La novela gráfica Diez mil elefantes narra la expedición de un equipo de fotógrafos y cineastas que viajó a Guinea en 1944 para retratar esa colonia española en el corazón de África durante los primeros años de la dictadura franquista. En el cómic, editado por Penguin Random House, el periodista y documentalista Pere Ortín, junto con el artista multidisciplinar e ilustrador guineano Nzé Esono Ebalé, contribuyen a la construcción de la memoria sobre el pasado colonial español.
Los autores recuperan la mirada de uno de esos protagonistas a los que, históricamente, el orden del mundo se ha empeñado en desplazar hacia los márgenes. La voz de Ngono Mbá, uno de los porteadores que estuvo al servicio de los documentalistas españoles, es la que cuenta con gran lucidez cómo fue la expedición, que duró dos años, y dejó un enorme archivo audiovisual. Sin embargo, el tiempo y el desinterés terminaron por relegarla al olvido.
La obra Diez mil elefantes aborda el trabajo de la expedición de Hermic Films entre 1944 y 1946, en aquella antigua Guinea Española. La dictadura franquista les encargó documentar, “desde el punto de vista cinematográfico y fotográfico, las supuestas bondades coloniales que la metrópoli española estaba llevando a cabo en aquella parte de África”, explicaba Pere Ortín durante la presentación del libro (el 4 de mayo, en la Casa Seat).
El cómic Diez mil elefantes esconde una obra de arte en cada página. Los dibujos del talentoso artista ecuatoguineano Nzé Esono Ebalé fueron realizados íntegramente con ocho colores diferentes de bolígrafos Bic, y se complementan con los collages que el multifacético Pere Ortín realizó utilizando las fotografías que le fueron cedidas por la familia de Manuel Hernández-Sanjuán, el director de la expedición Hermic Films.

“Incluso en la cárcel se dibuja, ahí está la revolución”
Guinea Ecuatorial es un territorio muy particular. Es el único país de África en el que se habla español y tiene al dictador más longevo del planeta. Fue una colonia española, que consiguió su independencia en 1968 gracias a la militancia de los nacionalistas ecuatoguineanos, y a las presiones ejercidas por Naciones Unidas. A partir de ese momento, se sucedieron dos largas dictaduras: la primera duró más de 10 años y la segunda lleva más de 40, y se extiende hasta el día de hoy. En 1979, el actual presidente, Teodoro Obiang Nguema, tomó el poder a través de un golpe de estado, y tras casi 43 años en el poder, ostenta el título de ser el dictador que lleva más años en el cargo, a nivel mundial.
“Los bolis son la rebeldía de toda la vida. Yo quiero dibujar, me han metido en la cárcel por dibujar, me han pegado por dibujar”, contaba Nzé Esono Ebalé entre lágrimas, durante la presentación del cómic que exhibe sus obras de arte. Él nació dos años antes de la llegada de Obiang al poder, en la localidad de Mikomeseng. Artista, pero ante todo activista, por sus dibujos fue encerrado en Black Beach, una de las peores cárceles del mundo: “En Guinea me habían amenazado a mi y a mi hijo antes de irnos a El Salvador. Entonces, cuando llegué ahí, con toda la rabia, creé un blog de caricatura escatológica. Lo que me lleva a la cárcel es dibujar los cojones de Obiang”, relataba Ramón -que es el nombre católico de Nzè Esono Ebalé- en la presentación del libro.

Nzé Esono Ebalé está convencido, de que fueron esos meses en la cárcel los que le dieron la gran potencia que revisten los dibujos que creó para Diez mil elefantes: “Este libro lo dibujé con esta fuerza porque el dibujo era lo único que podía dar en agradecimiento a todos los que me ayudasteis a salir de la cárcel”. Asimismo, mantiene la esperanza de que las cosas cambien en su país, a través de una revolución cultural: “Incluso cuando estás en la cárcel se dibuja, ahí está la revolución. En esta revolución, yo como dibujante, voy a dibujar”, decía resaltando la importancia que tiene, para él, el rol del arte para el cambio político y social.
“Esta es posiblemente la única historia que tenga que contar en mi vida”
“Se publican 68.000 libros en español por año, y la mayoría están repetidos, y yo al menos tengo uno que no está repetido”, destacaba Pere Ortín en la presentación del libro que, para él, implicó un proceso que duró más de dos décadas de investigación. Los dos autores consideran que esta historia es la culminación de algo que lleva gestándose mucho más tiempo que los tres años y medio que tardaron en dar forma al cómic. En este sentido, Pere Ortín contaba que ésta es una de las historias más importantes de su vida: “Ahora que la vemos publicada es la sensación de ¡guau, menudo viaje hemos hecho!, menudo viaje vital, sentimental, intelectual, cultural, histórico. En lo personal, es un viaje que ha sido muy lento. Ahora nos damos cuenta, que los Diez mil elefantes es un viaje en el que íbamos lento porque íbamos muy lejos”.

