Las camareras de piso de los hoteles llevan muchos años reivindicando derechos como ser parte de la plantilla de los hoteles donde trabajan. En su gran mayoría mujeres, son uno de los sectores que peores condiciones laborales tienen. Atravesadas por la parcialidad y la temporalidad, son vulnerables si no se organizan para responder. A nivel estatal, muchas de estas trabajadoras se asocian bajo el colectivo Las Kellys que consta de grupos territoriales. Uno de ellos está en Barcelona y Miriam es la portavoz de este sindicato que junta camareras de piso y profesionales de la limpieza de los hoteles. Cargas de trabajo indecentes, cesión ilegal, fraude de ley, enfermedades derivadas del trabajo no reconocidas…
Por todos estos motivos, a finales de julio del 2021 empezaban un micromecenazgo para crear la Central de Reservas Hoteleras. Un proyecto que iría vinculado al Sello de Trabajo Justo y de Calidad. Un sello que fue aprobado por el Parlament de Catalunya en noviembre de 2018, pero que ni llega ni se espera.
Miriam explica que para las Kellys “el sello de calidad era un paso más que queríamos dar”, pero que fueron viendo que no había intenciones de desarrollarlo. “El conseller El Homrani, que en ese momento estaba en el Departament de Treball, nunca dio la cara, siempre enviaba a otras personas a las que nosotras teníamos que volver a contar la historia, nuestro problema y lo del sello de calidad. Que supieran que era una orden que se tenía que desarrollar porque ellos mismos lo habían aprobado. Decían que la patronal al principio estaba de acuerdo, pero que no iban a aceptar la obligación que la trabajadora tuviese que estar contratada por el hotel”, denuncia Miriam.
Las Kellys lamentan que una orden gubernamental de un organismo como es el Parlament de Catalunya caiga porque la patronal no la quiera aplicar. Por eso, como cuenta Miriam, durante largas jornadas han estado manifestándose en la calle tanto delante de la sede de la patronal como del Departament de Treball, quien tiene la responsabilidad última. Pero aún así, no se ha realizado el sello. Con Roger Torrent, el nuevo conseller de Treball, les pasó más o menos lo mismo. “Nos dijo que acababa de llegar y necesitaba un tiempo”, pero al final – añade – “no ha habido voluntad política igual que a nivel estatal que tampoco salió adelante la Ley Kelly”. Una ley que quería acabar con la subcontratación de los servicios estructurales. Miriam apunta que “un hotel funciona vendiendo habitaciones y por lo tanto las camareras tiene que estar trabajando directamente para un hotel y no subcontratadas para una empresa externa que lo único que hace es abaratar el sueldo, los derechos de las trabajadoras y hacerles trabajar a destajo”. Añade también que cuando en su momento hablaron con la patronal, ésta, que las recibió y hasta les dio café, les explico sus “intenciones”: “quieren externalizar todos los servicios. Habían empezado con nosotras y después iban a seguir con camareros, cocineros, recepcionistas… y ya se hace”.
En este sentido, otro de los motivos para crear la Central Hotelera fue la cantidad de juicios por los que han pasado y han sufrido diferentes miembros del colectivo contra sus empresas contratadoras para conseguir acabar con la cesión ilegal de trabajadoras. Ahora Miriam lamenta que con el nuevo texto de la reforma laboral se legitima la subcontratación al hacer que las empresas externas de ahora en adelante tendrán que regirse bajo el convenio de hostelería. “Antes al menos había un vacío legal con el que ante las empresas podíamos llegar a los juicios y reclamar hasta que el juzgado te dé la razón y afirme que se da la cesión ilegal de trabajadoras. Ahora ya no sé podrá y no sé que vamos a hacer…”. Miriam cree que las han dejado “peor que antes” y no confía en una ley que ha tenido la firma de la patronal desde un principio. Cree que el diálogo social está en la calle y lamenta que no se les haya preguntando.
