Dolors Comas d’Argemir, catedrática de Antropología Social de la Universidad Rovira i Virgili, es la directora del informe de esta universidad “El cuidado importa. Impacto de género en los y las cuidadoras de mayores dependientes en tiempos de la Covid-19”, en el que han participado diez centros universitarios españoles y que se presenta este diciembre. La pandemia ha afectado especialmente a las personas mayores, a los viejos, y ha puesto de manifiesto las carencias de la atención a las personas dependientes. Dolors Comas d’Argemir ha investigado a fondo cómo trata nuestra sociedad a los viejos. Habla de “sobreenvejecimiento”.

¿A qué se refiere cuando habla de “sobreenvejecimiento”? ¿Tratamos a los viejos como si estuvieran peor de lo que corresponde a la evolución normal de una persona que acumula muchos años de vida?

No, esto es el edadismo. Hablamos de ‘sobreenvejecimiento’ cuando tenemos una población que no sólo es vieja sino que es mucho más vieja. En la proporción de personas mayores y personas que nacen, si miramos la esperanza de vida y cuántos hijos hacemos, vemos que España es un país muy envejecido, como Japón, Corea, Alemania y, en general, los países europeos. Cada vez vivimos más años y, al mismo tiempo, no hacemos hijos o hacemos muy pocos, con lo que la proporción de personas mayores es muy elevada. Hablamos de ‘sobreenvejecimiento’ también porque la proporción de gente mayor de 80 años es muy grande. Se ha tendido a incrementar. La Covid ha segado muchas vidas y ha afectado, pero tenemos población centenaria. La esperanza de vida ha descendido un punto por la Covid pero antes era de 86 años para las mujeres y 81,5 para los hombres. Siendo un promedio significa que hay gente de 90, 95, 100 años muy fácilmente. Que vivamos tantos años es positivo. Quiere decir que las condiciones de vida, la sanidad, lo favorecen, pero también se alarga un período de deterioro que a cada persona le llega en un momento distinto. Entonces, es más probable que personas mayores de 80 años lleguen a situaciones que generan dependencia de otras personas para poder vivir. ‘Sobreenvejecimiento’ es esto: que tenemos una población muy envejecida. Tengo un amigo mexicano que tiene unos 75 años que cuando viene aquí dice estar contento de que mucha gente es como él mientras que en México hay mucha más gente joven.

“Hablamos de ‘sobreenvejecimiento’ cuando tenemos una población que no sólo es vieja sino que es mucho más vieja” | Pol Rius

Hablar de viejas y viejos ¿es despectivo?

Un poco. A veces lo reivindico. Anna Freixas ha hecho un libro, que ha titulado “Yo, vieja”, donde recuerda que todos llegamos a una edad y que ser viejo significa simplemente que vivimos más años. Estamos en una sociedad que no valora a las personas mayores. No sólo no las valora sino que, incluso, existen formas de exclusión de ellas. Me da mucha rabia la infantilización que se hace de las personas muy mayores, cuando se las trata en algunas residencias como si fueran niños. Esto es como si cuando te haces mayor no puedas decidir por ti mismo. El edadismo es cualquier forma de discriminación por edad. Puede haber discriminación de gente joven pero cuando se aplica a la gente mayor es, en el tipo de sociedad en la que estamos, pensar en personas que no son productivas, que generan carga sanitaria, social, y que no nos gusta ver la decrepitud de los cuerpos. Rompe con los estándares de una sociedad organizada en torno a personas sanas que pueden hacer una vida aparentemente autónoma –aunque nunca nadie es autónomo del todo, siempre dependemos de otras personas- y que rechaza lo que no se les parece: la gente mayor, las personas con discapacidad… Una de las características del edadismo es que no lo vemos, está muy implícito. A diferencia del sexismo, del racismo, que tienen movimientos que consideran que no es correcto, el edadismo no lo pensamos y, simplemente, vemos a las personas mayores con paternalismo, las infantilizamos, les llamamos abuelos, cuándo pueden ser abuelos o no serlo.

