Nacida en Valencia en 1981 se trasladó 22 años después a Barcelona, donde se instaló en la Barceloneta. Estudió Filosofía y se convirtió en activista de las reivindicaciones de los vecinos del barrio de la Òstia. Se incorporó a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y se ilusionó con las movilizaciones del 15-M de 2011. Fue una de las fundadoras de Guanyem Barcelona, la candidatura a las elecciones municipales de 2015 que llevó a Ada Colau a la alcaldía y a ella a la concejalía de Participación y a la del distrito de Ciutat Vella. De esta experiencia como concejala del Ayuntamiento de Barcelona, entre los años 2015 y 2019, ha escrito el libro “¿Qué pinto yo aquí? Un affaire institucional” (Icaria editorial).
Se pregunta qué pintaba en el gobierno de Barcelona en el que estuvo cuatro años. ¿Valió la pena personalmente dedicar ese tiempo a la gestión municipal?
Sí. Aunque en el libro tengo momentos más bajos, yo creo que currar por tu ciudad, trabajar por tu ciudad es un privilegio y un regalo que no te volverán a hacer. Yo venía trabajando desde hacía mucho tiempo trabajando por la ciudad desde los movimientos vecinales, sociales, y, de repente, lo haces desde la institución, que tiene sus límites pero también su capacidad transformadora. Salí sin arrepentirme de la experiencia pero con aprendizajes que te muestran qué cosas hay que transformar, modificar, para que las administraciones públicas tengan el sentido de institución de la ciudad que deberían tener.
Currar por tu ciudad es un privilegio y un regalo que no te volverán a hacer
Dimitió un mes antes de que concluyera el mandato. ¿Se fue con la sensación de que “esto no hay quien lo arregle”?
No. Salí, y lo expliqué en su momento, porque estaba muy cansada y gobernar es mucha responsabilidad. Estar otros cuatro años sin poder estar al cien por cien no me pareció responsable. Transformar las administraciones públicas y hacerlas del siglo XXI lleva mucho trabajo y cambiar la forma de hacer política, que es una de las cosas centrales y más ahora con la subida de la extrema derecha que ha sacado más del 40% de los votos en Francia, es complicado pero es necesario seguir haciendo esfuerzos. No podemos no hacerlos. Necesitamos que la gente se implique en política, se la crea y no tenga la idea de que todo el mundo es igual.

Tanto usted como Ada Colau y otros saltaron de la PAH al gobierno municipal. Asumir que gobernar no quería decir acabar con los desahucios, ¿fue duro, difícil?
Es duro y lo intento contar en un par de textos en el libro. A pesar de la idea que se puede tener desde fuera que en el momento en que alguien ocupa un espacio de poder tiene la capacidad de transformarlo todo, en realidad a nivel competencial el hecho de incidir de forma estructural en la emergencia habitacional requiere, al menos, de una coordinación entre los diferentes niveles de gobierno -ayuntamiento, Parlament, gobierno del Estado- que no existe. El ayuntamiento no tiene la capacidad de cambiar las leyes que permiten que haya desahucios absolutamente injustos. Te puedo dar esta explicación racional pero eso no quiere decir que a nivel emocional, afectivo, no te atraviese y al mismo tiempo te diga que tienes que hacer más.
¿Ha participado en la oposición a algún desahucio después de salir del gobierno municipal?
Sí.
¿Qué contraste, no?
Es que también iba cuando estaba en el ayuntamiento. No mucho, pero iba. Estar en la administración pública no quiere decir que estés de acuerdo con todo lo que supone el engranaje legal, legislativo. En parte, estás ahí para transformarlo.
Estar en la administración pública no quiere decir que estés de acuerdo con todo
De oponerse a los desahucios pasó a ser la responsable de la Guardia Urbana de Ciutat Vella. ¿Se mira ahora la policía municipal de forma diferente a como lo hacía antes de la experiencia en el gobierno de la ciudad?
En el libro intento ser honesta al igual que intenté serlo con los mandos de la Guardia Urbana al principio. No tenía sentido decir que teníamos experiencia de gestión de la administración pública. Nosotros teníamos una larga experiencia en defensa de los Derechos Humanos y uno de los servicios públicos que no conocíamos y con el que más bien habíamos tenido desencuentros era el de los cuerpos de seguridad. Ocultar esto sería absurdo. Ahora bien, en el momento que estás gobernando tienes una responsabilidad tanto de cuidar de los servicios públicos que hay como de conocerlos y ver cómo funcionan desde el engranaje de gobierno la ciudad. Sería absurdo decir que no hace falta la Guardia Urbana en Ciutat Vella. Hay que entender que es un servicio público y como tal es necesario dotarlo de las herramientas para que pueda hacerlo desde el principio de la universalidad, que es lo que debe cumplir la administración pública. Y si no lo cumple, la gente se aleja de estas administraciones. Fue un aprendizaje, efectivamente, que venía con el pack de gobernar.

El listado de agradecimientos con el que acaba el libro es larguísimo. ¿En esos cuatro años ganó más amigos o enemigos?
