Querida Jueza, tenías prisa ese día, lo entendemos.

Demasiadas parejas que no llegan a acuerdos, demasiados conflictos de herencias, impagos, las comunidades de vecinos que qué desbarajuste, los jóvenes de los centros de menores que la “lian” una y otra vez…

Y entre medias, tu madre que necesitaba no sé qué y que no paraba de enviarte whats apps y que parece que no entienda que a veces “no es un buen momento”, pobre mujer, ya se hace mayor; el café con leche del bar que quemaba demasiado y no te habías podido terminar, y la inquietud dentro de la barriga, la mochila de gimnasia de la niña que visualizas en el asiento trasero del coche y que seguramente se ha descuidado y te está viniendo en la cabeza constantemente como un flash…

Te entendemos. Algunas también somos madres e hijas, hermanas, tenemos mucho trabajo, nos agobiamos. Sabemos cómo son estos días que no tienen fin, y más si caen en viernes. Se hacen eternos.

Pero a diferencia de ti, para nosotras, estos 45 minutos han tardado incluso más un año de espera, y de larga agonía, por decirlo también claro.

Algunas sentíamos nervios, otras, muchas ganas de que oyeras nuestra voz, de que fijaras por unos momentos tus ojos en nosotros, y que no fuéramos una carpeta más, amontonada sobre tu mesa de casos pendientes.

Te habríamos dicho que es imposible que nos conozcas después de pocas horas de entrevista con una profesional en una sala separada por una mampara.

Te habríamos pedido que nos prestaras la misma atención que la secretaria que nos lanzaba miradas compasivas y de disculpa, cada vez que se te notaban las prisas por terminar.

Quizás también que hubieras echado un vistazo a nuestra ropa desgastada, en las ojeras debajo de los ojos, o el rictus triste que escondía la mascarilla.

Sin embargo, querida Jueza, entendemos que no puedes saberlo todo.

Que no tienes tiempo para averiguar si la persona que han invitado para declarar contra nosotros es una maltratadora de manual.

Que es lógica tu apatía por no querer indagar los motivos por los que alguien tuvo que ir al psicólogo, pero que desconoces que la historia que hay detrás, podría afectar aún más a las criaturas que hay de por medio.

Que comprendemos que tu sueldo no te permite entender que han supuesto tantos meses de criar solas a los críos, y que quizás tienes la hipoteca pagada, y ya no sabes a cuándo han subido los alquileres.

También entendemos que no estabas presente en el momento en que nos trataron como una alfombra, o que es más sencillo querer creer que de todo saldremos adelante; porque aquí se viene a hablar de números, de derechos y de custodias, de desahucios y de medidas contra hurtos, y por favor, no importa si encima os han puesto a vosotros la demanda, o si la otra parte no ha querido negociar o mediar, chicas, va, ¡que tengo mucho trabajo! ¡No tengo tiempo!

No tienes tiempo para interesarte de por qué un niño se hace pipi encima con casi 8 años, o por si al día siguiente lo vuelven a llevar a la escuela sin duchar y con la misma ropa, porque al fin y al cabo son anécdotas; o sobre el porqué no acaba de encajar en el Centro al que le han trasladado; quizás tampoco en querer saber si aquel educador tiene las manos demasiado largas, o si la tal tuvo que robar porque no podía pagarse el billete de tren (que tú nunca ya no cojas, y desconoces su precio)…

Sí, tu madre, el café con leche, el bolso en el asiento del coche… no hay más tiempo. Son detalles triviales. Tienes aún muchos más juicios, coño de viernes. Solo son las nueve. Y el reloj que no corre.

No olerás la piel con hedor de orina, ni oirás la vocecita con la aquel niño te pide con la mirada baja si cuando llegamos a casa lo puedes duchar, que ayer no pudieron hacerlo, que había un motín en el piso de arriba… La vergüenza enterrada en un abrazo, los motivos del por qué se meó que no pueden salirle de dentro y siguen quedando dentro durante meses; los pocos cuidados que no se pueden mencionar porqué se enfadarán los del turno de la tarde… No hay tiempo, no tienes tiempo. Todavía te quedan otros 6 casos.

Sin embargo, querida Jueza, gracias. Porque quizás un poco sí que has intuido que algo no acababa de cuadrar por completo.

No, no podías saber que las propuestas rechazadas por algunos, que hicimos algunas de nosotros para no llegar nunca a vivir un día como éste, fueron fruto del orgullo malherido de la virilidad más estúpida, como un golpe de polla, y disculpa el vocabulario, también estamos cansadas de intentar decir las cosas bien, y nos da rabia, porque eran un no absurdo sin pies ni cabeza y sólo para mantenernos  sometidas bajo su control rancio (todavía), muy por debajo de lo que seguro que dictaminará a alguien como tú.

No sabrás tampoco después en lo que se transformará hacia muchas de nosotros esta rabia y frustración de macho alfa cuando salgamos de esta sala, por habernos atrevido a denunciar, o decir la verdad, o haber podido poner palabras a lo que demasiado tiempo llevamos callando.

Te has perdido la mirada de desprecio y duda sobre nuestros testigos por parte de un abogado machista en medio de un pasillo, y entre gritos y risas justo abajo tuyo en el bar, y las palabras que ha escrito sobre nosotros en los mails que se ha intercambiado con el otro abogado.

O quizá lo hayas sospechado.

Quizás por eso no has dejado entrar a declarar a una persona que dejaba las agujas de cabeza puestas arriba dentro de la ropita de bebé de la criatura a la que ahora pretende hacer de abuela, y que venía a decir más mentiras de las que hoy debes decidido ignorar.

Quizá has vislumbrado también alguna posible adicción no reconocida, o una mirada con un deje lascivo hacia el menor de edad indocumentado que mantiene la mirada fija en el suelo desde hace dos horas.

Quizás, quizás, quizás…quizá seremos el último trabajo pesado que harás antes de empezar el fin de semana y que olvidarás inmediatamente.

Pero también quizás, sólo quizás, cuando le devuelvas la bolsa a la niña y subas hacia la torre donde huyes de todos los fines de semana, se te cruzará por delante de nuevo nuestro recuerdo, como un relámpago, y decidirás que no, que el lunes cuando vuelvas, si tienes más tiempo, si las tonterías y la llamada de tu madre te lo permite…si no siguen acumulándose los expedientes sobre tu mesa…

…Que el lunes cuando vuelvas…quizás te lo mirarás diferente.

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