Estamos en una sociedad que no sólo no valora a las personas mayores sino que tiene formas de exclusión

Llamarles abuelos es hacer algo de trampa

Es una fórmula muy tramposa porque es cariñosa y a la vez es infantilizadora. Con la pandemia se ha visto mucho. A las personas mayores se les han puesto muchas más restricciones y más miedo. Los hijos se han atrevido mucho más a querer proteger a los padres. Y en las residencias todas estas medidas de no dejarles salir, de no dejar entrar a las familias, atentan contra los derechos de las personas. Se han tomado como medidas proteccionistas pero al mismo tiempo marginan. Cuando tienes que proteger a alguien es que es débil, tiene vulnerabilidad, no es como tú. No digo que no haya cierta vulnerabilidad física en las personas mayores. Está ahí. Pero existe ese rechazo de la sociedad que no le gusta ver esta etapa como una etapa viva, aunque cada vez se habla más de ‘la segunda edad adulta’. A los 65 años nos jubilan y nos dicen que no debemos trabajar más, pero eso no quiere decir que dejes de ser una persona activa, que hagas cosas. Tenemos a muchas personas mayores en nuestra sociedad que están con un activismo fortísimo. También algunos no hacen nada pero mientras tengas salud, no pasa nada.

La pandemia se ha cebado especialmente con los viejos y sobre todo en las residencias. ¿Ha demostrado que teníamos organizada muy mal la atención que se les daba en estos centros?

El hecho de que incidiera mucho el virus en las residencias se debe a que viven muchas personas juntas, en unos espacios relativamente reducidos, se comparten habitaciones, entran y salen familias y gente… Era inevitable. El virus entró, en residencias grandes y pequeñas, públicas y privadas. Han pasado dos cosas. Esto ha puesto más de relieve los déficits y las carencias de las residencias. El virus ha causado muertes, pero la situación previa es que había residencias que eran muy mejorables, por decirlo suavemente. Por su parte, las residencias son hogares, no hospitales. No tenían los medios para salvar vidas y aun así salvaron.

“El virus entró, en residencias grandes y pequeñas, públicas y privadas. Esto ha puesto más de relieve los déficits y las carencias de las residencias” | Pol Rius

¿Hemos aprendido? ¿Son más seguras ahora las residencias frente a una hipotética nueva pandemia?

Desde el punto de vista de la seguridad han mejorado, dado que la mayor parte de la gente de dentro y fuera de las residencias está vacunada. Hay consenso político en que debe cambiarse el modelo. Tienen que parecerse más a los hogares y menos a los hospitales. Se está mirando hacia los modelos residenciales de Alemania o Dinamarca, que tienen mayor tradición en esto, que lo que hacen es organizar las residencias en pequeños grupos de convivencia, con espacios compartidos, con una atención más personalizada.

Que se apresuren, ¿no?

Después de todo lo que ha pasado, quizás deberían correr más. Si no se prioriza ahora no saldremos adelante. Necesitamos mejorar todo el sistema de atención a las personas mayores, estén en casa o en una residencia. No puede ser que todo corra a cargo de la esfera privada, individual y, sobre todo, de las mujeres que en este ámbito son las que asumen más responsabilidad y más trabajo.

Hay que mejorar todo el sistema de atención a las personas mayores, estén en casa o en una residencia

En el estudio que están haciendo sobre el impacto de género en los cuidadores de mayores dependientes en tiempos de la Covid-19, ¿cuáles son las conclusiones principales a las que han llegado?

