Fotograma de “Bricoheroes” (TV3) / Humoristes Jair Domínguez i Peyu

 

Éste es el segundo gag que ha levantado polvareda en poco menos de dos meses, después de que TV3 retirara de la parrilla el episodio donde tenía lugar un diálogo entre los dos protagonistas en el que se imaginaban qué les gustaría hacer en caso de que fueran muy ricos, a lo que uno de ellos respondía: “que me la chupara Leticia Ortiz”. El gag en cuestión, tildado (con razón) como machista, propició un interesante debate entre Peyu y el director de TV3, Vicent Sanchis, sobre las competencias del editor en la emisión de contenidos en una televisión pública.

El debate se politiza de tal modo que queda reducido en un pobre enfrentamiento entre bandos políticos. Es conocido que tanto Jair como Peyu son independentistas que rechazan la vía del diálogo de ERC: ¿quiénes fueron de los pocos que les apoyaron después de que media Catalunya se les echara encima? Pues principalmente la gente de Junts per Catalunya, cómo Francesc Dalmases o Josep Rull. Apoyo estratégico, que nadie tenga ninguna duda.

Es necesario distinguir entre censura y línea editorial. De nuevo se pone sobre la mesa el eterno debate sobre los límites del humor, un debate que explicita el camino pendiente que nos queda por recorrer antes de llegar a la conclusión que, un servidor, cree que se debe llegar: no existe ningún límite del humor. El humor es un arte, y como tal debe estar amparado por completo por la libertad de expresión.

El terreno del humor debe ser el mismo que el de la ficción. A nadie se le ocurriría censurar la lista de Schindler para hacer apología del nazismo, por mucho que algunos de sus personajes sean nazis. Lo mismo ocurre con el humor: quien habla son personajes interpretando un papel. Hay que excluir de una vez por todas el debate (legal) sobre los límites del humor, y, por tanto, hay que relativizar el valor que le damos al sentimiento subjetivo de sentirse ofendido. Toda querella presentada que pretendiera erosionar este derecho, como la presentada por la asociación “Hablamos Español” contra el programa por unos supuestos delitos de odio, debería ser inmediatamente rechazada por el juzgado de guardia de turno.

Otro tema es confundir la línea editorial de un medio con la censura o libertad de expresión. De nuevo, quien confunde esta línea lo hace a menudo de manera cínica, intentando arrimar el ascua a su sardina. Es evidente que alguien debe decidir qué se publica y qué no se publica en un medio. TV3 no es Forocoches. Es una entidad pública que vela, o debe velar, por la calidad de sus contenidos. Si en lugar del gag sobre Leticia hubieran rodado una escena pornográfica nadie habría salido a defenderlos bajo el pretexto de que se les estaba censurando. La censura real es aquella que se aplica contra la voluntad del editor, no cuando el editor aplica sus criterios – acertados o erróneos – sobre lo que es o no publicable.

Queda, por último, analizar lo que dice el discurso humorístico de los dos cómicos catalanes y su relación con la catalanidad. El humor es un discurso como cualquier otro, y como tal es analizable. Considero que el humor de BricoHeroes, ejemplificado a través de estos dos gags, representa lo que podríamos llamar “catalanidad frágil”.

La catalanidad frágil consiste en divulgar un sentimiento de identidad catalán, muy a menudo vinculado a un determinado independentismo (pero no necesariamente), que requiere la humillación de lo “español” para darse sentido a sí mismo. Es un sentimiento bastante extendido en Catalunya que empequeñece a Catalunya. La catalanidad frágil no es capaz de sacar el orgullo de ser y sentirse catalán de forma aislada, y necesita un antagonista para alzarse como moralmente superior.

Dicho de otra forma: es un discurso incapaz de decir, si esto es lo que se cree, que los catalanes somos trabajadores y diligentes sin decir que los españoles son perezosos y negligentes. Esta dependencia evidencia, en mi opinión, el acomplejamiento sobre el que se basa gran parte del independentismo hoy en día.

Un discurso que, por otra parte, es prolífico y exitoso, ya que cumple una función para toda esa gente frustrada por el proceso independentista. Es un premio de consolación que viene en la forma del siguiente mensaje: “no tenemos lo que queremos, pero sabemos que somos mejores que otros”. Una catalanidad frágil.

Todo esto me recuerda a ese célebre pasaje de Nietzsche en Así habló Zaratustra sobre las tres transformaciones, donde el filósofo plantea la evolución del hombre en torno a tres figuras metafóricas: el camello, el león, y el niño. El camello representaría el espíritu gregario y obediente que carga las fatigas del dueño sin quejas. Esta figura habría dejado paso al león, que queriendo romper con el paradigma prevalente, lucha por destruir los valores sobre los que se sostenía tal orden.

Por último, el león dejaría paso al niño, tercera y última transformación del espíritu. El niño, a diferencia del león, tiene una capacidad creativa que le permite imaginarse un escenario sin tener que pensar ni en el camello ni en el león. El niño tiene la capacidad de generar nuevos valores no sometidos a los anteriores.

La supuesta irreverencia del humor de BricoHeroes no habría logrado llegar a ese punto. Se ha quedado con la figura del león, y éste se ha adoptado como emblema de una determinada catalanidad (frágil) que existe en la medida en que puede morder, pero que a diferencia de la creatividad del niño, es incapaz de imaginarse por cuenta propia.

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