Vivo en un barrio de Barcelona, ​​Poblenou, que tiene una preciosa y muy transitada rambla. Es un lugar de paseo y de encuentro del vecindario, así como tráfico de peatones. La Rambla apenas tiene tráfico motorizado en los laterales (está muy restringido), salvo algunos vehículos de reparto o algún vecino. Así que el tráfico es básicamente de bicicletas y patinetes en los laterales y peatones por el tronco central. En los cruces con las calles de tráfico motorizado, hay rotondas, donde los vehículos deben reducir la velocidad a 30km/h. También hay semáforos, unos semáforos que se hacen eternos para los peatones, muchos de los cuales cruzan cuando todavía no están en verde.

Ahora bien, un poco más arriba, en la intersección con la calle Pere IV, hay un curioso cruce: un gigantesco paso cebra hace ceder el paso a los vehículos motorizados, después de que su semáforo pase de rojo a ámbar (nunca se pone verde). Os confieso que al principio pensaba que era un error ya que asociaba la prioridad de peatones a que el semáforo de los coches estuviera en rojo, pero lo cierto es que funciona magníficamente y da fluidez total al abundante tráfico peatonal.

Podemos pensar que cuando los peatones cruzan sin esperar al verde, son demasiado impacientes, imprudentes y cometen una ilegalidad. O podemos pensar que la práctica demuestra que la regularización semafórica o la propia existencia del semáforo les está haciendo perder tiempo de forma injusta o innecesaria. Un tiempo que no perdían antes de la existencia de los semáforos.

Vamos en busca de ese tiempo perdido. El semáforo es un invento del siglo XIX, que no es necesario hasta el siglo XX con la llegada del automóvil. Actualmente, en Barcelona hay unos 36.000 semáforos, pero hace un siglo no había ninguno. El primer semáforo de Barcelona se colocó en 1929 en el cruce Balmes-Provença, cuando la ciudad contaba con 1 millón de habitantes y 20.000 coches. Es entonces donde comienza el tiempo perdido de los peatones, a la espera del paso de una minoría motorizada. ¿Cuántas miles de horas se pueden haber perdido desde entonces?

A día de hoy, los ciclos semafóricos, cuya duración más habitual es de 96 segundos, siguen programados con una visión cochecentrista, con largas duraciones de paso (45 o 50 segundos) con el objetivo de evitar atascos y garantizar la fluidez del tráfico motorizado, cuando duraciones más cortas (de 20 o 25) permitirían reducir a la mitad la espera de los peatones y permitirían el paso a vías sin mucho tráfico. Algunos ciclos generan lo que se llama la ola verde, como la de la calle Aragó, que permite cruzar rápidamente la ciudad a velocidades superiores a las permitidas. Al menos hasta que se instalen los radares previstos.

Esta programación semafórica parece contradictoria con el objetivo de reducir la movilidad motorizada (según el último Plan de Movilidad Urbana, es necesario reducir el volumen del tráfico de coches y motos un 25% entre 2019 y 2024 en Barcelona) y aumentar la movilidad activa y transporte público. Así que podríamos decir que además de la más evidente batalla entre vehículo motorizado privado y movilidad activa y colectiva, existe otra batalla, no por invisible menos importante: la del tiempo

En conclusión, es necesario reprogramar los semáforos al nuevo paradigma: favorecer a peatones, movilidad activa y transporte público, para reducir el tiempo de desplazamientos con los medios más respetuosos con el medio ambiente. Este cambio puede animar a cambiar de modo de transporte a personas para quienes el tiempo es el factor decisivo. Es hora de pacificar, sacar semáforos innecesarios y, con los que quedan, hacer una programación y prioridad de paso muy diferente. Es hora de recuperar parte del tiempo perdido.

Share.
Leave A Reply