Si miramos lo que ocurre en los hogares lo que vemos es que básicamente son las mujeres las que cuidan. Cada vez hay más hombres. Me estoy refiriendo a cuidar a personas mayores o con discapacidad; no a los niños. Esto no lo hemos tratado y, además, existen actitudes diferentes. Cuidar a las criaturas tiene más glamour. Hay más hombres que lo hacen. Pero también hay más hombres que, al vivir tantos años, si es la esposa la que enferma asumen cuidar a la pareja, especialmente si están jubilados. Hay más de lo que parece. Lo que ocurre es que están muy escondidos. Antes, las hijas acudían enseguida y ahora, no es que se despreocupen por completo, pero están más ocupadas. A nivel conyugal suelen cuidarse recíprocamente. ¿Quién cuida cobrando un salario? El sector ocupacional está muy feminizado. En el caso de las residencias, un 84% de quienes trabajan en ellas son mujeres. Igual en el servicio de atención domiciliaria. Y si hablamos de las trabajadoras del hogar que cuidan, el 98% son mujeres. Una característica que tienen estas ocupaciones es que están muy mal pagadas, precarizadas, se les da poco valor, se exige poca formación porque parece que, con eso de que eres mujer, sabes cuidar y si no hay calificación tampoco hay buenos salarios.

Estamos hablando de trabajadoras pobres

En todos los ámbitos. Las trabajadoras del hogar tienen menos derechos. No están en el régimen general. No tienen derecho al paro y, por tanto, si se muere la persona que cuidan se quedan en la calle. Y si son internas, además, se quedan sin alojamiento. Es dramático. Muchas de las trabajadoras de las residencias o en servicios de atención domiciliaria tienen que realizar otros trabajos para poder sobrevivir, porque no llegan a los mil euros. Estamos hablando de sueldos muy bajos. Existen muchos contratos a tiempo parcial, temporales. Es un sector muy precarizado. Por eso, con la pandemia se sufrió mucho en este tipo de servicios. Muchas trabajadoras se contagiaron y hubo que trabajar con unas bajadas de plantilla brutales. Esa precariedad hace que haya mucha rotación. Los trabajadores a la que pueden, se marchan. Y si podían marchaban a Sanidad, donde había mucha necesidad también. Muchas residencias se quedaron con más de la mitad de la plantilla de baja, con lo que esto significa. Fueron mujeres las que estuvieron en primera línea de la pandemia, no sólo en el sector sanitario, donde hay muchas, sino también en el sector del cuidado, donde está la parte familiar y la parte profesionalizada, donde se cobra un salario por trabajar. Así como en el sector sanitario se las aplaudía, en el sector de las residencias se las culpaba de las muertes. Hubo casos negativos, pero se hicieron esfuerzos titánicos por salvar vidas, con poco personal, menos de lo normal, y sin instrumentos sanitarios.

“Fueron mujeres las que estuvieron en primera línea de la pandemia, no sólo en el sector sanitario, donde hay muchas, sino también en el sector del cuidado” | Pol Rius

En ocasiones, los cuidadores son también familiares, personas, sino viejas, de edad avanzada. El problema aquí se duplica

Tal cual. La mayor parte de familiares cuidadores son mujeres de más de cincuenta años. Tienen 50, 60 años y están cuidando a padres mayores. En las entrevistas de campo del estudio que estamos haciendo hablamos con mujeres que nos dicen que la jubilación que pensaban que sería un momento de libertad, de poder hacer muchas cosas, se la están pasando cuidando. Y hay situaciones muy tensionantes, de dependencias severas que necesitan estar encima de esas personas las 24 horas del día.

En el sector sanitario se aplaudía a las trabajadoras; en el sector de las residencias se las culpaba de las muertes

¿Cómo se soluciona esto?

La solución es que hubiese más implicación política para destinar más recursos a servicios para atender a los hogares o para que las residencias tengan mejores condiciones y la gente quiera ir a ellas. El esfuerzo que se hizo en su momento por la sanidad debería hacerse ahora por todo lo que es el cuidado de personas mayores y dependientes porque la Ley de la Dependencia fue muy insuficiente. Ya era insuficiente en su planteamiento, pero es que, además, empezó la crisis enseguida. Empezó a aplicarse en 2007 y la crisis vino en 2007-2008 y, entonces, se echaron para atrás muchas cosas. Por tanto, nunca se ha llegado a aplicar bien. Debería hacerse una reforma fuerte de la Ley de Dependencia para cubrir todas estas necesidades que, además, crecen. Insisto: vivimos muchos años.

