Ismael Palacín (Barcelona, 1971) lleva prácticamente doce años dirigiendo la Fundación Bofill, durante los cuales, afirma, ha visto cómo en la educación se ha pasado de discutir sobre banalidades a un debate que se ha abierto y democratizado y en el que se habla de lo que realmente debe hablarse. «Tenemos el debate adecuado, y ahora debemos conseguir que se transforme en políticas que se lleven a cabo y lleguen a los centros», dice. Palacín define a Bofill como un laboratorio de ideas que cuenta con 30 trabajadores y 2.000 colaboradores. Y considera que «el gran reto de nuestros años es trabajar la intersección entre innovación y calidad, por tanto, desigualdades y equidad». Le encanta hablar de educación… y es muy difícil cortarle. Y nos adelanta que en breve presentarán un informe sobre conciertos educativos.
¿Cómo cree que está gestionando el Departamento de Educación la emergencia sanitaria?
No es un tema en el que nosotros entramos mucho, pero en general diría que se está haciendo un esfuerzo por mantener las escuelas abiertas a pesar de todas las dificultades. Una respuesta contraria habría sido una actitud ultra preventiva que afectaría al derecho a la educación. Había la tentación de cerrar para que nadie nos critique, y no se ha caído. Pienso que todo el mundo está actuando con mucha responsabilidad y compromiso, pero es evidente que los maestros y las escuelas están muy estresadas, y esto es un síntoma de lo que no hemos hecho en los últimos años. Tenemos sobre ratios, no tenemos sistemas de organización flexible en las escuelas, y los modelos de aprendizaje, cuando se vuelven digitales, son menos funcionales, porque todo está pensado para un aprendizaje más transmisivo y pautado.
Sí que han entrado en el despliegue del plan de digitalización de la educación.
En Catalunya llevábamos diez años sin invertir nada en cultura de aprendizaje digital. Con la excusa de los recortes, se anuló el 1×1 y cualquier política digital. Y ahora, cuando se ha intentado hacer educación híbrida, no solo no ha servido para todos, sino que además ha dejado una resaca de una cierta tecnofobia muy comprensible. A los alumnos y maestros les ha quedado la idea de que si la educación digital debe ser esto no lo queremos. Y el trabajo del Departamento será cómo restaurar la confianza en que la digitalización, también puede ser una vía de oportunidades y no de despersonalización, desatención y mecanicismo.
Imaginémonos que usted fuera nombrado conseller. ¿Por dónde empezaría?
Nuestro trabajo no es ni gestionar ni gobernar, y no lo haríamos bien. Es muy difícil ser conseller. Nuestro trabajo, es decir, no solamente a quien manda, sino a todos los protagonistas de la educación, que son las administraciones, los políticos, los centros y los maestros, que, si hiciéramos las cosas en función de lo que dicen los datos y el análisis, las prioridades serían estas, y que si decidiéramos cosas en función de lo que realmente es más efectivo lo que priorizaríamos sería eso. Luego con la política se hace lo que se puede o quiere.
¿Y entonces por dónde debería empezar quién manda?
Lo que nosotros decimos es que el gran reto de nuestros años es trabajar la intersección entre innovación y calidad, por tanto, desigualdad y equidad. Este es el gran reto. Y esto significa una serie de prioridades: un liderazgo público de la transformación educativa para hacer que el aprendizaje sea relevante; significa garantizar que las actividades extraescolares, donde se encuentra el gran foco de desigualdad, se conviertan en política pública; significa que la función social de la escuela, concretada en becas, en atención preventiva, en capacidades familiares, y en ciertos barrios y centros de alta complejidad, es la prioridad a la hora de invertir; significa que pasamos a un sistema personalizado y orientador y no tanto a un sistema transmisor, mucho más pensado para acompañar procesos de aprendizaje y procesos sociales… significa todo este conjunto de medidas. Esta es la agenda que trabajamos con los partidos políticos y que al final concretamos en seis grandes medidas: segregación escolar, apoyo educativo en clave de equidad, transformación educativa, absentismo y abandono, garantía de extraescolares y 0-3.

¿Pero les parece que les hacen caso?