Se trata de una historia que, a Ortín, le llevó más de 25 años de trabajo: “Yo descubrí esta historia a finales del siglo pasado, en uno de mis viajes periodísticos por Guinea Ecuatorial, cuando unos ancianos me hablaron de unos cineastas y unos fotógrafos españoles”. Ese fue el inicio de la investigación que le permitió verificar que se trataba de una historia real, y dar con los materiales filmográficos, en la antigua sede de la filmoteca de Madrid.
El acceso a las fotografías- que están presentes en el libro en forma de collages, una técnica que maneja con gran maestría-, lo consiguió a partir del contacto con el único miembro vivo de la expedición, Manuel Hernández-Sanjuan, el director de la aventura de Hermic Films, con quien llegó a trabar una cierta amistad. Pere Ortín cuenta que, “después de mis entrevistas, de mi insistencia, de mi investigación y de que siempre le demostré que aquella me parecía una expedición muy interesante, y un trabajo muy valioso, con los años, finalmente me cedió su archivo fotográfico de más de 5.500 fotografías y los derechos para utilizarlas, junto con sus películas”.
Para Nzé Esono Ebalé, el lanzamiento de Diez mil elefantes representa un momento de plenitud personal y profesional: “Desde la cárcel hasta hoy, este es el punto de culminación más grande”, contaba en el auditorio durante la presentación del libro, en donde también expresaba su deseo de regresar a su Guinea natal, a donde aún no puede volver por peligro de ser encarcelado, nuevamente, por el régimen de Obiang.

“Se puede pensar de manera crítica apelando a la imaginación y a la belleza”
El libro también es la expresión de un periodista cansado de los modos de hacer de su disciplina y que busca nuevas formas de contar: “Hoy en día se sigue contando África, casi exclusivamente, de la misma manera que hace 40, 50, 60 o 70 años, con los mismos clichés, con los mismos tópicos, razonamientos, las mismas supuestas verdades y racionalidades, sin enfrentarse a otras cosmogonías, a otras formas de entender el mundo, a otras sensibilidades, a otros deseos, a otras miradas, que tienen otras sociedades”, relataba Pere Ortín para ilustrar una forma de ver y representar a África que solo vive en la imaginación de los blancos, configurando aquello que él suele denominar “verdades inventadas e inventoras”.

Diez mil elefantes enfrentó a sus autores al desafío de idear una manera de recuperar una memoria no memorizada, escapando de los lugares comunes de la cosmovisión occidental: “Hay demasiada gente viviendo de los fantasmas de África, y tengo un amigo, Pep Bernadas -editor y cofundador de Altair-, que los llama “africófagos”, la gente que come de África. Es una historia que a mí siempre me ha interesado mucho desde el punto de vista del pensamiento crítico”, señalaba Pere Ortín respecto a la mirada crítica, que sin dudas supo imprimir en su libro.Por eso, para el periodista, la propia forma en la que fue construido el cómic constituye una declaración en sí misma: “Ramón y yo queremos demostrar, que entre africanos y europeos se puede construir de otra manera, se puede trabajar juntos, se puede reflexionar, y pensar críticamente juntos, con dureza, con acidez, con responsabilidad, y también con valentía. También queremos demostrar, y ojalá lo hayamos conseguido, que se puede pensar de manera crítica, apelando a la imaginación, a la belleza, y a una inteligencia emocional crítica”. De este modo, detrás de la obra, subyace la búsqueda de una manera de acercar mundos, a través del corrimiento de los lugares comunes del pensamiento europeo.
En sus páginas, se advierte la potencia y la sensibilidad de una narración conseguida a través de una perspectiva diferente: “El diálogo se establece de igual a igual, pero realmente de igual a igual. Porque los occidentales están en los medios de comunicación, en la antropología, en la política, siempre tienen la razón. Entonces asumir que puedes estar equivocado, para mi ha sido un proceso de liberación intelectual, mental, narrativa. El punto de fuga define al objeto dibujado: cambias el punto de fuga, cambia el objeto. No es que ha cambiado el objeto, sino tu perspectiva”, explicaba Pere Ortín sobre su manera de pensar la construcción de este particular relato decolonial.


