Quienes saben, hacen, y quienes entienden, enseñan . No sé qué habría pensado Aristóteles si hubiera visto cómo los docentes se pasan las horas del patio estacados junto a los lavabos que tocan en las pistas de las escuelas y los institutos de Cataluña, observando cómo el alumnado entra y sale. Nada en la universidad, ni en el máster de formación del profesorado, te prepara para esta tarea tan tensionadora como cargante.

En otros países quienes enseñan no vigilan aseos, pero en nuestra casa sí. ¿Será por el valor que otorgamos al patio como espacio de aprendizaje? No lo tengo del todo claro, pero en todo caso, si no é vero, é bien trovato . El hecho es que, en la educación primaria, el tiempo de patio es considerado tiempo de trabajo efectivo (es decir, tiempo de enseñanza), pero en secundaria no. Es un tiempo de permanencia en el centro en el que se hacen otras cosas que no son dar clase.

Si, tal y como establecen las instrucciones de inicio de curso, el tiempo de patio es un tiempo educativo, debemos preguntarnos qué se está enseñando. Por ahora, en muchos centros el patio-pista es el paraíso de la testosterona futbolocéntrica. Los niños y chicos protagonistas juegan mientras la feminidad (ad) mira desde la periferia. Es cierto que en ocasiones existe una apropiación temporal del espacio por parte de las chicas, pero sólo después de una previa intervención de las altas esferas, lo que suscita airadas protestas de los perjudicados. Perjudicados porque sienten que el patio es suyo, porque necesitan jugar al fútbol.

Los patios escenifican la vida, una vida en la que las necesidades masculinas pasan por delante de unas necesidades femeninas invisibles. Cuando se diseñan los patios, ¿alguien se ha preguntado qué necesitan las niñas? El Patio de la escuela en Igualdad es una publicación de descarga gratuita del colectivo de arquitectos Equal Saree que aborda la cuestión y puede servir de guía para revertirla de forma participativa, dado que incorpora la perspectiva de género al diseño del patio escolar.

Las chicas pasan una parte importante del tiempo del patio haciendo cola para ir al baño, si se aplicara a los centros educativos la normativa de prevención de riesgos laborales acabarían estas colas crónicas

La invisibilización de las necesidades de las niñas (y de las docentes) no se restringe al patio, sino que abarca los edificios en su totalidad. Los criterios para la construcción de nuevos edificios para centros docentes públicos establece que en cada planta debe haber dos núcleos de lavabos de tamaños idénticos, uno para niños y uno para niñas, con tantos inodoros como aulas y unos vestuarios segregados por sexos de tamaños idénticos. Esta asignación teóricamente es equitativa pero es, en la práctica, discriminadora.

Quien vigila patios y pasillos durante el recreo sabe que las chicas pasan una parte importante de este valioso tiempo haciendo cola para ir al baño. Es algo que las mujeres necesitamos más tiempo que los hombres para ir al baño, y así lo refleja la normativa laboral. La Guía Técnica para la Evaluación y Prevención de Riesgos en los Puestos de Trabajorecomienda instalar un aseo por cada 15 mujeres trabajadoras, y uno por cada 25 hombres. O lo que es lo mismo: hacer los lavabos de mujeres un 33% mayores que los de hombres. Si esto se aplicara a los centros educativos, sería el adiós a la cola, crónica, de las niñas. Y no sólo de las niñas. Si el Departamento de Educación siguiera las recomendaciones de la normativa laboral en sus centros educativos, los tamaños y cifras de los lavabos del profesorado, un colectivo formado en un 75% por mujeres, mejorarían sustancialmente. Mientras tanto, ¡a hacer cola!

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