La tala de unos árboles delante de casa suya, en Palma, había dejado sin cobijo unos pajaritos que la enfermera Rosamaría Alberdi siempre escuchaba cantar. Y decidió que, para compensar la pérdida de los gorriones, cada día se los pondría comer. La mañana del 24 de febrero, sintiendo en la radio la noticia de los primeros bombardeos rusos de Ucrania, la tristeza lo invadía. Desolada por la situación, la conciencia lo interpelaba para hacer algo. El día siguiente, escribía: Para empezar/ a actuar/ frente en la guerra,/ las he dado/ doble ración/ de pan/ a los pájaros (@rosamariaalberdi).

Así de sencillo, una acción desde la cocina de casa, y unos versos para compartirlo con el mundo. La poesía acompaña la vida de esta profesora de Enfermería, primera enfermera del Estado con el título de doctora honoris causa. Dice que “la escritura, y especialmente la poética, es un síntoma que tiene que ser atendido. Siempre significa algo: una necesidad, un deseo, la faceta de un gozo”. Alberdi clarifica que “atender el síntoma significa llevar siempre los ojos abiertos, dejar que el corazón se preponga y asumir el riesgo. Y significa renunciar a la tranquilidad cotidiana, a la razón desapasionada y a la orden sin palabras”, añade la enfermera poetisa. “A mi madre le gustaba mucho leer, ella me introdujo en el mundo de la lectura. Yo pedía libros para los cumpleaños”, recuerda. “La escritura, y especialmente la poesía, me sirve para ordenar el caos de emociones interiores, para denominar y denominarme. Y para decir aquello que solo puedo decir desde la poesía”, exprés.

Nacida en Barcelona, desde el 99 vive en Mallorca, donde fue diputada socialista en el parlamento balear. En aquella época –dice- “la poesía era una especie de oasis”. Participando en los talleres de poesía de Antonio Rigo, al café Anticuario de Palma, la Rosamaría “sentía que entraba al paraíso”. Admite que escribe poesía por pura necesidad de expresar y, en la universalidad de las emociones que se encuentran ve el sentido de compartir el que escribe. Muy atravesada e interesada con todos los temas que tienen que ver con la cura como actividad profesional de las enfermeras, como valor ético y como derecho, explica que “no es que pongas tu vida en la profesión, sino que el valor de la cura entra en tu vida”. Alberdi, que es profesora emérita de Enfermería en la Universidad de las Islas baleares, contempla también la curación con la poesía.

‘Visto en consulta’

Historias de personas que sufren una enfermedad tuvieron durante un año -el 1995- su espacio semanal a la contraportada del semanario La Hora del Garraf, en una sección que llevaba de nombre Visto en consulta, y que escribía una médica, la reumatóloga Mercè Carandell. Por aquella compilación de relatos, Carandell recibió el premio Eugeni Molero. “Mi tendencia es convertirlo todo en literatura, en ficción. Escribir es entre una catarsis y una liberación, y la posibilidad de vivir más vidas, una escapatoria y la respuesta a preguntas que me hago. Y, en la piel de un personaje, puedes hacer las paces con quienes quieras”, expresa la autora. “A la consulta he conocido mucha gente, muchas experiencias de vida”, explica. “El contacto con el enfermo te introduce historias humanas y creas unos vínculos. La información científica no saca que el contexto de vida de los pacientes no te ayude también. Ahora los reumatólogos ya no tienen tantas visitas, porque la ciencia se los ha sacado las castañas del fuego”, añade. De hecho -dice-, “la reumatología ha sido una de las especialidades más beneficiadas del siglo XX”.

Merce Carandell trabajó en el Hospital de San Camil (Sant Pere de Ribes), en el Hospital de Bellvitge, en el JEFE Jaime I de Tarragona, y al de San Juan, de Vilanova i la Geltrú. Siempre rodeada de literatura, en una familia con hermanos y antepasados escritores, la tendencia a escribir -recuerda- siempre la tuvo, y después de 42 años de ejercer de médica, en 2013 al jubilarse y se abocó de pleno en la escritura. Ahora tiene en sus manos su primera novela: El Paraíso tras el mar, una historia de amor con reminiscencias históricas, también disponible en versión de audiolibro.

