Si prosiguiéramos la novela de misterio de la última entrega, iríamos a revelar como el número 20 del passatge de Ca Seguers es el 12 actual. Su fachada de Mallorca 633 también era propiedad de Rafael Boté, con domicilio oficial en Abat Odó, en el barri de Sant Andreu, donde su apellido figura entre los más ilustres de las paraditas de la plaça del Mercadal.

También podríamos hurgar más en los arquitectos del pasaje o los pasajes de Malet. Según un documento de 1924, agradecemos a Valentí Pons la colaboración, los urbanizó Ignasi Brugueras. La firma es un alivio para intuir un nombre, si bien la variedad de su obra tampoco me deja oler muchas afinidades estilísticas con otras piezas de su repertorio, aunque en ese afán busqué coincidencias con el edificio de La Equitativa en vía Laietana, según Oriol Bohigas una especie de Casino de pueblo.

La harinera Figueras, Sagrera y Cía.

En el paseo por las travesías, otro lamento es el de no poder aportar más luz sobre el passatge de Pinyol. En la guía Barcelona Selecta de 1908 aparece un José Piñol, peluquero, y quien sabe si amasó una fortuna o le tocó la lotería para poseer ese pedazo de tierra. En mi imaginación sus casitas, en vez de derribadas, podrían ser una réplica periférica de las decimonónicas del carrer Canet de Sarrià, cada una con su vinculación con el barrio desde la artesanía, el mismo Ayuntamiento o una guardería.

Visto el agotamiento de la trilogía, en realidad infinita, me acerco a descifrar otra casilla importante del rompecabezas. Si salgo desde el passatge de Malet al carrer de Mallorca, distingo dos estructuras bastante nítidas a partir de la división entre muros. Los bloques de piso hacia la Meridiana, coetáneos de las Olimpiadas, son ahora mismo el opuesto a los del tren de lavado, estos cerrados, discrepantes de las múltiples puertas de entrada a los jardines de Joana Tomàs, activista, muerta en 1982, y gran luchadora para trasladar a la fábrica de Alcoholes Montplet fuera del perímetro ocupado por ese espacio inmenso, un parque dentro de un interior de isla, un oasis porque a veces parece como si sólo nos adentráramos sus adeptos. El recuerdo a esta mujer figura discreto, casi escondido en un ángulo.

Si se quiere, la ganancia de verde fue sustanciosa ante la demolición de la antigua estructura fabril. Desde 1886 a 1941 perteneció a la Harinera Figueras, Sagrera y Cía. En el libro Cerdà y la Metrópoli, la primera Barcelona, el ingenio es víctima de una lógica en la seducción imperialista de la ciudad con los pueblos del Llano. El tramvia del Foc, inaugurado en 1877, iba del carrer de Trafalgar hasta Sant Andreu del Palomar. Su gran eje era la carretera de Ribes y su prosecución en el carrer del Clot y Gran de Sagrera hasta devenir Gran de Sant Andreu.

Interior de los antiguos locales Puigmartí | Jordi Corominas

El emplazamiento de la harinera era muy ventajoso. En 1904 figura en segunda posición dentro del sector alimentario del extinto Sant Martí, sólo superada por una de sus grandes rivales, Can Folch, cuya chimenea se conserva en el barri de Nova Icària, en la Villa Olímpica, otra prueba más de la increíble extensión del antiguo municipio.

Es divertido buscar en la hemeroteca noticias sobre los movimientos de Figueras, Sagrera Y Cía, sobre todo si retrocedemos hasta la década de los ochenta del siglo XIX, cuando hacen gastar ríos de tinta por sus transacciones de sacos de trigo.

La decadencia debió estallar con parsimonia. En un breve del 16 de noviembre de 1930 se advierte de la venta de un grandioso edificio y locales, con mucha agua, en el carrer de València 645.

Según la cronología del grupo, Francisco Montplet compró la fábrica Figueras, Sagrera y Cía el 27 de octubre de 1941. Cortó la cinta de sus nuevas instalaciones y oficinas de València 645 el 16 de noviembre del siguiente año. De la perfumería pasó a la distribución de alcoholes, ampliándose su oferta de productos durante los últimos decenios. En agosto de 1970, la fábrica ardió, casi un preludio de su despedida, en 1981, moviéndose a la vía Trajana.

Los jardines contienen, si uno quiere, mucha literatura de levísimos segundos, hasta por el antiguo atajo de Mallorca a València entre industrias, el pasaje Galí, con referencia a los orígenes, heredados por los Malet.

En rojo la ubicación de la Farinera Figueras, Sagrera y cía y los Locals Puigmartí, en azul la manzana de los pasajes, en lila la Casa del Guix, la flecha naranja indica la confluencia de Clot con València, la verde el Rec Comtal

Sus accesos dan pie a jugar con lo que ocurra en una de sus calles delimitadoras, como Gabriel y Galán o València, columna vertebral del entramado de este dúo, completado con los locales Puigmartí, en el 647 de esta última.

El lunes 11 de diciembre de 1911 acaeció un incendio en ese número cuando, a las doce y cuarto de la mañana, se prendió fuego en la cuadra de perchas de la fábrica de tejidos y aprestos del señor Puig i Saladrigas.

En Gràcia, 1841 vio la implantación del Vapor Puigmartí, asimismo perteneciente al gremio textil, con tanto éxito como para recibir a Isabel II en 1861. Francesc, el patrón, fue el impulsor del Mercat de l’Abaceria. Su carcasa, a la espera de remodelación, es una hermosa ruina junto a la travessera de Gràcia, reemplazada por el carrer de Puigmartí como vía rápida por los peatones por su ancho de calle, hoy menos íntimos por todo ese hierro mezclándose con el cielo.

En su número 8, tuvo una de sus sedes, con toda probabilidad la central, Fábricas Puigmartí, cuyo reclamo eran locales industriales con mil de energía eléctrica, veinte mil metros cuadrados ya edificados con grandes naves en construcción para todas las industrias; a lo largo del lustro comprendido entre 1915 y 1920 ofrecían el único gasto, al disponer de motores y transmisiones, de la maquinaria para los inquilinos.

Esta cultura de talleres se ha metamorfoseado para nuestra época en la de locales, y basta tener a disposición una vista aérea para enfocar, en contraste con los jardines de Joana Tomàs, como subsiste mucha de su composición de antaño, hasta en su ingreso por Valencia 665, con cambio de numeración para liarnos sólo un poco más.

Puigmartí padeció en su feudo un amago de incendio en mayo de 1915, sin ser necesarios los auxilios de los bomberos. Con esto de ser pájaros para entender las formas a veces olvido, y debe destacarse, el placer de estudiar cada parte de la manzana para desentrañar su Historia. Aquí las de Mallorca y València desvelan, más la primera. En la segunda, las fachadas de tantos inmuebles colindantes a la suya, confieren ese formato de muralla al entorno, para todos los públicos pese a la labor de fortaleza de sus guardianes, como si defendieran inconscientes un tesoro impagable.

En València, a muy pocos metros, se halla un enclave más del laberinto en el cruce de esta con Clot y Navas. Una punta de lanza en la confluencia nos quiere despistar con otro interrogante más, más acuciante por la perspectiva alucinada, un barco con una inevitabilidad, tarde o temprano, hacia la Meridiana.

El mercado de la Abaceria | Jordi Corominas
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