Ocurrió con el asesinato de tres miembros de Médicos Sin Fronteras en junio pasado en la región en conflicto de Tigray, en el norte de Etiopía, en que uno de los fallecidos era una cooperante española. Como en toda esta escalada guerrera entre la región y la capital central Addis Abeba, que ya acumula decenas de miles de muertos desde hace casi un año, es difícil determinar los culpables del asesinato de los cooperantes en una confrontación donde se mezclan tropas federales con milicias regionales aliadas y la nueva entente con Eritrea, por un lado, y las Fuerzas de Defensa de Tigray y aliados en su caso de otros grupos regionales independentistas, por otro. Un verdadero rompecabezas geoestratégico, pero que amenaza con extenderse a todo el Cuerno de África y pone en evidencia a un reciente Premio Nobel de la Paz, como es el primer ministro etíope, Abiy Ahmed.
Para dar testimonio de esta tragedia para la población civil, el fotógrafo argentino Eduardo Soteras lleva desde noviembre del año pasado cubriendo el conflicto junto a un equipo de la Agencia France Presse (AFP) basado en Addis Abeba. Soteras, que vivió unos años en Barcelona, fue el primero en llegar a las poblaciones tigriñas víctimas de la escalada junto a sus compañeros de la AFP y da prueba con sus imágenes de los efectos de los bombardeos, las fosas comunes, las violaciones como arma de guerra y los desplazados en un sentido u otro. Es lo que vimos en su exposición Tigray: Etiopía se hunde en el caos, en el Visa pour l’Image de septiembre y que él mismo nos contó personalmente durante su pasaje por el festival de fotoperiodismo de Perpiñán.
Las fotos de la exposición abarcan de septiembre del año pasado a febrero de este, pero Eduardo Soteras Jalil (Córdoba, Argentina, 1975) llega a Perpiñán después de haber pasado, de nuevo a finales de agosto, dos semanas en la zona de conflicto, que ya ha contagiado a regiones limítrofes como Amhara, entre Addis Abeba y Tigray. En un año, la guerra ha tenido varias alternativas pero resulta complicado prever hacia dónde se decantarán las fuerzas porque lo que tenía que ser una intervención puntual de orden público anunciada por el primer ministro, Abiy Ahmed, se ha convertido ya en un conflicto que está lejos de terminarse.
Únicamente un 5 o 10% del conflicto en Etiopía

“De alguna manera, hemos logrado tener un acceso bastante raro a parte del conflicto”, nos explica midiendo en todo momento sus palabras un Soteras que sabe que debe seguir ganándose la vida en un país en plena escalada bélica. “Pero es importante que sepas que lo que yo he podido documentar es, a lo sumo, un 5 o un 10 por ciento de las cosas que he visto”, también nos advierte. Razón por la cual, confiesa que no puede quitarse “la sensación de frustración”.
No es extraño encontrándose en primera línea y sabiendo que se están cometiendo todo tipo de exacciones. En principio, la actual confrontación se gesta en las elecciones regionales de Tigray de septiembre de 2020, que no habían sido autorizadas por el gobierno central porque había retrasado las elecciones legislativas en todo el país oficialmente por la Covid. La exposición se abre, precisamente, con la cobertura de esos comicios por parte del equipo etíope de la AFP, con un periodista, un cámara de vídeo y Soteras como fotógrafo.
“Recuerdo haber comentado con algunos diplomáticos, que habían viajado a Etiopía en ese momento, que esperábamos cualquier cosa por la animosidad que hubo durante estas elecciones”, dice el fotoperiodista. “Con el equipo de la AFP nos fuimos prácticamente una semana antes para poder hacer varias historias sobre Tigray. Y, entonces, no tuvimos ningún problema. Pero, durante las semanas anteriores, otros colegas nuestros habían recibido amenazas recordándoles que la elección era ilegal y que no se podía cubrir. Días después, cuando nuestros colegas quisieron tomar el avión para ir a Mekele (capital de la región), fueron detenidos. Y nuestro retorno de Mekele fue coordinado con varias fuentes diplomáticas desde nuestra oficina porque esperábamos lo peor”.
Abiy Ahmed y la batalla de Mekele

Dos meses más tarde, estalló efectivamente el conflicto bélico. El 4 de noviembre, las Fuerzas de Defensa de Tigray (FDT), el brazo armado del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), ocuparon la comandancia federal de Mekele y es cuando Ahmed decidió una intervención militar que se quería breve en la región apoyándose en sus nuevos amigos de Eritrea, independizada de Etiopía hace tres décadas. La minoría tigriña, de hecho, había gobernado de facto Etiopía durante estas tres décadas, tras la dictadura estalinista de Mengistu, y mantenía latente el conflicto con Eritrea. Pero la ascensión como primer ministro de Ahmed, de la mayoría étnica oromo del sur del país, les apartó del poder. Y no es por casualidad que el líder del TPLF sea ahora Debretsion Gebremichael, un ex viceprimer ministro etíope. En su momento, cuando Ahmed se convirtió en primer ministro en 2018 y se reconcilió con los eritreos, la comunidad internacional confió en que era un pacificador de la región y, por ello, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2019. La evolución de los acontecimientos pone en duda, de nuevo, uno de estos premios por la paz porque al actual régimen etíope ya se le acusa de crímenes de guerra.
Soteras y sus compañeros llegaron a Tigray el 6 de noviembre, pero esta primera cobertura duró poco porque las autoridades les obligaron a regresar a Addis Abeba. “Desde el comienzo, este conflicto para nosotros fue rascar con la cuchara en el fondo de la olla. Cualquier pequeña foto que podíamos hacer para ilustrar la situación, la hacíamos. Del 6 y 7 de noviembre, hay material que logramos viajando al norte. Básicamente, hasta que hubiera el riesgo de que nos detuvieran”. Pero las fotos de la exposición, las primeras de cualquier medio de comunicación de lo que estaba ocurriendo en la zona cuando se libraba abiertamente la batalla de Mekele, corresponden a un segundo desplazamiento al cabo de dos semanas al noroeste, en Mai Kadra y Humara, cerca de la frontera con Sudán. Aprovecharon unas invitaciones del gobierno federal para medios basados en la capital, de las que solo hizo uso la AFP porque otra agencia con un equipo importante en el lugar como Reuters mantiene unas tensas relaciones con el poder. En ese momento, Human Watch Rights ya había recabado información de matanzas a civiles tanto por parte del ejército federal y de sus aliados como de los propios tigriños.