Te diría algo y lo contrario, porque lo veo así. Somos muy optimistas si miramos en los últimos diez años. No nos damos cuenta, pero en diez años el debate educativo político y público en este país ha dado un giro espectacular, es decir, cosas que decíamos nosotros hace 10 años como quien predica en el desierto y que nadie reconocía, como el tema de la segregación o que hubiera un liderazgo público de la transformación educativa, y que esto fuera política pública y no solo de unos maestros motivados, o el tema de la escuela inclusiva… Es decir, en 10 años ha cambiado la conversación, se ha elevado y se ha vuelto muy seria. Estamos discutiendo lo correcto, y esto es un antes y un después; ahora bien, esto no quiere decir que se haya transformado en medidas ni que sepamos cómo hacerlo.
¿Diez años no son demasiados?
Para nosotros 10 años son muchos, porque somos impacientes, pero seguramente hace diez años hubiera firmado estar donde estamos ahora. Es cierto que es desesperante, por ejemplo, haber perdido 10 años sin plan digital, o que los recortes que denunciamos hace 10 años no se hayan recuperado todavía del todo, y fueron recortados especialmente en equidad. Es desesperante que todavía se esté discutiendo si la transformación educativa es algo de cada uno o no, es desesperante que en segregación tengamos ya los instrumentos y aún cueste desplegarlos… Tenemos el debate adecuado, y ahora debemos conseguir que se transforme en políticas que se lleven a cabo y lleguen a los centros. Pero otra cosa: en cuanto a escuelas y familias las concepciones también han cambiado mucho, es decir, el número de maestros, equipos directivos, familias que hace diez años participaban en estos debates era muy minoritaria, y ahora el tema es se está extendiendo.
¿Por dónde más va cojo el sistema?
Pues, por ejemplo, en políticas de becas no hemos logrado realmente un cambio. Ha habido mejoras, pero tenemos todavía la idea de que las becas son algo residual, asistencial, para los pobres y no una política educativa. También en orientación, porque, aunque el papel diga lo contrario, no tenemos un sistema orientador ni existe un acompañamiento proactivo. El 0-3 tampoco se ha universalizado todavía, ni siquiera por las familias que están por debajo del umbral de la pobreza, aunque se ha avanzado mucho. O con el tema de las extraescolares está habiendo unos movimientos espectaculares en muchos ayuntamientos y también por parte del Departamento, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. Es decir, estamos avanzando mucho, pero a su vez corremos el riesgo de que la educación sea el gran eje de desigualdades sociales. En un país como Portugal en pocos años han realizado un cambio educativo muy importante, y aquí, en cambio, en resultados educativos estamos estancados. Dicho de otro modo, por las ideas que ya existen, por los instrumentos legales que tenemos, por el presupuesto que estamos invirtiendo (que es insuficiente, pero aumenta), y por la cantidad de maestros preparados que hay tenemos mucho más potencial de cambio de lo que estamos aprovechando.
El gran reto consiste en trabajar la intersección entre innovación y calidad. Y esto significa liderazgo público de la transformación educativa, garantizar las extraescolares, acentuar la función social de la escuela, pasar a un sistema personalizado y orientador…
Muchas veces los análisis que se realizan sobre problemáticas educativas diversas terminan en un mismo punto: faltan recursos. Pero, de hecho, este año se están inyectando prácticamente otros mil millones de euros en el presupuesto, y hace dos años también creció mucho. ¿Por qué no se nota?
Pero todavía invertimos menos de lo que deberíamos invertir en relación con el PIB. Yo creo que todavía podemos estar contentos de nuestros resultados en rendimiento educativo en relación con los pocos recursos que invertimos, si nos comparamos con otros países. Es importante reclamar que se inviertan más recursos, pero a la vez es importante discutir a qué se dedican. Es decir, si invertimos más recursos en un sistema transmisivo, clasista, que no prioriza la equidad, los resultados serán muy similares a los que tenemos. Necesitamos más recursos y que se inviertan donde es necesario. Si ponemos los nuevos recursos en metodologías efectivas (orientación, becas, didácticas) y al mismo tiempo los concentramos en los lugares donde existe un campo de aprendizaje más relevante, como centros de alta complejidad, esto dará un buen resultado. Un ejemplo es el plan digital. Evidentemente, se necesitan más competencias y herramientas digitales y garantías de conexión y acceso, pero la investigación te dice que si pones más tecnología a favor de un sistema transmisivo y repetitivo los resultados no solo no serán mejores, sino que pueden ser peores. La tecnología debe ponerse a favor de un sistema que promueve el trabajo cooperativo, la autogestión del alumno, el asesoramiento, la tutoría, etc.
