A veces, la repetición produce cambios en el gusto sobre los lugares. Antes de empezar a escribir, pensaba en cómo llegué a estos pasajes, y recordé cómo gracias a trabajar en la radio travesé la Meridiana, algo esencial en todo este asunto, porque, para no aburrirme, variaba mis rutas de regreso.

Quizá así fue como vi el passatge de Pinyol, al que tengo muy presente desde un poco antes de la pandemia, cuando el paseo en plan no redundar en el laberinto se volvió más específico y machacón en algunos de sus pasos. Pinyol es mágico por su misma finitud y múltiples ángulos de percepción. Está abierto a la visión desde arriba la Meridiana, en los desaparecidos terrenos del passatge Oliva. Cruzas en verde y la vista enfoca la travesía siempre con lentes más cercanas, descubriéndose toda su extensión y composición, con cuatro metros de ancho y barrera del Rec Comtal. Ahora, además de ser un cul de sac, sólo está habitada en una de sus caras.

Su belleza radica en una sensación de tiempo congelado, con los colores de las fachadas deslucidos, una ventana tapiada muy óptima para Instagram, y su perspectiva, impedida hacia la Meridiana por el bloque, otro fragmento u opción en el enfoque a Pinyol desde cualquier ángulo.

Mapa de 1933. La flecha roja indica la calle Provença, la verde el Rec Comtal, la negra la posible ubicación de la blanquería del pasaje Ca Seguers. Las líneas azules muestran la T de Ca Seguers y Malet

Este pasaje fue el primero de la trilogía en llamar mi atención. De las fincas de Ca Seguers, siguen gustándome muchísimo las del lado montaña, divididas con Pinyol por el Rec Comtal. La policromía de sus fachadas, junto al aire de conjunto plantado allí en medio como si fuera un secreto, siempre me ha seducido. Las que chocan o se dan la espalda con Mallorca son más toscas, aunque una conserva el nombre de su dueña, Joaquina, otra mujer más para la nómina de villas con nombre femenino, bien esparcidas por toda la ciudad, no sé si por devoción marital, la más improbable idolatría a una amante o la maravillosa fantasía de ser el feudo de una de tantas coronelas de los barrios.

En fin, Seguers se engarza muy a su manera con Malet, este también limitado con el Rec Comtal, teniendo salida en Mallorca. Hasta hace poco era el que menos me atraía.

Lo contado hasta ahora marca una fácil deducción. Pinyol es uno, independizado de la santísima trinidad por el Rec, y Seguers convive de verdad con Malet. El Rec Comtal tiene todos los ases en la manga en esta configuración; sin embargo, la visita a un solo documento del Arxiu Municipal nos instala en Malet como sumo sacerdote de la función. Veamos porqué.

El 16 de marzo de 1924, José María Malet i Estruch solicita abrir un pasaje en una manzana de su propiedad comprendida entre Mallorca, Navas de Tolosa, Trinxant y el Rec Comtal. Pedía aceptar un pasaje de seis metros de ancho, comunicándose desde el Rec hasta Mallorca.

El pasaje de Ca Seguers | Jordi Corominas

En marzo de 1925 alguien denuncia el inicio de las obras con incumplimiento de algunos aspectos establecidos. En el dosier hay un salto y vamos hacia atrás, pero no como los cangrejos, en una nota signada el 25 de abril de 1924 por un arquitecto municipal, no consigo transcribir la firma, donde se critica la adjudicación por no enlazar Mallorca con Provença, el insalubre e antihigiénico ancho y su situación, a treinta y un metros de distancia con Navas de Tolosa, juzgándose el proyecto como una tentativa de aprovechar más los terrenos de Malet sin tener para nada en cuenta, lo transcribo literalmente, el interés público.

Basta consultar el catastro o examinar en directo el pasaje, la combinación de ambas cosas es un triunfo, para cerciorarse de cómo muchas de sus viviendas son de finales de los años veinte. Aquí hay otras preguntas alucinantes. El arquitecto municipal se indigna por no conectar Mallorca con Provença, y si se mira el mapa parcelario de los años treinta es como si la Meridiana de la actualidad fuera una hipótesis marginal entre el ferrocarril y el Rec, con el Eixample siempre hegemónico en los criterios, su imperialismo a flor de piel durante los años de la Dictadura de Primo, cuando ambicionaba copar Llobregat y Besós en un santiamén.

La otra cuestión remite a cómo no se comenta nada del passatge de Ca Seguers, según el nomenclátor así bautizado por una fábrica de blanquear cera con muchos paneles almacenados. En mi caso, bastante único por ensimismamiento en estudiarlo, esto haría interpretar como su segmento de Trinxant hasta sus villitas era donde se ubicaba la blanqueadora.

Lo siguiente es un instante Hermanos Marx. La siguiente información es del 28 de septiembre de 1943: “Habida cuenta el tiempo transcurrido, pase a la Agrupación de Urbanismo y Valoraciones, con ruego de que se sirva a informar si llegó a verificarse la apertura del pasaje, de cuyo permiso solicitó apertura el señor Malet.”

Interior del pasaje Pinyol | Jordi Corominas

Dos meses después, un documento constata la existencia del pasaje desde largo tiempo atrás. El 26 de febrero de 1945 un informe rechaza la desaparición de los pasajes, ya en dúo de Malet y Sagués. Esgrime cálculo de profundidades edificables, perjuicios económicos para el Ayuntamiento y a los propietarios si todo derivara en expropiaciones y sugiere limitar nuevas construcciones, algo típico esa década en interiores de manzana del Eixample. En 1946 empresas, la Compañía Barcelonesa de Electricidad, y particulares con intereses en los pasajes enviaron reclamaciones. Fueron desestimadas el 4 de febrero de 1947.

Hay muchas carpetas de ese momento con el orden de efectuar la desaparición de pasajes, como por ejemplo la mayoría de los pertenecientes a la frontera entre Camp de l’Arpa y el Guinardó, con una serie en estas páginas. La permanencia de Malet y Ca Seguers es como una anomalía.

La guinda a todo esto es una protesta de Rafael Boté Rosés, fechada el 5 de marzo de 1947. El firmante da para novela. En la hemeroteca lo localizamos en 1933 como propietario de la finca de Mallorca 633, en la manzana de Ca Seguers y Malet. La noticia es relativa al administrador del inmueble al serlo también del número 4 de la calle Salinas, donde en noviembre de 1932 El ruso asesinó a la prestamista Teresa Domènech. Una novela dentro de la novela.

El pasaje de Malet | Jordi Corominas

La de Boté Rosés sólo tiene otro apunte en 1949. Vive en el 58 de la calle Abat Odó de Sant Andreu y ha perdido una perra mallorquina de estatura mediana. En 1947 casi llora en tinta por su inminente ruina si le obligaran a irse de su vivienda, conseguida gracias a la facilidades dadas por el señor Malet, propietario de los terrenos, tanto como para dar nombre a ambos pasajes, pues Boté insiste en que habita el número 20 del pasatge Segués, antes Malet. De este modo cabría la posibilidad de la fábula de un pasaje en forma de T para ganar espacio al espacio o la dejadez absoluta municipal durante dos convulsas décadas, y cuando estas terminaron se lanzó una carrera brutal para especular con la zona a lo bestia, eso sí, respetándose sus mandamases.

Por cierto, Boté, para dar más requiebros al rompecabezas, era el propietario de Villa Joaquina.

La Villa Joaquina, del pasaje de Ca Seguers | Jordi Corominas
Share.
Leave A Reply