Endocrinología y teatro

Ramon Gomis es médico especialista en endocrinología y decano de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Pero también es dramaturgo y escritor. Todavía no había acabado la carrera de medicina, que ya había completado dos obras de teatro. Según él, “el ejercicio de la medicina es muy humanístico porque aparte de conocimiento científico, necesitas entender el problema, el sufrimiento, el dolor. El teatro y la literatura tienen también esta visión humanística. El dolor, el amor, la pasión, muchas cosas de la creación ligan y tienen puntos en común con la medicina. La ciencia es descubrir nuevos paisajes y también la literatura y el arte también”.
Explica, pero, que él no ha mezclado las dos actividades. “He tenido el sombrero de escritor y el sombrero de médico, y he ido haciendo el cambio de chip. Hay personas que no saben que soy el mismo”, dice. Considera que “la literatura tiene un punto de vanidad, porque con ella buscas un lector. Y ya no hablamos de la vanidad del poeta, aquello que me pasa a mí, quiero que lo sepan. También en el teatro se desea que el público silbe, aplauda… En la medicina, en cambio, no pretendes dar a conocer que has aligerado o curado. Son dos ejercicios un poco diferentes”, compara Ramon Gomis, que se describe a sí mismo como escritor de fin de semana, de vacaciones y vísperas.

Entre otras tareas y cargos, dirigió el Instituto de Investigaciones Biomédicas Augusto Pi y Sunyer (IDIBAPS), presidió la Sociedad Española de Diabetes y fue miembro del Consejo de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) y de la Unión Europea de Médicos Especialistas. Fuera del ámbito médico, fue presidente de la Fundación Teatro Libre. Este endocrinólogo es autor, entre otras obras, de Caballitos del diablo, Rojo de Siroco, Atardecer en el jardín, Al hijo del mar y El mercado de las delicias, en teatro. Por su primera obra de teatro, La pequeña historia de un hombre cualquiera, un retrato de la vida rural en el Camp de Tarragona, recibió el premio Joan Santamaria 1970. En prosa ha publicado obras como Paisaje de otoño y Crónicas de la Costa Dorada y, el más reciente, Retratos impertinentes, lo publicará Arola Editores. Gomis lamenta que, en general, los sellos editoriales apuesten poco por gente más grande de 65 años, a no ser que sean autores ya muy consagrados o conocidos desde el punto de vista del marketing.

Según explica el urólogo de la Fundación Puigvert Paco Sánchez, “las vías de publicación por los escritores no profesionales son poco accesibles, pero hay canales muy ágiles de autoedición. Yo acabo de publicar Delirio transunicórnico, una novela corta de ciencia ficción, con el editorial Bubblebooks”. Este médico dice que escribo de acá que tiene memoria, que para él “es un impulso natural, una necesidad y un placer. A pesar de que, tal como decía Juan Benet, con los años se ha transformado en una imposición”. Pero también reconoce que le aporta, sobre todo, libertad. “No tengo limitaciones, nadie me condiciona con ninguna jerarquía. Es como tener una segunda vida”.

Sánchez es profesor de Medicina de la Universidad de Vic. “Me gusta ser útil a los otros, y la profesión médica me lo permite. La cirugía es, además, muy directa y resolutiva, puedes curar con tus manos, y esto es pura magia. En la universidad tengo la suerte de compartir conocimientos con gente joven llena de energía. La literatura es un ámbito muy diferente. Ante la hoja en blanco estás solo y, poco a poco, vas modelando unas historias y unos personajes que ocupan parte de tu vida”. Él escribe relatos y novelas cortas. Sus argumentos giran en torno a los sentimientos y la fuerza del destino. “A Yo conocí a Don Juan y a Mis amigos muertos, exploro la frustración humana. Terror en el Matarraña trata del amor y la maldad. A los relatos de ciencia ficción describo realidades que son cada vez más verosímiles”, detalla. Además, explica que como que vive rodeado de mujeres, el mundo femenino lo interesa mucho. “Me golpea el anonimato que sufrían las escritoras antiguas, en contraste con la gran calidad de su obra”, explica. Por eso hizo un libro que recoge biografías de mujeres literatas Mujeres escritoras españolas, para regalar a sus hijas.