Hay quien sostiene que bajo el mantra de la innovación se esconde una voluntad oculta de introducir la agenda liberal en la educación. Y que incluso se califica de agentes encubiertos de este objetivo. ¿Cómo lo ve?
Nuestro trabajo es ser un laboratorio de ideas y compartir y convertir los datos y conocimiento de maestros y expertos universitarios en propuestas. Es normal que cuando haces propuestas de cambio alguien se sienta amenazado. Por ejemplo, cuando hacemos propuestas contra la segregación, la escuela concertada considera que van en su contra. A veces los gobernantes también nos ven como una fundación que les ataca o cuestiona, y también es verdad que algún sindicato de docentes vive como un peligro el hecho de que cuestionemos algunas cosas. Esto ya ocurre, es imposible hacer propuestas de cambio sin que al menos al principio esto genere incomodidades. La única forma de evitarlo sería haciendo propuestas que no fueran de cambio. Pero recordar que la escuela está al servicio del aprendizaje del alumno, y discutir qué tipo de modelo es el que genera aprendizaje por el alumno, es la obligación de todos.
¿Entonces cree que los tildan de neoliberales por miedo?
Estamos discutiendo sobre qué es el derecho a la educación y el aprendizaje en el siglo XXI. Evidentemente, aquí hay muchos intereses: hay corporativistas para que nada cambie y seguro que hay neoliberales y privatizadores. Pero decir que la transformación y la innovación educativa, que viene hace años y ahora la función es extenderla, es un intento de liberalización es evitar el debate poniendo una etiqueta. Lo mismo ocurre cuando planteamos en la escuela concertada que no se puede tener un modelo de educación concertada que no se corresponsabilice con la equidad, decir que esto va contra la libertad educativa es desviar el debate. De todas formas, yo me pregunto hasta qué punto estas voces con tics corporativistas son representativas. Incluso cuando había gobiernos anti-cambio educativo teníamos miles de maestros y decenas de escuelas promoviendo ese cambio. Y ahora son muchos más. E incluso en un país en el que no tenemos políticas de equidad educativa los maestros en muchos centros lo están supliendo con recursos propios. La voz predominante está a favor de un cambio educativo hacia la equidad. Se puede discutir si tenemos todas las herramientas, si lo sabemos hacer bien… pero tenemos una masa crítica a favor de ello enorme.
El paraíso educativo del pasado nunca existió; todos los indicadores nos dicen que el nivel educativo del país no deja de subir en competencias matemáticas, lingüísticas, continuidad de los estudios…
Se escucha mucho el argumento de que los alumnos están cada vez menos preparados, y que esto es reflejo del empobrecimiento de la educación para favorecer ese neoliberalismo que solo quiere gente que trabaje y no piense. ¿Han realizado algún estudio sobre si es cierto que los alumnos de hoy salen peor preparados?
Creo que es muy criticable remitirse a un paraíso pasado que nunca existió. Veníamos de un modelo educativo en el que había una minoría del 20-30% que seguía estudiando. Básicamente, era un sistema clasista de filtrado social, y evidentemente si tú eres profesor hace 40 años tenías un filtro de alumnos, en el aula tenías alumnos elegidos, posiblemente más dóciles, y además tenías la capacidad de filtrado, es decir, quienes no se adaptaban podías expulsarlos. Todos los indicadores que conocemos (nosotros no los hemos recopilado, pero lo ha hecho mucha gente) dicen que desde hace décadas el nivel educativo del país no deja de subir en competencias matemáticas, lingüísticas, continuidad de los estudios… También se dice que las familias son más irresponsables y no es verdad, las familias dedican cada vez más tiempo y se preocupan más por la educación de sus hijos. Se quiere dibujar ese pasado en el que los alumnos eran ilustrados, el conocimiento fluía, había paz y compromiso en las aulas y las familias velaban por la disciplina de sus hijos, y todo el mundo tenía oportunidades. Pero ese paraíso no existió. O solo lo hizo por una minoría de alumnos. Y por eso debemos reconocer que el trabajo de maestro hoy es mucho más complejo.

