Tres adolescentes miran a la cámara. Parecen contentos porque todos llevan ropa de la marca Lacoste. Esta foto comienza a correr por Twitter al día siguiente de que una protesta anti restricciones en Logroño haya terminado con varias tiendas del centro de la ciudad saqueadas, una de ellas, la de Lacoste. En la red han estado circulando en las últimas horas vídeos de jóvenes encapuchados reventando el escaparate y vaciando todo el interior de la tienda. Ahora volvemos a la foto de los chicos contentos publicada al día siguiente. El primer tuit en el que aparece sólo dice “Toca lucir Lacoste”, con la foto. Las redes se incendian. Rápidamente han interpretado que ese trío está luciendo parte del botín del día anterior. Los tres chicos contentos tienen aspecto de magrebíes.
“Pero realmente es así?” Esto es lo que Marc Masip, periodista científico, pregunta a este grupo de alumnos de 4º de ESO del Instituto-escuela El Til·ler, un centro de máxima complejidad situado cerca del centro comercial La Maquinista. “¿Cómo podemos verificarlo?”, les pide. Masip es formador de Verificat, una asociación de fact-checking creada en 2019 que en su web publica periódicamente noticias e informes en los que desmonta bulos que corren por las redes sociales, amplificadas por influencers o líderes políticos, y que cuajan con facilidad en amplios sectores ciudadanos.

Ya hace algunas semanas que funciona este taller, y los jóvenes tienen claro que lo primero que hay que preguntarse es quién está detrás de cada información. En el caso de la foto de los tres chicos ataviados con la marca del cocodrilo, cuando se rasca un poco en el currículo del personaje que lo ha publicado se ve fácilmente que es militante de un partido ultraderechista y que se posiciona sistemáticamente contra los inmigrantes (paradójicamente, a pesar de serlo él mismo). Esto ya debe encender las alarmas, pero no garantiza que mienta. Pero la suerte es que detrás de los chicos se pueden leer los letreros de unos comercios, y los alumnos del Til·ler los buscan con google maps y resulta que uno es una zapatería de Argelia, y entonces con street view encuentran el sitio exacto donde se tomó la foto. En Argel. No en Logroño. “Lo que quería este hombre era crear odio”, concluye Masip.
El curso Desfake está pensado para alumnos de 3º de ESO a 2º de bachillerato o ciclos formativos. Aquí y en algunos institutos más con los que trabaja Verificat empezó en octubre y se cerrará a mediados de febrero. Hasta ahora han analizado, entre otros aspectos, cómo se informan de las cosas, cómo diferenciar un hecho de una opinión, cómo evaluar la calidad de una fuente de información, qué es la desinformación y cómo se fabrica y se propaga. Hoy están analizando cómo desinforman las imágenes, están constatando que no siempre es cierto lo que más vale una imagen que mil palabras. Les quedan todavía días para hablar sobre los algoritmos de las redes sociales, conocer los límites de la libertad de expresión o ejercitar las diversas formas de verificar informaciones, entre otras cuestiones.
“Cada vez tienen más criterio, han pasado de ser muy crédulos a ser más escépticos y creo que esto les va muy bien”, explica Maribel Calvo, la tutora de este grupo, formado en un 80% por alumnos de origen recién llegado. “El objetivo del curso no es formar periodistas, sino ciudadanos que duden, puedan formularse las preguntas adecuadas y tengan herramientas para combatir la desinformación”, añade Marc.

Esta tarde hemos visto algunas de estas herramientas. Si nos parece que una imagen está sacada de contexto la podemos subir a google images o a la aplicación tineyes, y enseguida encontraremos todas las webs donde se ha publicado antes y acabaremos encontrando su origen. También podemos ampliar una imagen para fijarnos en todos los detalles, como color o movimiento, para saber si ha sido manipulada intencionadamente. Por ejemplo, hemos visto la foto de una carga policial del 1 de octubre a un grupo de ciudadanos, uno de los cuales sujetaba una gran estelada. La carga era real, pero la estelada no. “Solo se buscaba aumentar la emotividad porque las cosas que emocionan se difunden más rápidamente”, comenta Marc.
También hemos visto un tuit con una imagen de google maps del puerto de Nuadibú, en Mauritania, con un montón de embarcaciones, y un comentario que dice que se preparan para ir “ya sabéis dónde”. Pero no son pateras para transportar ilegales, como quiere hacer creer a la persona del comentario, son barcas de pesca porque la economía local se basa en esta actividad. Y hemos visto en un vídeo a Barack Obama diciendo todo tipo de barbaridades. Evidentemente estaba doblado. “¿Os la han colado alguna vez con una imagen?”, les pregunta Marc. “A mí nunca”; “a mí sí”; “a mí poco”…
La hora y media de clase pasa volando. Los alumnos no se han perdido ninguna explicación del profe, porque así llaman a Marc, que al final les ha propuesto que se pusieran en grupos para encontrar la localización de varias imágenes con ninguna pista más que los elementos que contenía la propia imagen. En cada sesión hay una parte de explicación y otra de trabajo de campo. En una de estas anteriores sesiones, recuerda Maribel Calvo, se produjo un momento casi mágico. Fue precisamente cuando trataban sobre la desinformación y los discursos de odio, y se centraron en la inmigración. A partir de una investigación publicada por Verificat, hicieron el ejercicio de verificar afirmaciones falsas y engañosas sobre la migración, como ese cliché según el cual va de la mano de la delincuencia, porque cuando una estadística aumenta también lo hace la otra. Revisando los datos pudieron ver que esto es falso, que la migración no influye en el aumento de los delitos. “Ellos mismos se sorprendieron, quedaron perplejos”, explica la tutora. Y a alguien le salió de dentro: “¡Pues no somos tan malos!”.


