Presupuestos aprobados con los votos de ERC, Junts, y la abstención de los Comuns. La formación que lidera Jéssica Albiach ha ocupado el puesto de la CUP al igual que ocurrió con los presupuestos del año pasado, cuando Quim Torra todavía era el presidente de Catalunya. La alternativa a no aprobar los presupuestos era prorrogar los del año anterior. Teniendo en cuenta que los de este año se prevén más expansivos gracias a la llegada de los fondos europeos (incluyen una partida de 1000 millones de euros en ayudas por la vivienda y la creación de nuevos impuestos verdes), se asumía implícitamente que los presupuestos, de una u otra forma, se acabarían aprobando. Pero la negociación ha sido más traumática de lo que cabía esperar, especialmente por la relación entre Junts y ERC, que ha sufrido el enésimo encontronazo.
También la “unidad del independentismo” ha sufrido otro bache. Porque la unidad del independentismo funcionó primero como deseo, después como amenaza, y ahora lo hace como elemento nostálgico. Poco a poco la década del procés llega a su fin, pero el final de esa década no es abrupta, sino que se va deshaciendo lentamente en unos pedazos que dejan escenas como la vivida estos días, que ejemplifican dos cosas: que el socio preferente de ERC son los Comuns y no Junts per Catalunya, y que Junts per Catalunya no tiene ningún socio preferente porque aún no saben qué partido quieren ser. Hoy en día el principal activo político de Junts per Catalunya es el actual Consejero de Economía y Hacienda, y ni siquiera es miembro del partido.
Menos de veinticuatro horas antes de que los comunes confirmaran su apoyo, Jordi Sànchez, secretario general de Junts per Catalunya, comparecía en rueda de prensa y afirmaba lo siguiente: “Que quede claro, los presupuestos no tendrán un giro de 180 °, ni 90°, ni 40°, ni 20°. Juntos no sacrificará unos buenos presupuestos por las políticas nefastas del Ayuntamiento de Barcelona. No permitiremos que afecten al país.” Dicho y hecho. Por la mañana del día siguiente, la ejecutiva de Junts aprobaba los presupuestos con los Comuns, fruto de un pacto que involucra la retirada de la enmienda a la totalidad presentada por ERC en el Ayuntamiento de Barcelona.
La jugada de vincular los presupuestos de la Generalitat con los de Barcelona dejan con mal pie al por ahora candidato de ERC a la alcaldía, Ernest Maragall, quien en rueda de prensa hacía explícita la “evidente incoherencia aparente entre lo que votábamos la semana pasada y lo que acabaremos haciendo diciembre en el plenario del Ayuntamiento”. Nuestra posición es aquella, no ha cambiado y no cambiará”. Si la intención de la ejecutiva de ERC es presionar hacia un cambio de liderazgo en la ciudad condal, éste es un primer paso.
Algo se mueve en la política catalana: ERC sabe que para ocupar la posición de partido central que quiere ocupar debe ensanchar la base. Pactar con los Comunes es el primer paso, porque la alianza con la formación morada se percibe de forma más o menos orgánica. Pero a nadie se le escapa que en un futuro no muy lejano se va a romper el veto hacia el PSC. Los socialistas también lo necesitan, porque saben que si se mantienen simbólicamente en el blog “unionista” no podrán llegar a gobernar nunca la Generalitat.