¿Por qué lo dice?
Porque hoy todos los alumnos deben pasar por la educación obligatoria, ya que todos los países avanzados hemos reconocido que la educación es un derecho universal. El segundo gran cambio que se ha producido es que la diversidad es la nueva normalidad. Lo diverso ya no es raro, es un alumno tan legítimo como cualquiera, al igual que en el sistema sanitario todos los pacientes son legítimos. Asumir que la educación no es por quien se adapta es una revolución copernicana. El tercero es reconocer que lo importante es lo que el alumno aprende y no lo que yo enseño. Es decir, el siglo XX fue el de la escolarización, el derecho a que haya escuelas en todos los barrios y que todo niño tenga un maestro, y el siglo XXI es el derecho al aprendizaje, cada alumno debe aprender todo lo que pueda. Y el cuarto cambio es reconocer que la utilidad de un docente no se basa en que yo tengo todo el conocimiento, sino que el conocimiento está en todas partes. Y todavía existe otra revolución, en el ámbito de las familias, ya que por suerte incluso las menos instruidas tienen altas aspiraciones en relación con sus hijos, y esperan mucho de la escuela.
Por eso a veces parece que todos los males de la sociedad deban encontrar la solución en la escuela.
Debemos reconocer que en la escuela le pedimos mucho. Le pedimos que eduque por la democracia, por la buena nutrición, por la igualdad de género, que forme en competencias, que garantice la equidad, que personalice y que oriente… Alguien puede decir: “Esto es demasiado, queremos volver a la escuela como academia matinal instructiva y que se deshaga toda su función social”. Y no, la escuela es una institución social que hace esta función y la necesitamos, pero al mismo tiempo hay que decir que si queremos que haga todo esto no solo debemos apoyarle e invertir más, sino también apuntalarla con otros recursos. Estos que ponen la excusa de que la escuela no puede resolver las desigualdades sociales o la pobreza hay que decirles es que, efectivamente, la escuela no puede, que es necesario un cambio de modelo económico y nuevas políticas sociales para superar la pobreza, pero que sabemos que existen sistemas educativos que reducen la pobreza y sistemas educativos que la ensanchan.
Recientemente, ha presentado un informe crítico en cuanto a la segregación. Básicamente, asegúrese de que, a pesar del tiempo transcurrido desde el Pacto contra la Segregación, estamos estancados. ¿Ha habido alguna reacción en su informe?
De hecho, en segregación por el momento tenemos una historia de éxito. Hace unos años nadie lo reconocía, y de repente se logró un pacto con todos los actores…
No todos. Al menos faltaban un sindicato y una federación de familias muy representativos.
Pero incluso quienes se desmarcaron no se posicionaron contra las medidas del pacto, sino que manifestaban su desacuerdo con la presencia de la concertada. Aun así, están de acuerdo en que se tomen medidas, y por eso digo que contra la segregación está todo el mundo.
Vale, me hablaba de una historia de éxito.
De no reconocer y tener unos índices de segregación altos y crónicos hemos pasado a tener un pacto. Después del pacto hemos tenido unos decretos, o uno de momento y otro muy maduro, y un plan de choque en Barcelona. El informe que presentamos no decía que nada estuviera funcionando, sino que era llamamiento a la urgencia porque se acercaba el próximo período de preinscripción y algunas medidas mínimas no se estaban desplegando. Por parte del Departamento nos han dicho que tienen muy claro que quieren desplegar el decreto y nos han dado garantía de que se están tomando todas las medidas. El momento para ver si esto ha ocurrido será en verano.
También criticaban la lentitud de algunos ayuntamientos a la hora de desplegar las oficinas de escolarización.
