Al ser una semana vacacional, un saludo a todos aquellos no Autónomos, he considerado oportuno realizar mi ingreso al Camp de l’Arpa desde un recuerdo no muy lejano y útil para enfocar este barrio tan despreciado al ser víctima y resistir múltiples imperialismos.

Era miércoles 22 de diciembre de 2021. Acababa de volver de Trieste y Barcelona me recibió con un horrible cielo, de esos escasos en nuestras latitudes, sólo visible cuando la humedad se condensa en el cielo hasta crear una neblina atípica y muy reconocible de la capital catalana, transformada en plató de Blade Runner durante unas pocas horas lluviosas y turbulentas.

Como siempre, llegué a la ciudad con el tiempo justo para cumplir con mis obligaciones profesionales, esa tarde consistentes en grabar mi sección en el 24 Horas de RNE. Para ello siempre aplico varias posibilidades ruteras, si bien la más directa es bajar por el carrer Rogent, fuente de muchos debates, a plantear a lo largo de las próximas semanas, algo más bien sencillo porque esta vía es, por ahora, la arteria principal del Camp de l’Arpa.

Siempre se habla del peligro de su gentrificación desde su extraña belleza, medio peatonal. A veces circulan coches, pero si nos fijamos con atención casi podríamos definirla como un caso único de empoderamiento ciudadano, algo más remarcado en otras urbes como Roma y París, donde las políticas municipales han alentado a las personas a ocupar ciertas calles hasta disipar los malos humos.

Carrer de Rogent, primavera del 2022 | Jordi Corominas

Rogent también tiene otros colores muy visibles en una tienda china donde Provença pierde su nombre en favor de Dega Bahí. Este negocio resumió como nadie los vaivenes de la política catalana en otoño de 2017, cuando exhibía una bandera u otra en función de la semana, una cura de humildad para la alienada clase política patria, convencida de engañarnos como chinos, cuando los tenderos de esta nacionalidad son los verdaderos jueces de nuestras emociones.

Y de ellas quería hablar, sin menciones, salvo esta, al difunto Procés Sobiranista. Como regresaba de Trieste y la tarde era lúgubre recordé mis pasos por esta ciudad fronteriza, muy conectada en el imaginario pedante con la alta literatura. En ella, más allá de la anécdota de los años de James Joyce en este puerto adriático, destaca Italo Svevo, nombre y apellidos sintéticos, pues el primero muestra italianidad, mientras el segundo abraza lo germánico, ambas culturas núcleos de idiosincrasia triestina.

Svevo nació en la via XX Settembre, un paseo asimismo peatonal, o casi, con una simétrica arboleda, bares a ambos lados, un cine bastante popular y un pavimento muy parecido al de Rogent. Ignorándolo, son vías gemelas, con una serie de diferencias debidas al tamaño y a la estratificación social.

La vía XX settembre de Trieste, otoño del 2018 | Jordi Corominas

Trieste, huelga decirlo, es mucho más pequeña que Barcelona, y aun siendo ambas provincianas supera a nuestra habitual protagonista en este aspecto, sobre todo en cómo da importancia a determinados aspectos. Lo pequeño genera sobredimensión y la prosa de Svevo se aprovechó a posteriori de este factor.

¿Cómo? A través de una idealización desde fuera, porque, como comprenderán, a los triestinos la opinión de un barcelonés le da no igual, sino lo siguiente. Para muchos lectores extranjeros el amor en esta frontera europea tiene una magia única por los relatos de su ilustre escritor.

Un amor en la vía XX Settembre se pinta como más sacrosanto y epifánico que en el carrer de Rogent, tanto por lo burgués de la primera como por la pequeñez del marco, Trieste, donde se haya insertada, una tierra hermosa y asimismo aburrida, por eso mismo ideal para desconectar del ruido y sentirte en un limbo benéfico sin estandartes ni otros objetos fantásticos para alimentar las chimeneas cuando atenaza el frío del invierno.

Via XX Settembre de Trieste, otoño del 2021 | Jordi Corominas

En cambio, en Rogent deben producirse muchos flechazos, con toda probabilidad mucho más tórridos y sin tantos rodeos como en XX Settembre, donde prima esa politesse de gente bien. Pese a ello, nadie hasta ahora se ha preocupado por escribir sobre esta cuestión por la concepción de Barcelona de sus mismos vecinos, muchos de ellos incapaces de situar al Camp de l’Arpa en un mapa al ser la ciudad, incluso para los Comuns, el casco viejo, el Eixample y Gràcia. Lo demás permanece fuera de foco y si no se toca tampoco sucederá nada irreparable por esa invisibilidad. Eso sí, nuestro Ayuntamiento, repítanlo, es el más de izquierdas de la Historia de la Humanidad, tanto como para apoyar, su formación, al conseller Cambray, el destructor de la Educación en Catalunya.

Todo el resto de la Ciudad Condal es periferia, y claro, desde esta perspectiva Rogent no es noble como XX Settembre, pero si nos diera por realizar literatura sobre su cotidianidad sería mucho más atractiva, una prosa sincera, sin todo el paripé y ornamento del ombligo, sólo con voluntad de plasmar la realidad diaria desde una observación rigurosa. Basta, tanto en Trieste como en este paseo, sentarse en un banco y ver la vida pasar con sus locos, charlas improvisadas, la florista de Rogent con Valencia, el misterio por el cierre temporal de negocios cualquier miércoles por la tarde, las terrazas a rebosar, las colas al lado de los siempre más ausentes cajeros, las risas de una estanquera nada de Amarcord, el trajín de los bares colindantes a la Meridiana, la expectación junto al Forn Elías por la calidad de su pan, los míticos atascos de niños en la puerta del cole, los ocasionales bebedores de la fuente en la esquina con Joan de Peguera o los paseos de un pobre hombre más bien anciano con un puro apagado en la mano.

Este señor habrá muerto, no lo veo desde hace meses, como bien ha fallecido, lo glosamos aquí semana tras semana, mucho patrimonio del Camp de l’Arpa y el Clot. Algunos dirán del Camp de l’Arpa del Clot, una ofensa para falsear identidades. La Meridiana divide e impera desde hace décadas, y sí, pueden existir uniones señalizadas de modo invisible por torrentes y cursos fluviales, pero cada zona es distinta en su actual idiosincrasia.

En cambio, sí aplaudo haber paralizado las obras para catalogar todo su increíble legado arquitectónico, no sólo desde el ladrillo, sino a través de la morfología del entorno. Espero y deseo de todo corazón ser partícipe del proceso para formular una teoría del amor con centro en Rogent y desarrollo mediante nuevos usos de los elementos patrimoniales, a conservar para no perder ninguno. Esto reforzaría la personalidad del entorno, hilvanaría mejor la trama de la ciudad Federal y fundaría una riqueza ya existente, ninguneada por el desprecio sistemático de este Consistorio a la pluralidad representada por los barrios.

El carrer Rogent des de la plaça de les Tortugues | Jordi Corominas

Aquí, como cierre, alguien podría acusarme de mentir, pues al fin y al cabo la congelación de toda obra manifiesta buenas intenciones. Miren, estoy harto de silenciamientos de tropelías compensadas con el método una de cal y otra de arena. El pasado jueves estas Barcelonas se animaron con un animalario, parte del mismo desde el Camp de la Creu de Les Corts, a demoler desde el mutismo de la mayoría de medios de comunicación para gran alegría de las supuestas cabezas pensantes de la plaça de Sant Jaume. Recuerden: una ciudad se conoce pisándola, no con los pies en la mesa de un despacho con vistas a una doble nada, mental y exterior.

Share.
Leave A Reply