Quiero pensar que amigos. Es gente a la que agradezco haber aprendido la función pública o el acompañamiento en amar cada vez más la ciudad. Es verdad que de enemigos me llevo algunos también.
No les pone nombre en el libro
No les pongo nombre pero quien ha seguido la política municipal puede distinguir quiénes son. No se trata tanto de señalar a personas concretas como de señalar dinámicas, cómo funcionan los espacios de poder y la lógica del consenso, un rasgo identitario de la política barcelonesa, o cómo funcionan las dinámicas de aquellos que quieren influir en las políticas públicas sin haber pasado por las urnas defendiendo su particular interés. Entonces, da igual si es menganito o fulanito sino señalar cómo son esas dinámicas que son las que se tienen que cambiar. Hay un párrafo del texto en el que hablo de los malos y los poderosos, donde les pongo nombres alegóricos.
Señala críticamente a los hombres de cuarenta años con corbata con los que se encontraba en muchas reuniones. Uno de estos hombres le dio un beso en la frente. ¿Hay mucho machismo todavía en el mundo de la política?
Tienes la primera alcaldesa de la ciudad o alguien como Janet Sanz, que ocupa por primera vez la cartera de Urbanismo, que es una de las duras del ayuntamiento. Y todo el trabajo que ha realizado Laura Pérez de transversalizar la perspectiva de género en las políticas públicas. Pero más allá de las políticas públicas están las dinámicas de la sociedad patriarcal en la que vivimos y, en este sentido, queda camino por recorrer en lo que se viene diciendo desde hace mucho tiempo desde el feminismo de que hacen falta más mujeres en los espacios de decisión y que debe feminizarse la política.
¿Mucho?
Muchísimo
Participó en la fundación de Guanyem Barcelona, pero del libro se desprende que este partido no está exento de las luchas internas, los intereses a veces más personales que de partido. ¿Le costó hacerse a la idea de que Guanyem Barcelona sufría los mismos defectos que otros partidos?
Es cierto que cambiar las dinámicas de partido es muy complicado en un espacio en el que todo te lleva a acabar pensando y actuando como los partidos clásicos. Esto obliga a una reflexión en los espacios políticos. Por un lado, no perder el contacto con la calle y, por otro, ir renovando continuamente a la gente que forma parte del partido para que, al menos, incorpore dinámicas nuevas. Sí, esa parte es muy cansada.
Cambiar las dinámicas de partido es muy complicado en un espacio en el que todo te lleva a acabar pensando y actuando como los partidos clásicos
¿Tanto como para decir que nunca volverá a hacer vida de partido?
En la política institucional hay que estar de paso, al igual que en la de partido. Al final, hacemos política para transformar la realidad. Lo que hace falta es utilizar diferentes herramientas. A veces, esta forma de incidir en la realidad es con manifestaciones; otra, con la participación como vecinos, y en el 2014 vimos que lo que tenía sentido, sin que las demás perdieran necesidad y legitimidad, era montar un partido. Tienes que ir entrando y saliendo, porque debes abordar una realidad que es muy compleja y por eso necesitas estrategias muy complejas. No puedes quedarte sólo en un espacio.
¿Algún día volverá a hacer vida de partido?
Algo que he aprendido es que en 2012 nunca habría dicho que sería concejala y, por tanto, decir ahora que no volveré nunca más es absurdo, y más en un contexto donde la realidad política va muy rápido, cambia muy rápido.

Venía del 15M, del ‘No nos representan’. ¿A quién representó en los cuatro años que fue concejal?
La cuestión de la representación tiene tres patas. Se pone de manifiesto cuando hay actores de la ciudad, gente con la que te reúnes, que cuestionan tu legitimidad y que generalmente es gente que pertenece a los lobbies o las élites de la ciudad. Te das cuenta de que a ti te han votado 170.000 personas y a ellos les han elegido en su gremio o espacio, que no es lo mismo porque estamos jugando a la democracia representativa, con la que puedo tener mis dudas pero es el tablero de juego, en estos momentos. Aquí emerge la representación, que implica también un programa electoral, unos compromisos políticos, un saber velar por el interés general más allá de tu opinión personal concreta. Después, en un texto que habla de un acto de la comunidad judía intento reflejar la representación en espacios a los que te invitan y llevas la dimensión simbólica de la institución contigo. No es que vaya Gala Pin, va la concejala. Y la otra pata es cuando te das cuenta de que lo que tienes que hacer es poner voz a quienes habitualmente no tienen representación en la negociación política. Hay un par de textos en los que hablo de las trabajadoras sexuales de la calle Robadors y de algunas de las comunidades migradas, racializadas, por decir dos de los ejemplos más evidentes.
¿El momento más duro fue el atentado en la Rambla?