Exacto. Lo que debemos conseguir es pasar de la segregación, como si fuera un tema de opinión puramente ideológica, de “qué hacemos con los pobrecitos”, a un paradigma de dessegregación como una buena política de planificación y gestión educativa. Ahora debemos entrar en la ingeniería, que es la parte difícil, y que es, primero, detectar qué alumnos tienen necesidades específicas, en segundo lugar, guardar las plazas, realizar unas oficinas de inscripción, donde haya una matrícula transparente … Es decir, debe desplegarse un catálogo de medidas que hagan funcionar el sistema con independencia de si el político o el técnico de turno cree o no cree. Pasos de tratar la educación como un casi mercado en el que existe esta subasta de plazas entre centros y familias, a tratarla como un derecho y, por tanto, a planificarla. Y el Departamento y los municipios se hacen corresponsables de esta planificación. Ahora tenemos un escenario con algunos municipios que sin el decreto ya habían hecho los deberes y que tienen muy poca segregación o han mejorado mucho, y tienes otros que quizás no saben o quizás no quieren. Ahora el trabajo de todos, y del Departamento, será dar herramientas a los municipios que no saben y decir a quienes no quieren que esto no depende de su voluntad, sino que es un derecho de los alumnos. Nosotros, de momento, somos muy optimistas, pero quisimos dar un toque de atención: los decretos están por aplicarlos y teníamos indicadores que no se estaban haciendo los deberes.
¿Y entonces dónde queda la famosa libertad de elección?
Claro, algunos municipios a los que asesoramos nos preguntan si deben intervenir cuando las familias quieren un centro y el centro quiere estas familias. Pues sí, hay que intervenir, porque deben hacerse políticas para todos. Ahora bien, yo quisiera ser claramente optimista. Las políticas contra la segregación es una de esas cosas que cuando empujas para que se hagan todo el mundo se queja, todo el mundo se alarma, y que al poco tiempo todo el mundo te dice que como no lo hemos hecho antes. Yo lo comparo con las calles peatonales. Todo el mundo comienza poniendo el grito en el cielo y al cabo de un tiempo todo el mundo se pregunta cómo no se había hecho antes.

En el caso de la concertada su queja es básicamente por la financiación, lo que les impide acoger a un número muy elevado de familias sin recursos. ¿Le parece un argumento razonable?
Dentro de poco sacaremos un informe sobre conciertos que hace tiempo que estamos elaborando. Esto es más simple de lo que puede parecer. En Catalunya tenemos un modelo en el que gastamos 1.200 millones al año en financiar la escuela concertada. Un concierto no es una subvención, es una política pública con la que dices que una parte del derecho a la educación le garantizaremos a través de una forma de titularidad privada. Y ahí todas las opciones políticas son buenas. Tanto el partido que dice que no debería existir la concertada y que todo debería ser pública, como el que defiende que el sistema mixto nos va muy bien. Nosotros no discutimos sobre esto, lo que decimos es que tengamos el modelo que tengamos esto no puede afectar al derecho a la educación de los alumnos. Ahora bien, debe ser consciente de que el porcentaje de concertada que tenemos en Catalunya es una anomalía. Es un porcentaje muy alto, y esto es un gran riesgo por la equidad, y, en cambio, con un mejor modelo de conciertos ese riesgo es menor.
¿Cómo debería ser ese mejor modelo de concertados?
Hace 30 o 40 años los políticos dijeron que, como no podemos extender el derecho a la educación, concertamos plazas. Pasamos un dinero y no nos preocupamos de mirar qué valor público tienen ese dinero, mientras eduquen alumnos ya está. Pero ese dinero no cubre el coste de la plaza, entonces tú no puedes cobrar, pero cobras… esto es una chapuza. Esto nos ha llevado a que la escuela concertada acabe cobrando cuotas, y la pública, aunque de otro tipo, también. Y aquí debemos defender que, como dice la Unesco, la educación obligatoria debe ser gratuita. Radicalmente gratuita. Todo pago en educación, por pequeño que parezca, acaba siendo una barrera por la equidad. Debemos salir de la frase de que la educación es un privilegio, y que si no pagas no lo valoras. En segundo lugar, las escuelas que reciben fondos públicos deben garantizar una educación con todos los valores públicos. Creo que la mayor parte lo hacen, pero si alguna no está de acuerdo con esto, que quiere seguir siendo concertada por el dinero, pero no para corresponsabilizarse, entonces es necesario prever algún mecanismo de salida.
