Los que fuimos corresponsales en la Unión Soviética y después en Rusia, recordemos que, al desaparecer la URSS, se perdió la oportunidad histórica de construir un mundo mejor. Y por demencial y trágico que sea el actual ataque de Rusia a Ucrania, no olvidemos que Estados Unidos y Europa tienen su parte de culpa en que las cosas hayan ido tan mal en las relaciones con Rusia.

Occidente capitalista ganó la guerra fría, pero no se preparó para el nuevo orden mundial que debía crearse. Tanto por parte de Estados Unidos, como de la Unión Europea, se cometieron fatales errores que han generado una espiral de tensión con Rusia, y que ha contribuido a los problemas actuales.

En 1991, quienes informábamos desde la Unión Soviética quedamos sorprendidos por la rapidez en que se deshizo el país. Pero no sólo vimos cómo desaparecía la URSS, también fuimos testigos del final del orden mundial que se había creado después de la Segunda Gran Guerra: un orden basado en dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS, que tenían cada una su zona de influencia.

Los acuerdos de cooperación y seguridad de Helsinki de 1971 y 1975 establecieron que la zona de influencia de cada superpotencia sería inamovible. Pero en 1989 existe la primera ruptura de estos acuerdos cuando el entonces máximo dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, aceptó que cayera el muro de Berlín y que Alemania se reunificase.

Poco después, supimos que, a cambio de ese gesto, tanto el ministro de Asuntos Exteriores alemán como el secretario de Estado estadounidense prometieron a Gorbachov que la OTAN no se expandiría hacia el Este. De hecho, en ese momento, ni Estados Unidos ni Alemania creían que fuera inteligente extender la OTAN hacia la zona oriental. Ni siquiera tenían claro que serían capaces de defender a aquellos países.

Pero como hemos visto, Occidente no ha cumplido con las promesas hechas a Gorbachov, un líder que propuso resolver los problemas mundiales y reducir el arsenal armamentista nuclear a base de diálogo y cooperación internacional.

Tras la desaparición de la URSS y la consolidación de Rusia como su heredero, los países occidentales, liderados por Estados Unidos, no reflexionaron sobre qué nuevo orden mundial debía establecerse ni pensaron cómo debían ser las relaciones con Rusia después de la guerra fría que habían ganado.

Los dirigentes europeos y americanos ignoraron que la situación había cambiado, ya que en Rusia reinaba el capitalismo salvaje, aprendido de especialistas estadounidenses de todo tipo, que vimos desembarcar en Moscú para organizar la nueva vida política y económica de los rusos.

Fue el momento en que se desvanece el llamado peligro comunista, cuando primero la URSS, y después Rusia, se abren en Occidente, y los países del este quedan libres de la mano de hierro que los oprimía.

Ex diputados rusos nos explicaban que después del derrumbe de la URSS, Rusia se planteaba entrar en las instituciones occidentales como el Consejo de Europa, el Banco Mundial, incluso la OTAN. Rusia hubiera querido ser una aliada en un nuevo orden mundial e hizo gestos en ese sentido.

Ya no había guerra fría, pero el presidente estadounidense George Bush actuó como si todavía la hubiese y volvió a los antiguos hábitos, y a la militarización. No habían pasado ni diez años del mandato de Gorbachov y se decidió extender la OTAN a los países que habían estado bajo la influencia soviética. También entraron en la Unión Europea… Fue una humillación por Rusia, ponerse en su territorio de influencia.

Ahora algunos especialistas y diplomáticos europeos que vivieron ese momento, coinciden en que la política occidental de extensión hacia el este fue un error. Se piensa que debería haberse celebrado una conferencia internacional para definir un nuevo orden mundial, en el que Rusia también hubiera tenido un papel.

La historia nos enseña, y ahora lo volvemos a ver en Ucrania, que, si el perdedor de una guerra sale maltrecho de los acuerdos post bélicos, representa una amenaza por la paz posterior. Tras la desintegración de la URSS, Rusia heredó las instituciones y armas nucleares soviéticas, pero no se la trató de acuerdo con su poder. No se le reconoció un papel internacional y nunca se respetaron los acuerdos establecidos.

Tal y como reconocían años después expertos rusos y norteamericanos hablando con un grupo de periodistas en Barcelona, ​​si Estados Unidos y la Unión Europea hubieran mostrado empatía hacia Rusia y tenido en cuenta su situación de perdedora de un imperio, las cosas hoy serían distintos.

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