En los últimos años, la presencia de la literatura nórdica en nuestro país (básicamente de Noruega y Suecia), ha sido casi un continuo, con una sorprendente calidad media y una incidencia pública bastante alta. Ahora nos llega “La casa de la veranda ciega” de Herbjørg Wassmo (Vesterälen, 1942). He aquí una historia de mujeres, en los años cincuenta, en una pequeña comunidad noruega que vive de la pesca. No descubrimos nada porque la editorial lo dice en la contraportada: La protagonizan Tora, una chica que transita hacia la adolescencia, y secundariamente a su madre y su tía. Es hija de un soldado alemán ocupante que ha desaparecido, el padrastro abusa sexualmente desde pequeña, la madre purga la pena de haber sido colaboracionista (por el simple hecho de haber tenido amores con el soldado enemigo), por tanto es una superviviente bastante amargada, y la tía, trabajadora y algo más abierta de miras, es el ejemplo a seguir. Es un mundo triste, pobrísimo (una casa con tres criaturas sólo puede enviar dos a la escuela porque no hay zapatos para todos), lleno de hombres esperando trabajo, pasivos y asalvajados, borrachos e incluso tarados físicamente .

En este sentido, las violaciones que sufre la protagonista, con toda la carga de abuso físico y de todo tipo que conllevan, son tratadas con cierto distanciamiento, que es el reflejo del mismo distanciamiento que se impone la chica ante el hecho, con el silencio que le acompaña, claro (mamá no sabe nada). En fin, es la historia de una comunidad pequeña que sobrevive a todos los niveles gracias a las mujeres (“ Las criaturas siempre eran de las mujeres, cuando las mujeres de una u otra manera fallaban, las cosas se volvían complicadas para las mujeres criaturas… ” (pág. 184), con las envidias, las frustraciones y los pequeños puntos de luz que, también como en cualquier comunidad pequeña del mundo, tradicional y pobrísima, existen. En esta novela son el tío, la profesora…

La historia de este pueblo, de esta chica, se hace interesante por diversos motivos, sobre todo por el acercamiento a esta sociedad noruega tan lejos de la civilización, tan cerca de la naturaleza (con la belleza de los fiordos de fondo). extraña para nosotros. Es un mundo salvaje que no cuadra nada con la imagen de la Noruega actual, activa, rica, avanzada; para entendernos, la Noruega que nos muestra al autor de este país más internacional de hoy en día, Jo Nesbø y su protagonista, el policía peculiar Harry Hole (aunque, por cierto, su última novela la, “Sol de Sangre”, que no es de la serie de Hole, pasa precisamente en un pueblo del norte, pequeño, primitivo, cerca del círculo polar).

“La casa de la veranda ciega” nos muestra un mundo donde la guerra mundial y la ocupación alemana (recordemos que en Noruega duró hasta el último segundo de la guerra) todavía están muy cercanas, con la secuela de rabia, frustración y deseos incumplidos de venganza. La narración va avanzando en paralelo a la vida del pueblo, con anécdotas cotidianas diversas. El lector enseguida empatiza con la niña/chica/mujer Tora y con la forma de narrar de la autora, potente, evocadora, que comunica poderosamente la vida de este mundo lleno de premoniciones de desgracias y de infelicidad, matizadas por puntitos de esperanza. Según se nos dice, la historia de Tora tendrá continuidad, ya que “La casa de la veranda ciega” es la primera novela de una trilogía protagonizada por ella. Le esperaremos. La nueva editorial Nits Blanques, que la ha publicado, ha elegido especializarse en literatura nórdica. Por ahora, comienzan bien.

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