¿Las pensiones de jubilación no son suficientes? ¿Son demasiado bajas?

Cuando cobramos una pensión de jubilación nos quejamos de que disminuye muchísimo lo que cobramos. Hay países que están peor pero nosotros tampoco somos de los mejores. Francia tiene un sistema de pensiones mejor que el nuestro. Las pensiones dan cierta seguridad con un mínimo vital durante la vejez pero, dependiendo del tipo de empleo que se haya tenido durante la vida, las pensiones pueden ser muy bajas y muy insuficientes. En la vejez se acumulan las dificultades. La gente que ha tenido mucho dinero y muchas facilidades en la vida puede tener una vejez mejor porque el dinero no lo arregla todo pero sí muchas cosas. No se envejece igual si tienes dinero que si no lo tienes. En Barcelona, ​​tenemos el ejemplo de los 11 años de diferencia de esperanza de vida entre Pedralbes y barrios como el de Bon Pastor. La renta per cápita es muy distinta y el envejecimiento también. Se envejece peor si se ha tenido menos salud, si se han tenido condiciones de vida más difíciles, trabajos muy penosos… Esto se nota mucho.

¿Es muy diferente envejecer en Barcelona, ​​Madrid, Sevilla o en un pueblecito de la España o la Catalunya vaciada?

El problema que hay en la España o la Cataluña vaciada es sobre todo que la gente joven se ha ido y la gente mayor puede llegar a situaciones de gran soledad, que también se da en las ciudades. En las zonas rurales faltan servicios o, si no faltan, están lejos y si ya no puedes conducir es un problema grave.

“Las pensiones dan cierta seguridad con un mínimo vital durante la vejez pero, dependiendo del tipo de empleo que se haya tenido durante la vida” | Pol Rius

¿Y cambia mucho envejecer en nuestro país o en otros países europeos?

Alemania y Dinamarca, sobre todo, son referentes porque hace más tiempo que han creado este tipo de residencias que son pequeñas o son mini-residencias dentro de residencias grandes que son como grupos de convivencia que se parecen más a los hogares; puedes llevar, además de tus pertenencias, tus muebles, las cosas que, de alguna manera, hacen que se parezcan más al lugar donde has vivido siempre. Hay salas de estar que pueden ser comunitarias, cocinas,… y la gente que no ha perdido cierta autonomía para hacer cosas, puede hacerlas. No es aquello de que solamente estás en una habitación y de allí vas a la sala de terapia, de la sala de terapia al jardín y del jardín al comedor, que son unas rutinas que dan poco sentido a la vida. Vale la pena vivir los años que puedan quedarnos de una manera digna y con sentido. Que lo que hacemos sea lo que queremos hacer, no lo que nos impongan.

Aquello de que hay que escuchar la voz de la experiencia de los mayores ¿se hace o ha quedado superado en una sociedad tan tecnologizada como la nuestra?

Esto ha sido barrido totalmente. Todo va tan rápido que el tema de la experiencia se valora poco. Iría muy bien que hubiera más interacción entre generaciones, aunque fuese solo para transmitir elementos de experiencia y de memoria histórica. Y esto se está estimulando muy poco. Hay países que lo están estimulando pero parece que, incluso, se han invertido los roles y los niños enseñan a las personas mayores a hacer uso de las nuevas tecnologías o las sustituyen para realizar según qué acciones. Con la pandemia mucha gente se ha espabilado. No entraba en ese mundo pero lo ha hecho. Mucha gente que no sabía que era un whatsapp o un Zoom ha aprendido a usarlos porque lo ha necesitado. Lo que pasa es que cuando tienes unas rutinas te da pereza incorporar otras nuevas pero cuando la situación te fuerza a ello, aprendes, claro que sí.

