Desde que a San Francisco de Asís se le ocurrió allá por 1223 representar el nacimiento de Jesús en una cueva en Greccio (Italia), la tradición del pesebre ha atravesado generaciones enteras hasta llegar a nuestros días. A finales del siglo XVI existían en Catalunya pesebres familiares y en 1786 ya existía la popular Fira de Santa Llúcia, una de las más concurridas de Catalunya, especializada en la venta de objetos por el pesebre.

Aunque se encuentra estrechamente relacionada a las fiestas navideñas por una vertiente religiosa en un principio, la popularidad del pesebre ha trascendido a la cultura popular.Este hecho ha provocado la profesionalización de artesanos y expertos dedicados exclusivamente a la creación de la escena del nacimiento de Jesús.

[FOTOGALERIA] El arte del Pesebre | Oriol López

 

El pasado año debido a la pandemia de la Covid-19, la feria de Santa Llúcia se realizó con medidas de seguridad y se redujo el número de paradas a la mitad. También, en parte, porque algunos artesanos, de edad avanzada, no quisieron arriesgar su salud. Sin embargo, este año han reabierto la mayoría de las paradas y esperan conseguir un buen año de beneficios. Estos artesanos comienzan a preparar todo el material a principios de año para poder venderlo en las ferias de Navidad.

“Mi pesebre es más abierto, más popular, que no quiere decir que comporte menos trabajo”.

Albert Deulofeu (60) es la cuarta generación de una familia de mujeres dedicadas al pesebre. Es especialista en paisaje y vendió su primera cueva a los trece años. Sus conocimientos como técnico de construcción y arquitecto técnico le fueron útiles para poderse especializar en pesebres.

“Intento con pocos elementos trabajar los volúmenes de forma artística. Utilizo estructuras “gaudinianos” que no se apoyan a en ninguna parte”.

Existen los pesebres abiertos y los dioramas. Los primeros pueden ser admirados desde diferentes puntos de vista y los últimos son diseñados para contemplarlos desde un punto de vista determinado. Albert crea cuevas con corcho, ramas y musgo. Trabajar el pesebre abierto le permite fabricar en serie y que su trabajo obtenga beneficios. Los dioramas, en cambio, son invendibles por que conllevan mucho trabajo.

Respecto a la americanización de la Navidad y la posible pérdida de la tradición pesebrista, Albert es contundente:

“No estoy de acuerdo que se haya perdido la tradición. Es una cosa generacional. Cuando se crea un núcleo familiar, es más habitual hacer pesebre”.

En cambio, Montserrat Bonet (60) no opina el mismo:

“La gente no compra tanto, los jóvenes no hacen grandes pesebres, en parte porque las casas ya no son tan grandes”.

Montserrat es pesebrista de tercera generación. Su padre soplaba vidrio y hacía bombillas y vaciados. La familia Bonet trabajó, sobre todo, los complementos lumínicos.

“Todavía recuerdo cuando veníamos a la feria con una bicicleta y una dinamo porque no había luz”.

Hoy en día la especialidad de Montserrat son los complementos: fuegos, ríos (primeros en hacer complementos con agua), mobiliario, pequeños elementos de vidrio, etc. En una de sus paradas de la feria de Santa Llúcia muestra una pieza con un río de un metro de largo. Usa con porexpan trabajado y pintado, corcho y madera para complementar los pesebres.

Montserrat cree que la vertiente religiosa del pesebre no es tan importante:

“He visto personas de todo tipo que hacen pesebre, lo hacen por tradición”.

Gemma Bertran (48) es figurinista de barro. Su bisabuelo era hojalatero y cuando cerró la fábrica donde trabajaba se dedicó a la creación de vegetación del pesebre con lata. La familia siguió la tradición, pero a Gemma no le llamaba la atención. Cuando ella tenía veinte años, un hombre empezó a hacer figuras de barro en el taller de los Bertran. Gemma se animó a trabajar el barro mientras estudiaba para sacarse un pequeño sueldo. Al final, acumulaba tanto trabajo que se dedicó al cien por cien.

“Puedo hacer figuras en las que tardo una hora u otras que hasta cuatro días”.

Gemma utiliza moldes para hacer las figuras de barro. Depende de la dificultad de las figuras puede llegar a usar diferentes moldes para una sola figura. Después se dejan secar, se cuecen a un horno y, finalmente, se pintan.

La parada de los Bertran vende, por un lado, la vegetación de lata de los padres y, por el otro, las figuras de barro de Gemma:

“La gente sigue comprando pesebre. A los niños les gusta. Sí que es verdad que es más popular el árbol de Navidad o cosas que vienen más de fuera, pero todavía tiene tirada”.

Sin embargo, no encontraremos “caganers” en el taller de los Bertran:

“El caganer es una figura que no hacemos nunca. Antiguamente, era una figura de un pesebre más popular y sencillo. Si hacías figuras más trabajadas no hacías lo caganer.”

La tradición pesebrista todavía está viva en la cultura catalana y resiste ante una Navidad cada vez más americanizada.

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