Un hotel funciona vendiendo habitaciones y por lo tanto las camareras tiene que estar trabajando directamente para un hotel y no subcontratadas para una empresa externa que lo único que hace es abaratar el sueldo, los derechos de las trabajadoras y hacerles trabajar a destajo
La feminización de la pobreza surge de la precariedad
Relacionado con esto, otro motivo de la Central era que preveían despidos masivos dentro del sector una vez acabasen los ERTE. Entonces previstos para octubre y ahora con fecha para el próximo 28 de febrero. “Durante la pandemia, el 70% de las camareras de piso acabaron en la calle porque el hotel o la empresa que las llevaba consideró que como había bajado la ocupación, podían prescindir de su trabajo… Trabajas una semana, un mes y luego ya no”. ¿Pero que les pasa a ellas?, se pregunta. Y es que trabajando así, cuando las echan a la calle, cobran el paro acumulado, pero nunca llegan a acumular suficiente. “Todas esas trabajadoras se vieron en la calle, muchas no tenían qué comer y tuvieron que vivir de comedores, otras fueron desahuciadas y otras sobrevivieron con los meses perdonados de alquiler que luego tenían que pagar”, describe Miriam. Que añade que el panorama de famílias con tres hijos pidiendo en comedores sociales o en la Cruz Roja o sin poder pedir porque en momento de pandemia estaba todo cerrado fueron muy duros. Cree también que las cifras de subcontratación habrán aumentado, ya que después de despedir a muchas trabajadoras, lo más seguro es que las nuevas contrataciones haya sido mediante externalizaciones. “Los hoteleros así evaden sus responsabilidades como empresarios: ponen a la trabajadora en manos de una subcontrata que lo que hace es machacarle los derechos: tu ya no te puedes sindicar, no puedes reclamar, no puedes enfermar y tienes una carga brutal. No tienes tiempo para comer, ni para tomar agua, ni para ir al baño y si reclamas pues a esta ya no la llaman…”, dice. Y es que opina que “la empresa te ha hecho un contrato que no sirve para nada, con el que la trabajadora solo se queda el 40% de lo que se paga”.
Es importante tener en cuenta que la vuelta a la normalidad no sigue siendo normal. Muchas trabajadoras lo hacen sin EPI correctos ante el virus y esto ha llevado a tensiones, miedos y cargas. Miriam considera que los hoteles se han aprovechado de toda esta situación: “mientras las trabajadoras están en ERTE, ellos también cobran beneficios como empresarios y lo que han estado haciendo ha sido contratar personal externo para hacer el trabajo”. La trampa está, cuenta, en que contrataban a alguien 5 horas, para hacer el trabajo de una jornada de 8 horas. Miriam considera que esto es, a parte de fraudulento, “una trampa mortal”.
Ante todo esto, las Kellys se han seguido organizando durante la pandemia como han pedido, pero si que es cierto que todo se ha complicado. También porque legislativamente, a parte de caer el Sello de Calidad y la Ley Kelly, también parece que ha caído la directiva europea. El panorama que describe Miriam es desolador, pero aún tienen esperanzas en su propia Central Hotelera que estará preparada en mayo: “Ya estamos cansadas de los gobiernos así que ya dijimos vamos a dejar de lado los políticos y centrarnos en lo nuestro. Amargándonos nosotras no resolvemos el problemas… Siempre decimos que queremos un mundo limpio”. Así, el objetivo es encontrar hoteles que cumplan con unos requisitos mínimos, para que las compañeras no tengan que combinar dos o tres trabajos para llegar a final de mes, para que estén reconocidas como trabajadoras y no tengan que hacer 15 o 20 habitaciones en 8 horas, pues es “inhumano”.
Para que todo esto pase, una vez la reforma laboral no protege a estas trabajadoras externas, desde las Kelly deberán seguir exigiendo cambios en los convenios. Para llegar a un punto ideal, tendrían entonces todas las empresas que reconocer a las camareras de piso como actividad principal de la empresa que son, que hubiera una retribución igual entre hombres y mujeres y cumplir con la ley de riesgos laborales. Y con esto llegamos a otro tema: la cantidad de enfermedades no reconocidas que sufren las camareras de piso. “Hemos tenido casos de compañeras que están destrozadas de los hombros, de los codos, por el túnel carpiano, jodidas de la columna que cuando han caído enfermas han ido a la mutua y allí les han dicho que no tenían nada. Nos hemos dado contra la pared un montón de veces”, explica. A parte, el tipo de jornadas que tienen las conduce a ir siempre corriendo y desesperadas, pero Miriam tiene claro que no vale la pena sumar estrés mental al cansancio físico. Aún así, muchas trabajadoras caen enfermas y acaban teniendo que acudir a la seguridad social pues la mutua les niega la atención. “Es un mal que se ha conseguido en el trabajo por tanto debe hacerse cargo el hotel, pero este se lava las manos y lo carga a la seguridad social, que somos todos. Así, el empresario se ha forrado y esta feliz explotando mas trabajadoras mientras el gobierno y el estado le hacen la cama al empresario… Es tan fuerte todo esto!”, expresa Miriam. Y es que ella, cayó enferma trabajando, la despidieron y nunca le pagaron por ello.
