Cuando investigas una zona de la ciudad durante algunos meses, en este caso varias a partir del recorrido del torrent de la Guineu, te das cuenta de tu implicación por cómo la piensas desde el presente. Su condición histórica se traslada a la superficie, y del asfalto al cerebro, donde es imposible no dar vueltas a lo sucedido en los barrios, como me ha ocurrido con Navas, lugar arraigado a mis neuronas y preocupaciones, compartiéndolas con sus defensores en las redes sociales, insuficientes si queremos acciones efectivas.

La barriada, partida en dos por la Meridiana, pierde identidad a marchas forzadas desde hace decenios por la política municipal de no respetar siquiera un ápice su legado patrimonial. Lo vemos a lo largo de estas entregas, constatándolo mediante el paseo, como uno pletórico de la última semana, magnífico por recuperar el pulso al territorio, pésimo por visualizar la inasequible acción de la piqueta en el carrer de Bofarull, víctima de la gentrificación a través de un nuevo hotel, pues en estas hectáreas de lo viejo nada quedará, propulsándose una desnaturalización basada en una tabula rasa porque, como bien es sabido, abajo la Meridiana la Historia no existe, o eso creen los cínicos gestores de nuestra ciudad, tanto dictatoriales como democráticos.

Durante esa caminata vespertina, solitaria con mi cámara y las reflexiones, regresé a la torre del Fang tras capturar puntos calientes en vías de extinción, desde pasajes hasta casitas con murales efímeros en Trinxant con Meridiana, produciéndome el conjunto una mayor tristeza por el cinismo municipal de colocar una placa aún a sabiendas de la inminencia del derribo.

En la torre, confirmada hace poco como centro de investigación histórica, o eso dicen, dudo sobre cómo continuar estos escritos. A lo largo de la última primavera cogí cierto cariño, algo impensable años atrás, al puente de Calatrava, su autor de plena actualidad por los Pandora Papers, sobre todo por establecer desde su rito de paso una comunidad silenciosa, bien sólida entre los mirones de obras y la muda belleza de sus inmaculadas formas, fotogénicas contra viento y marea, heroicas ante las críticas de mondadientes de bar y clientes de taxi.

Pero no, esta vez no lo cruzaremos para ir hacia el pasaje de Antonio Gassol, remodelado, espléndido y una hipotética buena conclusión para homenajear el trayecto de nuestro arroyo predilecto, al que veneraremos con el análisis de su discurrir al lado de la construcción medieval, o, para ser más precisos, justo por una manzana muy heterodoxa, la comprendida por Biscaia, Murcia, Espronceda y Mallorca, modificada al completo salvo por una finca casi centenaria en una esquina, como si quisiera erigirse en guardiana de un mundo hecho trizas para catapultar la condición residencial y periférica del entorno.

Murcia, así como Palencia o Concilio de Trento, se denomina así por un menoscabo franquista a los márgenes, vetados al libro de oro de las vías del Eixample en el nomenclátor, no así en sus líneas, en sintonía con las de la cuadrícula imperialista de Ildefons Cerdà. Murcia sería la prosecución de Provença. En su cruce con la vieja Lope de Vega se inauguró en octubre de 1926, así lo atestiguan diversos periódicos, una de las fábricas más emblemáticas del antaño Distrito Noveno.

El ABC habla de la asistencia del almirante de la escuadra fascista italiana, mientras La Vanguardia amplía la información del acto. A las once de la mañana del miércoles 6 de octubre de 1926 se citaron el ilustrísimo Alcalde Baró de Viver, el cónsul transalpino, el agregado a la embajada naval de la Bota y una nutrida representación de alumnos, además de la previsible oficialidad, encuadrada en los cruceros Ferruccio y Pisa.

Fotografía de Brangulí al ABC del 10 de octubre de 1926 sobre la inauguración de la fábrica Cinzano

El motivo de tan nutrida representación era cortar la cinta de las flamantes instalaciones del vermut Cinzano, domiciliada hasta entonces en el 77 de Roger de Llúria. El cambio auguraba un incremento de la producción y quién sabe si, cosas de la aún hegemónica energía hidroeléctrica, un aprovechamiento del torrent de la Guineu.

La jornada transcurrió con mucho jolgorio y algarabía, con los marinos muy agradecidos a los gestores, bien contentos por la ingesta de champán y el placer de haber conocido a distinguidas señoras.

En este sentido, la hemeroteca desmiente, además por partida doble, una fuente popular donde se cifraba el origen de la empresa en el barrio hacia 1947, confirmándonos como los recuerdos pueden estar muy bien, aunque no tanto como la documentación esmerada e impresa en tinta.

Otro magnífico recurso para comprender cómo evolucionó esta industria es comprobar en el catastro cuando finalizó el actual bloque de pisos, viviendas económicas formuladas por el arquitecto Antoni de Moragas, cuya obra merecería tener más repercusión en el entramado de la memoria, bien sea por su casa de los toreros, con desgastadas fotografías de Català Roca de tema taurino, de la Gran Vía, bien por los edificios Gomis de Vallcarca, desde mi punto de vista muy originales con relación a su época, o su contribución a dibujar la Meridiana de los sesenta, antesala de este inmueble sucesor de la Cinzano, de misteriosos números en su fachada de Biscaia y moderno vestíbulo en el interior, muy de un pop hermanado con lugares distantes de la misma capital catalana, como si con la estética disminuyera las evidentes desigualdades sociales de una punta a otra.

Vestíbulo del bloque de Múrcia con Biscaia | Jordi Corominas

No hace tanto, en una ruta por el barrio del Port, detrás de Montjuic, una alumna se reía de mi comentándome cómo tengo una especial querencia para considerar sublime lo feo, cuando quizá el problema es de todos aquellos seres humanos demasiado imbuidos de la tralla que les meten en la cabeza para lobotomizarlos con una sola posibilidad de belleza.

Bloque sucesor de la Cinzano en Múrcia con Biscaia, obra de Antoni de Moragas | Jordi Corominas

Cuando navego por Navas me exalta el batiburrillo de estilos, producto de su urbanización tardía, aunada con la sonrisa perpetua de sus cuantiosos movimientos fluviales, aún embalados en determinar la topografía, como en esta manzana de la Cinzano, no sólo irregular, sino caprichosa por cómo se inmiscuyó en la Guineu, desfigurándola, hasta anularla.

Manzana comprendida por Biscaia, Múrcia, Espronceda y Mallorca. En rojo donde estaba la fábrica Cinzano. En azul marino por donde iba el torrent de la Guineu

Durante mis primeras pesquisas la obsesión, desde el mapa, era dar con la salida del torrente en esa frontera hacia otras latitudes. Cuando pude localizarla percibí la frustración de la asepsia posmoderna y la ausencia de cualquier tipo de pedagogía. Ese es uno de los grandes problemas de esta cuadrícula. Sólo si quieres resucitar su Historia podrás aprehenderla, de otro modo será piedra sin preguntas desde las alturas, contentas en brindarnos una urbe carente de explicaciones para destruirla sin mayores molestias ni cuestionamientos.

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