe ser compensada porque tendrá dificultades para conciliar vida laboral y embarazo igualmente. Además, “se compensará a todas las madres por el esfuerzo laboral y físico de tener una criatura y recuperarse del parto”, afirmó la jueza Gloria Poyatos.
Pero hay otra cuestión que también se debería compensar: el duelo. Si sólo se contempla la contraprestación en términos productivos y en base al tiempo que la madre deberá estar fuera del mercado laboral, se deja de lado el proceso de cuidado y sanación que ha de venir después de la pérdida de un hijo o hija . “Hay mujeres que han perdido su criatura hace más de 10 años y todavía arrastran la pérdida, porque se trata de un duelo invisible. Y, además, como afecta principalmente a las mujeres, aunque está más escondido”, explica Cristina Cruz, psicóloga perinatal y presidenta de la asociación Petits amb Llum, que acompaña a mujeres que han pasado por esta situación.
Las criaturas que nacen muertas no son consideradas bebés, sino fetos y, por tanto, no pueden registrarse en el libro de familia
Para esta asociación, la sentencia reciente es una muy buena noticia, pero alertan de que todavía deja fuera muchas madres y muchos supuestos como el de la propia Cristina. Ella perdió a su criatura hace tres años, a la semana 28 de embarazo. Su hijo no murió durante el parto, sino que nació ya muerto. “Me hicieron una serie de pruebas y el bebé estaba enfermo. Me tuvieron que hacer una interrupción del embarazo”, recuerda Cristina. Por ello, a su hijo no se le consideró un bebé, sino un feto y, por tanto, no pudo registrarlo en el libro de familia, sino que fue inscrito en el llamado Legado de Abortos, un registro de las muertes perinatales.
Este es el caso también de Raquel Franquesa, secretaria de la asociación Petits amb Llum, donde conoció a Cristina. Ella también perdió a su hija Ona antes de que naciera, debido a una preeclampsia que detuvo el corazón de la pequeña cuando aún no había nacido. “Al fin y al cabo, yo tuve una hija, yo era madre, aunque hubiera nacido muerta. Esta nueva noticia está muy bien, porque ayudará a que muchas madres no tengan que pasar por lo que hemos pasado nosotras y cualquier avance, por pequeño que sea, es bueno. Pero necesitamos que se reconozca que nosotras no hemos tenido un aborto, sino un hijo”, dice Raquel.
Una maternidad invisible
Cristina y Raquel se conocieron en los grupos de ayuda mutua que organiza Petits amb Llum, para hablar y compartir el duelo y la pérdida. Al cabo de un tiempo, se volvieron a quedar embarazadas. Juntas, de nuevo. “Nos acompañamos mucho. Teníamos la suerte de tener familia y amigos, pero hay que hablar con alguien que haya pasado lo mismo que tú y puedas compartir esta maternidad que es invisible para los demás. Porque, aunque no esté tu criatura, tú eres madre igual”, explica Cristina. Esta pérdida, aunque cada vez se hable más de ella, sigue siendo un tabú en nuestra sociedad.
“Te dicen frases cliché con las que te quieren ayudar pero sólo lo empeoran, como pasa página, aún eres joven, ya tendrás otro hijo. O podría haber sido peor. Piensa que ni siquiera lo has conocido“, apunta Raquel, quien recuerda que su segundo embarazo fue” muy duro psicológica y emocionalmente”. Hoy, vuelve a estar embarazada y, aunque el último parto fue bien, “no puedo evitar pensar que, en cualquier momento, podría perder a mi hija”, dice.
Los equipos médicos y la violencia obstétrica tienen un papel más importante de lo que se piensa en la magnitud del duelo perinatal
Este duelo y esta maternidad invisible pesan mucho. Y el sufrimiento que tiene una madre está muy relacionado con la violencia obstétrica a la que se ve sometida. “En situaciones de muerte perinatal es cuando más violencia hay”, asegura Cristina Cruz, quien afirma que los equipos médicos tienen un papel “más importante de lo que se piensa en las consecuencias y magnitud del duelo que sufrirá una mujer”. Aunque desde la asociación aseguran que en Catalunya y especialmente en Barcelona, hay grandes protocolos de actuación y atención, esto no es así ni en todos los casos ni en el resto del estado español. “Yo recibí una buena atención, pero trataron mi caso como si hubiera sido un aborto fruto de la mala suerte, sin la empatía que esperarías cuando se habla de una criatura muerta”, recuerda.
La falta de acompañamiento y atención genera “estrés postraumático” en muchas mujeres, asegura la psicóloga. Pero, aunque la gran carga de esta pérdida se la llevan las mujeres, desde la asociación también reclaman el derecho de los padres a ser correctamente atendidos. Así como las madres tienen derecho a baja por maternidad en caso de que la criatura nazca muerta (siempre que hayan pasado 180 días de gestación), este no es el caso de los hombres. “Mi marido tuvo que pedir la baja por depresión. ¿Se suponía que tenía que ir a trabajar después de que su hija naciera muerta y estando su mujer hecha un trapo?”, Se pregunta Raquel.
Así, tanto Cristina como Raquel reconocen que esta resolución del juzgado de Barcelona es una buena noticia, pero aseguran que aún quedan muchas mejoras que hacer. “Nos hubiera dado más paz una resolución más completa, pero nos alegra saber que habrá madres se beneficiarán y que no tendrán que vivir lo mismo que nosotras”, afirma Cristina. Este camino que falta por hacer, dicen, se construirá gracias a la valentía de muchas mujeres que, cada vez más, se animan a contar su historia y a reclamar los derechos que, como madres, les pertenecen.