Hemos tenido casos de compañeras que están destrozadas de los hombros, de los codos, por el túnel carpiano, jodidas de la columna que cuando han caído enfermas han ido a la mutua y allí les han dicho que no tenían nada
Enfermedades laborales que condicionan su vida
Corría 2016, previo a la creación de Las Kellys, y Miriam trabajaba de camarera de piso en un hotel pequeño de tres estrellas principalmente haciendo camas. Como había bajado la ocupación hacía un poco de todo aunque su categoría profesional fuese de ayudante de camarera de piso. Otro hecho que critica en cuanto a contratación. El mes de diciembre, cuando bajó la ocupación, les cambiaron los horarios, les pidieron si podían ir a las 6 de la mañana y hacer los fondos de la cocina hasta las 9 de la mañana y entonces ya pasar a su otro trabajo. Antes de este cambio, había otras tres trabajadoras de la limpieza en el hotel que llevaban 15 años allí y tenían un contrato fijo. Dos de ellas hacían las zonas comunes y la otra hacía el restaurante y los desayunos y el pasillo del hotel con un horario de 8 horas. “Yo iba por una subcontrata y también mis compañeras y nos dijeron que el hotel iba a meter trabajadoras aquí porque a ellas las iban a echar para que nuestra empresa entrara también en la cocina”, cuenta. De primeras, ella no entendió porque las echaban si iban a hacer su mismo trabajo… Pero al siguiente día, las tres trabajadoras que quedaban, entre ellas, ella, fueron al hotel y recibieron la noticia de que pasarían a medía jornada. De tres pasaron a ser dos.
Así, el trabajo de 8 horas se convirtió en uno de 5 horas con el que veían claro que no llegaban a pesar de que las repartieran a lo largo de la jornada. “Para que impactara el mínimo posible, nos dijeron ‘tú entras a las 6 y haces fondos de la cocina y te pones a limpiar lo más duro, a sacar grasa’. Y yo llego a las 7 y nos ponemos a hacer esto hasta las 9. Después salgo y me pongo a pasar la escoba por pasillos, desayunos, tal. Luego fregar: baños, pasillos, recepción… un montón de cosas que el tiempo se te pasa rapidísimo”, describe. Un trabajo duro y con exigencias. Cuenta con detalle como el jefe no quería que el parquet negro tuviese ni siquiera una marca de haber pasado la fregona. Para ello, Miriam tenía que dejarse los brazos y las manos escurriendo el mocho: “pierdes el tiempo, pero también la salud aunque yo no me había percatado de eso… Empezó a pasar el tiempo y yo empezaba a sufrir dolor de las manos y decía ya me pasará, ya me pasará, pero después de 6 meses las manos se me hincharon, las tenía rojas y el dolor me subía hasta los hombros”.
Miriam se tomó antiinflamatorios para evitar ir al médico y hasta volvió un día más al trabajo. Para decir que no había dormido del dolor, para que no se pensasen que era una vaga, que no quería trabajar. Todo esto porque sentía una gran responsabilidad. “No podía coger el palo de la escoba ni levantar nada, se me caía todo. Recuerdo que mi novio me daba de comer en la boca. Yo lloraba porque pensé que iba a quedar invalida para toda la vida. Pensé que mis manos ya no iban a servir para nada. Fue muy duro y me acuerdo que le dijo mi compañera a la supervisora: ‘mira, que Miriam está así y no puede trabajar’ y que la supervisora dijo que hablaría con la empresa, pero habló con sus jefes y éstos dijeron que acabase la jornada, que después me daban el papel de la mutua”. Miriam acabó su jornada y fue hacía la mutua donde la atendió “un médico-máquina”. “Le dije que me dolían los brazos, todos, e insistió en que no podía ser, que tenía que decir un punto, como si le estuviese mintiendo. Me hicieron unas radiografías y me dieron pastillas y también la recomendación de que fuera a mi médico de cabecera, pues esto no era una enfermedad laboral”.
Como no pudo coger hora, fue de urgencias a su CAP y allí su médico le dijo que tenía una inflamación de los tendones y que se tenía que tomar unas pastillas fuertes que nunca se había tomado: “Me preguntó en qué trabajaba y ya me dijo que eso lo tenían siempre las personas que trabajan en eso”. También le dio la baja y mientras estaba en casa, la empresa no paró de llamarla para que volviera: “necesitamos que vuelvas a trabajar”, le decían para presionarla. Pero su médico no veía que avanzase favorablemente. “Me dolía, pero aparte de eso estaba con la moral por los suelos. A ellos les importaba nada…”, se asombra y entristece Miriam. A los 10 días le insistieron de nuevo y llegaron a decirle “es que nosotros no somos ninguna ONG” y la convocaron en la empresa. La despidieron y ella por falta de información no firmó no conforme. Tampoco buscó ningún abogado porque no conocía y de este hecho aún se lamenta. A día de hoy, aún denuncia esa situación y defiende que asociaciones como Las Kellys son esenciales para acabar con esta precariedad que lleva a las trabajadoras hasta perder su salud.
A compañeras destrozadas físicamente de limpiar, la mutua les ha dicho que no tenían nada