Cada jueves, después del patio, la azotea de la escuela Francesc Macià de Barcelona hierve. Es uno de los momentos de la semana en que el alumnado de este centro de Sants cuida su huerto, pero los jueves son un día especial, porque reciben la visita de los usuarios del centro para personas con discapacidad Tres Pins, de la fundación Sant Pere Claver. Este huerto forma parte del proyecto Horts al terrat, que nació en 2016 impulsado por el Ajuntament de Barcelona, con el objetivo de ubicar planteles de cultivo en azoteas en desuso de equipamientos municipales, pensados para que los cuiden a personas con todo tipos de discapacidad.
“El objetivo de este proyecto es fortalecer la red social haciendo que las personas con discapacidad, que suelen ser estigmatizadas y marginadas, puedan llevar las riendas de un proyecto de barrio”, explica Ferran Urgell, técnico del Instituto Municipal de Personas con Discapacidad. Y es precisamente por esta voluntad de crear red, que el huerto de la Escola Francesc Macià supone un “gran paso adelante” para el proyecto municipal: y es que todo el resto de huertos están gestionados sólo por personas con discapacidad, mientras que éste fue el primero, en 2019, en juntar a personas con discapacidad y otro colectivo, en este caso niños. “Este era uno de los hitos del proyecto, porque el aprendizaje que se extrae del cuidado del huerto es mucho más provechoso si es compartiendo espacio entre colectivos que no suelen coincidir”, apunta Urgell.
Así, más allá de los aprendizajes relacionados con la alimentación sostenible (las verduras cultivadas van a parar a los comedores de la escuela y del centro residencial), el cuidado del medio o la educación en valores como la responsabilidad o el empoderamiento, éste huerto proporciona otras lecciones igual o más valiosas. “Nos ayuda a trabajar el respeto a la diversidad desde la práctica y esto no tiene precio”, asegura Jordi Luengo, director de Francesc Macià. Y es que no es lo mismo educar en valores sobre el papel que compartiendo espacio a diario con un colectivo “estigmatizado”.
Por su parte, este proyecto es también muy beneficioso para las personas con discapacidad. “Salir un poco, de forma controlada, de la zona de confort que es la residencia o el centro de día y entrar en contacto con niños, teniendo responsabilidades, tiene grandes beneficios”, explica Bernat, uno de los educadores del centro Tres Pins. Además, en estos tiempos pandémicos, salir a realizar una actividad al aire libre “es muy liberador para todos los usuarios, porque durante los últimos meses se han tenido que aislar muchísimo y es una oportunidad de sentir el aire fresco y estar en contacto con personas distintas”, añade.

Unidos por una lechuga
Alexis carga una lechuga y la enseña orgulloso antes de bajarla hacia la cocina de la escuela Francesc Macià. Es uno de los usuarios del centro Tres Pins y explica que, dado que su madre tiene un huerto en la terraza, él ya es “todo un experto. Cultivar no es lo que más me gusta, porque prefiero jugar a videojuegos, pero me encanta venir aquí porque me gusta estar con niños”, explica. Andrea asiente, unos metros más allá, desde donde ayuda a un grupo de alumnos de la escuela a plantar semillas en las macetas que, en unas semanas se convertirán en más lechugas.
El alumnado y las personas usuarias del centro Tres Pins trabajan hoy juntos, bajo el paraguas de un objetivo común. Éste es el hito del proyecto, ya que “hay muchas personas que nunca han conocido a nadie con discapacidad y al principio puede ser chocante, pero con este huerto aprendemos que todos formamos parte de la misma sociedad”, asegura Luengo. Este aprendizaje también es para los jóvenes con discapacidad, que “ven que son personas válidas y con potencial”, explica Urgell, que destaca que “estas sesiones de horticultura tienen un gran valor de preparación laboral, puesto que ponen en valor la puntualidad, la asistencia y la responsabilidad”.
“Huertos hay muchos, pero éste es especial”, asegura el director del centro, mientras observa cómo sus alumnos trabajan intensamente en el proyecto. Esta actividad semanal es esperada por todos sus participantes, especialmente en días como hoy en los que algunas de las verduras ya están listas para llevarlas a la cocina. Así, triunfales, ambos grupos terminan la hora destinada a la actividad bajando en hilera por las escaleras, llevando cajas con el resultado de su trabajo, mientras saludan a maestros y alumnos que se van encontrando por el camino, orgullosos de su esfuerzo conjunto.