Las nuevas tecnologías, el progreso de la ciencia, ¿está haciendo o hará más agradable esta etapa de la vida?

Se confía mucho en ello. Se confía porque es una manera de evitar soledades no deseadas y que si ocurre algo te puedas enterar. En Japón han ido más allá y están haciendo robots para cuidar. Sin embargo, creo que los robots no pueden sustituir a las personas. Eso sí, no se enfadan contigo. Aunque quizá los perfeccionen tanto que acaben haciéndolo.

¿Cuándo se debe jubilar a una persona?

Es algo polémico. Trabajamos muchos años y como vivimos más años tampoco estaría mal retrasar un poco la edad de jubilación. Pero al mismo tiempo si miro a los países donde no hay edad de jubilación, como Chile, por ejemplo, que es ultraliberal, te encuentras con gente muy mayor que, como los sistemas de pensiones son privados, están haciendo trabajos a veces muy penosos. Después de estar muchos años, los mejores años de la vida, trabajando, ya se ha acumulado suficiente para poder tener una jubilación, que no significa no hacer nada, significa hacer otras cosas sin las mismas obligaciones. Siempre que se habla de retrasar las jubilaciones, los sindicatos se quejan porque, como es lógico, defienden derechos laborales. Estaría bien jubilarse cuando una persona quiera.

“Las mujeres siempre tenemos muchas cosas por hacer que dan sentido a nuestras vidas. Tiene que ver con lo que decía del edadismo. Lo interiorizamos nosotros” | Pol Rius

Hay gente a la que la jubilación les hace envejecer de repente, lo llevan muy mal

Los hombres, sobre todo. Las mujeres siempre tenemos muchas cosas por hacer que dan sentido a nuestras vidas. Tiene que ver con lo que decía del edadismo. Lo interiorizamos nosotros. Como nos han inculcado que el trabajo es lo que genera nuestra identidad, que estamos en esta sociedad aportando para nuestra supervivencia y para la de la sociedad, parece que cuando te jubilas esa identidad que se ha construido deja de estar ahí. Es como decir: “ya no soy el que era”. Es verdad. Ya no eres el que eras pero quizás vale la pena que lo positivicemos. Los hombres es verdad que lo llevan peor porque esa predominancia del trabajo sobre otras esferas de la vida la tienen más presente que las mujeres, que cuidan, que tienen muchas tareas simultáneas por hacer. Está estudiado. Es así.

En el caso de las personas mayores hay bastante movilización por las pensiones pero por los derechos a cuidar y ser cuidado no la hay

¿Qué hacer para que la preocupación por las necesidades de las personas mayores, de los viejos, sea una prioridad de la gestión política?

Que nos movilicemos los que llegamos a esta edad y los que no, también. Cada vez las personas mayores somos más. Debemos hacerlo valer. Los políticos están muy preocupados por quien les vota. Tienen que hacer caso o tener en cuenta que cada vez la proporción de personas mayores es mayor y que son más que la gente joven. Y, por otra parte, hacer demandas. Como que he estado unos años en la política institucional, tengo muy presente que si hay presión social hay cosas en la agenda política que se mueven. Y si no, no. Siempre hay tanto que hacer que para establecer prioridades pesa que haya demanda, que haya movilización ciudadana. Entonces te toman más en serio. En el caso de las personas mayores hay bastante movilización en el tema de las pensiones pero, en cambio, en el de los derechos a cuidar y ser cuidado no la hay, no moviliza a la gente a pesar de las muertes que ha habido en las residencias. Construir plataformas ciudadanas para hacer demandas como personas mayores sería interesante. Yo estoy participando en la construcción de una.

En algunos países se han creado partidos de pensionistas y jubilados

No soy partidaria de eso, como de hacer partidos de mujeres. Creo más en los planteamientos transversales.

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