Manuel Reventós Bordoy. Diario de la guerra y Barcelona vivida / Fotografía de la cubierta: Manuel Reventós con sus hijos Joan (fundador del PSC) y Maria Victòria,1939 | L’Avenç, 2021

La Guerra Civil Española sigue siendo una página oscura de nuestra historia que aún ahora muchos pretenden medio esconder y olvidar. Muchos miran hacia otro lado. Molesta, angustia, perturba. Todos sabemos que una guerra civil en el interior de un país es la peor de todas las guerras posibles: fractura las familias, divide y destroza la convivencia de un pueblo o ciudad, hace aparecer las más bajas pasiones de la condición humana, y el dolor y el odio que engendra quedan en la memoria de generaciones y generaciones. Han pasado ochenta y un años desde el final de la guerra y aún ahora es un tema tabú para muchas familias y pueblos, porque su recuerdo representa una memoria incómoda que intenta desterrarse a través del olvido y de pasar página practicando, sencillamente, la desmemoria.

La guerra civil representó, de hecho, el enfrentamiento armado, provocado por el intento de golpe de estado de un grupo de militares encabezados por el general Franco en contra de la legalidad constitucional de la República, entre las dos Españas que ya se habían enfrentado en diferentes ocasiones a lo largo del siglo XIX.

La una representaba la España más tradicionalista, que quería mantener el antiguo orden
social en torno a la Iglesia y la monarquía, que pretendía conservar los privilegios de
sectores sociales y económicos ligados a la antigua nobleza, terratenientes y la alta burguesía, que estaba atemorizada por la amenaza comunista que comenzó con la Revolución de Octubre
de 1917 en Rusia, y que compartía una visión de una España homogénea y unitaria en torno a los valores del nacionalismo español de matriz castellana.

La otra España, muy dividida y fragmentada, quería abrazar los valores de la modernidad política, cultural y social, entendía que la soberanía se encontraba en manos de los ciudadanos y no en el rey, pretendía la separación entre la Iglesia y el Estado. Promovió la recuperación del autogobierno en Catalunya y el País Vasco entendiendo una España más plural y quería una distribución más justa de la riqueza social que generaba la economía del país. Esta España -uno de los países más pobres de Europa Occidental- había impulsado una de las constituciones más avanzadas de Europa, con un régimen republicano que, sin embargo, no fue capaz de gestionar los conflictos ideológicos, económicos y políticos por los que España atravesaba. Recuerda, en cierto modo, la incapacidad de la República de Weimar a la hora de gestionar la crisis de Alemania en el periodo situado entre las dos grandes guerras europeas.

Algunas veces en Catalunya se ha caído en la tentación de afirmar que aquí todos los catalanes se mantuvieron al lado de la legalidad republicana dando, además, apoyo a la Generalidad. De esta aserción se quisiera inducir a creer que la gran mayoría de catalanes -por no decir todos- se posicionaron en contra del intento de golpe de estado. Del mismo modo, pocos recuerdan que políticos catalanes -y catalanistas- se exiliaron, como lo hizo el mismo Cambó, al inicio de la guerra civil.

Por otra parte, pocos recuerdan las Patrullas de Control, el Comité de Milicias Antifascistas, que durante el primer año de guerra controlaron el país practicando asesinados sistemáticos -en especial de sacerdotes y religiosos, pero también a posibles simpatizantes del golpe de estado – y colectivizaron empresas, propiedades y tierras a los campesinos. También se recuerda poco la incapacidad de la Generalitat, con Companys y Tarradellas al frente, para gestionar aquella etapa tan y tan convulsa.

Por ello, Diari de la guerra civil, de Manuel Raventós, padre del fundador y primer líder del PSC, Joan Raventós, es un libro de memorias atípico e incómodo, muy incómodo. Manuel Raventós era un intelectual catalanista que había sido funcionario público de la Mancomunidad y del Ayuntamiento de Barcelona, ​​miembro de Acción Catalana, un partido del centro catalanista.

Es un libro atípico porque está escrito a chorro, sin una revisión posterior del autor. Raventós muere el año 42, sus memorias quedan en un cajón y sólo ahora la familia ha decidido hacerlas públicas. Escribir a chorro, describiendo lo que vivía tiene un gran valor documental, pero probablemente el sufrimiento y desconsuelo vivido le hace afirmar determinadas consideraciones sobre políticos y situaciones que tal vez posteriormente habría matizado. Pero la fuerza de su punto de vista, directo, sólido y muy bien argumentado, da una visión de los años de la guerra civil que tiene un gran valor.

Es un libro incómodo porque, aunque es escrito desde el catalanismo antifranquista, es muy crítico con la Generalitat, con Companys y Tarradellas al frente, por su incapacidad de mantener el orden público sometido a las juntas de seguridad y los comités antifascistas que devastaron Catalunya con la conocida pretensión de aprovechar los inicios de la guerra para llevar a cabo una revolución social de matriz anarquista.

Los datos e informaciones que aporta -que no corroboran lo que algunos pretenden afirmar, que los catalanes somos un pueblo pacífico y endreçat– nos deben hacer pensar mucho, también ahora. En la guerra civil, el arrebato y desenfreno de un sector del país hizo mucho daño. Y esta es probablemente la memoria más incómoda que muchos quieren ocultar.

Cuando en una democracia las fuerzas de seguridad son permanentemente cuestionadas -como ocurre ahora en Catalunya- hasta el punto de llegar a discutirse se su legitimidad, se crean las condiciones de procesos de violencia y locura que no quisiéramos ver nunca más repetidos. Los pueblos tienen lo mejor y lo peor a la vez. Las páginas de Manuel Raventós nos muestran lo peor.

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