Sí. Era muy fuerte tener que combinar la gestión de una ciudad post-atentado con el hecho de que emocionalmente te atravesaba. Es un horror incomprensible. No puedes entender cómo alguien puede ir y cargarse 15-17 personas porque sí, por así decirlo. Racionalmente es imposible entenderlo. Y te encuentras con el dolor de quienes lo han sufrido…
Al PSC le dedica algunas críticas duras, insinúa incluso que quizá se financió con alguna operación urbanística. Convivir con los socialistas en el gobierno fue complicado, supongo
Soy dura con el PSC porque algunas veníamos del movimiento vecinal y habíamos tenido discusiones con ellos y en Ciutat Vella creo que está más que justificado, no sólo por la forma de ejecutar los Planes Estructurales de Reforma Interior (PERI) durante décadas sino también por la creación de redes clientelares. Además, el PSC, y eso le habría ocurrido a cualquier partido, ha estado gobernando durante décadas y, por tanto, tiene una connivencia con las élites de la ciudad. Ahora bien, estamos jugando el juego de la democracia representativa. Barcelona es una ciudad de izquierdas. Se acabaron los momentos de las grandes mayorías absolutas. También a nivel estatal y de la Generalitat. Por tanto, debes hacer pactos en base a lo que dicen las urnas. Es lo que hay. Sigo pensando que la mejor opción después de las elecciones del 2019 era un pacto Esquerra-PSC-Barcelona en Comú, porque era también lo que pedía la ciudadanía. Se hizo una consulta interna a nivel de Barcelona en Comú, básicamente porque los otros dos posibles socios se autoexcluían, cuando en realidad han gobernado juntos durante muchos años.

Con ese pacto, el alcalde habría sido Ernest Maragall
En el posible pacto de un tripartito no se habló de quién tendría la alcaldía porque tanto PSC como ERC lo descartaron directamente.
¿Se puede combatir el capitalismo desde un gobierno municipal de los comunes o participar en ellos es ser su cómplice?
Se puede contribuir; es complicado pero puede contribuirse. Layla Martínez, una escritora que habla de la necesidad de construir nuevas utopías, hace referencia a una cita que dice que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Habla de la necesidad de volver a pensar las utopías, que uno de los problemas que tienen las izquierdas es que no son capaces de dibujar horizontes de esperanza, que están muy constreñidas dentro de las categorías de política clásica que tienen que ver con la democracia representativa y no son capaces de actualizar el contrato social. No sé si la construcción debe ser en términos de utopía pero sí de dibujar futuros deseables. En cualquier espacio donde estés tiene que haber una parte de lucha anticapitalista. Se necesitan gobiernos que quieran acabar con el capitalismo, pero también necesitas una ciudadanía organizada que lo quiera. Llevamos un tiempo intentándolo y, de momento, no acaba de salir muy bien.
Uno de los problemas que tienen las izquierdas es que no son capaces de dibujar horizontes de esperanza
¿Por qué se fue? ¿Qué gota colmó el vaso de la presión para dejar el Ayuntamiento?
Más que una gota fue un ejercicio de sinceridad. Cuando era activista vecinal una de las cosas que decíamos a los políticos era que sus decisiones condicionan nuestras vidas. Sigo creyéndolo. No estás haciendo un trabajo mecánico. Curraba muchas horas. Quizás te lo puedes montar mejor que yo. No sólo en el nivel de vivir la vida bien sino en el de conciliar. No lo hice bien. De hecho, lo hice bastante mal. Tienes que estar al ciento cincuenta por ciento. No puedes ir al despacho tus seis u ocho horas y después irte a casa y dejar los problemas allí. No podía estar cuatro años más al mismo nivel de implicación. No había ido a la política institucional para quedarme a vivir allí. “Me voy, hay gente muy buena que puede venir a hacer el trabajo y yo no tengo porque quedarme aquí sin tener claro que puedo hacerlo bien”, reflexioné en un ejercicio de sinceridad.
No había ido a la política institucional para quedarme a vivir allí
Se fue un mes antes de las elecciones del 2019. Alguien debió enfadarse mucho
No, qué va, todo el mundo fue muy comprensivo. Eso te hace sentir peor (ríe), pero todo el mundo fue muy comprensivo.
¿Se tiene que volver a presentar Ada Colau?
Como ciudadana, creo que sí. Como amiga, creo que debe hacer lo que ella considere que quiere, puede y debe hacer.
¿Añora algo de cuando era concejal?
La primera vez que pensé que quería estar ahí fue durante el primer confinamiento. Veía claro que tenía sentido que hubiera una administración pública que sostenía a la sociedad durante una crisis que nunca habíamos sufrido en nuestra vida. Pensé que estaría bien estar allí, sintiéndome útil, contribuyendo a organizar la infraestructura para ayudar a las personas sin techo o pensando en cómo se podía hacer frente a esa situación.
¿Es consciente de que ha hecho el libro más sincero, más personal, más directo, que ha publicado nunca un concejal de Barcelona?
¿Tú crees? Fue sin querer. La mayoría de relatos los escribí cuando estaba en el ayuntamiento y no estaban pensados para publicarlos sino para entender situaciones y compartirlos o digerirlos con los compañeros de trabajo. Es un libro de una concejala de barrio. Me gustaría que contribuya un poco a pensar en la política que queremos hacer, la política de los tempos que necesitamos inaugurar.