Preventivista y biógrafa

Laura Gavaldà es médica especialista en medicina preventiva y salud pública del Hospital Universitario de Bellvitge. Años atrás había escrito algunos relatos cortos y, el invierno del 2015, recibió un premio por uno de ellos del Instituto Catalán de la Salud. “Escribir te permite asear emociones, las observaciones que haces en el día a día las transformas, creas un mundo, creas un espacio propio tuyo creativo. En mí, escribir empezó como una afición”, declara.

Pero, dando un paso algo más lejos de la creatividad, a finales del 2017, Gavaldà empieza a recopilar información sobre el director de fotografía y realizador cinematográfico Néstor Almendros. Lo hacía “por pura memoria histórica, porque consideraba que no se le había hecho suficiente justicia a nivel Cataluña”, dice. Justo es decir que Néstor Almendros era amigo de su familia. Investigando y recogiendo datos de su vinculación con Cataluña, se le abre “una visión brutal propia de una novela”, y se plantea como asearlo y darle forma. Y lo ha acabado haciendo escribiendo una biografía que tiene como hilo conductor los mismos recuerdos familiares. “Lo hice para dar visibilidad a quien considero un catalán universal al cual no se lo ha tenido en cuenta”, expresa la médica.

Gavaldà empieza a escribir este libro el otoño del 2019. La pandemia llega cuando tenía la mitad de hecho. Después de un tiempo parado, porque el virus reclamaba todos los sentidos, todavía en pandemia lo ha podido terminar. De hecho -dice- “iba intentando encontrar espacios de creación para mantenerme serena en medio de aquel caos”. Y una vez acabada, lo da a leer a familiares y amigos. El buen feedback recibido y la recomendación de una amiga la llevan a enviarlo a la editorial Comanegra, que se encargará de publicarlo.

De su experiencia, Laura Gavaldà guarda algunas conclusiones: “La medicina es una profesión tan exigente que parece que solo te tengas que poder dedicar a ella. La nuestra es una profesión en la cual nuestra actividad mental que más utilizamos es la más racional, más científica, y a menudo la parte cerebral más creativa la tenemos atrofiada, y es un error. Tendría que estar todo equilibrado, la racional y la creativa”. Y ella ahora siente que ha sabido encontrar su espacio creativo. “Puede ser la escritura, la música, la pintura, el que sea, pero yo considero que activar esta parte más creativa te hace mejor o más completa personalmente y, ergo, mejor profesional. Si tienes una inquietud creativa y puedes cultívala, lo tienes que hacer”, afirma. “También así ganas confianza. Hay muchos tipos de escritura: la reflexiva, la terapéutica…, y muchos enfoques. Cualquier persona puede descubrir la suya y sentirse realizada. Creando un relato también te conoces a tú, es un descubrimiento”. Ahora que –dice- “con la pandemia nos hemos planteado poco o muchos cambios a nivel vital, yo ya pienso en otros proyectos de escritura”.

Escribir, como una oportunidad de hacer aflorar un talento ignorado, o como puro entretenimiento o terapia vital, de la mano de los recuerdos plasmados en una autobiografía, anécdotas vividas a la consulta, en el hospital, a urgencias, ha estado siempre una actividad muy difundida entre médicos. Anton Chéjov, Gregorio Marañón o Louis-Ferdinand Céline son ejemplo de combinar medicina y escritura. Y muchos profesionales sanitarios hoy en día aprovechan la jubilación para escribir. De hecho, la Agrupación de Jubilados de Médicos de Cataluña (AJMC) nació para fomentar el desarrollo y mantenimiento del conocimiento, llegado el tiempo de retirarse de las consultas. Organizan actividades culturales, conferencias sobre temas diversos y cursos. Y fue a partir de la presentación de un libro que vieron que había mucha afición a escribir, y abrieron el Espacio del Médico escritor. “Surgieron ideas, como la biblioteca física o digital en la sede del Colegio de Médicos, presentaciones de libros y conferencias sobre temas diversos”, explica María Jesús Martínez, presidenta de la AJMC. Hoy forman parte del grupo de los escritores unos cuarenta médicos y médicas, jubilados y no jubilados. Una de las presentaciones hechas este año fue la del libro Si puede, no vaya al médico, de Antonio Sitges-Serra, exjefa de Cirugía del Hospital del Mar de Barcelona, un ejemplo más de como la vida de los pacientes traspasa e inspira, poco o mucho, a los profesionales sanitarios.

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