El debate sobre los horarios escolares debe ir sobre el derecho al aprendizaje de los alumnos, y no sobre las condiciones laborales de los maestros o sobre la conciliación de las familias
Me gustaría preguntarle sobre otro tema sobre el que no tengo claro que les hayan hecho mucho caso. Me refiero a su propuesta sobre horarios escolares. Esto parece haber quedado en el olvido.
Nosotros hemos alertado de los riesgos del modelo actual y diseñado una propuesta que supera la dicotomía entre intensiva y partida. Y estamos esperando a que el Departamento promueva un cambio. Pero aquí la cuestión es si convertimos el debate sobre los horarios escolares en un debate sobre mejores condiciones laborales de los maestros -que es legítimo reivindicarlas- o sobre la conciliación de las familias. El debate debe ir sobre el derecho al aprendizaje de los alumnos, y el modelo que hemos presentado lo que hace, con la excusa del horario, es impulsar la personalización educativa y la equidad. Y debería acabar con la universalización del comedor gratuito. Pero en España se ha ido implementando en contra de la tendencia europea y mundial la jornada intensiva, que es un modelo muy regresivo.
¿Por qué es regresivo?
En varios informes hemos constatado que es un modelo regresivo desde un punto de vista social y que empobrece la noción de que una escuela es una institución social y no sólo un proveedor de academia. Con la jornada intensiva primero desaparece el comedor y después las extraescolares, y acabas teniendo una escuela convertida en una academia matinal, lo que es muy negativo por la equidad. Es una privatización del horario de tardes. Si eres una familia que tienes dinero para pagar canguros o cursillos tendrás cobertura, y si no lo eres, no la tendrás. Con la excusa de los recortes, la consellera Rigau tomó la mala decisión de promover la expansión de la jornada intensiva en secundaria, de tal modo que hoy en la mayor parte de institutos públicos de nuestro país los chavales hacen un horario tan bestia como es entrar a las 8 h y salir a las 15 h. Un modelo muy poco pedagógico que se ha extendido a secundaria e incluso se abrió un piloto en primaria que no ha prosperado.
Aún sigue.
Sí, son 25 escuelas, pero la extensión de este modelo en primaria sería muy regresiva. Por el contrario, en algunos institutos escuela se está probando el modelo de horarios que nosotros proponemos y el Ayuntamiento de Barcelona ha hecho cosas análogas con el Plan Besòs. Lo que le pedimos al Gobierno es que se atreva y que en este mandato o el próximo comience haciendo una prueba piloto.
Acabo preguntando por Escola Nova 21. Tengo la sensación de que los promotores no están del todo contentos con el aprovechamiento que la administración ha hecho de la experiencia.
Yo creo que lo que nos habíamos marcado como escuela nueva es un éxito. Nos habíamos fijado el objetivo de que debíamos cambiar la conversación y la conversación se ha democratizado. Ya no es algo de gurús, sino que todas las escuelas se han sentido interpeladas, y han legitimado la teoría de que se puede aprender a cambiar. También se ha extendido la innovación y la coinnovación ha explotado. También nos fijamos como objetivo que la innovación fuera política pública, y en Barcelona se acaba de anunciar la prórroga de las Redes por el Cambio hasta el 2030, con un claro liderazgo público. Es cierto que con el conseller Bargalló nos quejamos de que no vemos el liderazgo que diera continuidad a Escola Nova, y, en cambio, ahora el Departamento se ha comprometido a hacerlo y parece que lo están preparando. No será Escola Nova y no hace falta que lo sea, pero sí que hay que basarse en escuelas de referencia y hacerlas colaborar con otras, para que no sea un modelo de innovación de arriba abajo sino de colaboración entre maestros, un modelo de inducción docente que cambie las formas de evaluar y acompañar. Y todavía hay un tercer eje que estamos trabajando: estamos hablando con los grupos parlamentarios por si pudiese haber un pacto 2030 por la innovación educativa, que no debe ser cosa de sí un conseller que lo cree o no se lo cree, sino que exista un consenso parlamentario.