Por una vez en la vida empezaré la entrega de este jueves con una nota personal, mezcla de agradecimiento y orgullo, que a veces es bueno hacerlo aflorar. La semana pasada tuve la suerte de asistir a la taula ciudadana de Patrimonio en calidad de experto, nombramiento debido en buena parte a estas Barcelonas. Por ello quiero agradecer a los lectores su fidelidad semanal a estos artículos, pensados con la idea de resucitar en nuestro siglo la idea de Tots els barris de Barcelona de Huertas y Fabre.

Cada pieza es un reto y un divertimento. Hoy nos moveremos mucho a partir de pocas, más bien escasas pistas. No puedo ocultar mi fascinación por el número 13 del carrer Xifré en su esquina con el passatge de Bassols. Es un edificio bello, más aún por su reciente restauración a cargo del estudio arquitectónico Inaflat, quienes tuvieron la gentileza de pasarme el alzado de la finca para iniciar mis habituales pesquisas.

La casa Ramon Caymel del 13 de carrer Xifré | Jordi Corominas

La referencia más inquietante era su cronología, pues data de 1928 y constituye uno de tantos ejemplos de estética resacosa, como si su propietario quisiera algo especial sin querer ceñirse del todo al gusto de la época, en los estertores del Noucentisme o si prefieren en un largo limbo hacia un cierto Racionalismo, lanzado en la República y concretado con un estilo muy particular durante la inmediata posguerra.

Ramón Caymel quería un inmueble con aires modernistas y decoraciones novecentistas, y así se lo brindó el responsable, Josep Castelló Rabés, no tanto un anónimo de su oficio, sino más bien un nombre relegado con una historia privada arquetípica de su centuria en Barcelona.

Se licenció como arquitecto en 1912 con un proyecto sobre un cementerio general en la capital catalana. Más tarde lo localizamos en 1935 durante el congreso de arquitectos en lengua catalana, celebrado en Tarragona, donde presentó dos ponencias, una sobre posibles soluciones de la crisis del sector de la construcción y otra dedicada a la organización de los servicios públicos municipales, no en vano era empleado por los servicios técnicos del Ayuntamiento Condal.

El passatge de Bassols hacia el carrer Independència desde la casa Ramon Caymel | Jordi Corominas

Por su parte, Ramón Caymel aparece con cierta profusión en la Gaceta Municipal, y es fácil imaginarlo, dentro de este cálculo de suposiciones, como contratista de obra, con propiedades repartidas en la zonas del Clot, el Guinardó y el Camp de l’Arpa. En la primera destaca su homónima vivienda en el número 8 del carrer de Rafael Capdevila, antes passatge de la Mel, nombre a recuperar porque el tal Capdevila fue concejal durante la dictadura de Primo de Rivera, fue jefe del somaten del distrito X y recibió la medalla al mérito militar, además de vivir en esos parajes, causa del cambio nominal en 1953.

La casa Ramon Caymel del passatge de la Mel, cuyo trazado culmina con vistas al mosaico de los paraguas Budesca del carrer del Clot, es de 1910 y fue erigida por Ignasi María Colomer, otro secundario nada de lujo con repertorio entre Barcelona, entre ellas el almacén de Antonio Capell en el carrer Benet Mercadé de la Villa de Gracia, y provincias. En esto hay una similitud con Castelló Rabés, quien en la posguerra encontró acomodo laboral en Esplugues de Llobregat, donde la torre Martín Santcliments, con esa balconada de teja tan característica del período, fue su mayor legado.

El mosaico de Paraigües Budesca del carrer del Clot | Jordi Corominas

En el Guinardó, Caymel tuvo el 51 de Verge de Montserrat, reemplazada en 1958 por la verticalidad imperante tras el fin de la Guerra Civil, mientras en el Camp de l’Arpa, además de nuestra protagonista, tuvo en su haber el 26 del carrer Rogent.

El 13 de Xifré estaba pensado para alquiler, y así lo ratifica un anuncio de 1929 de La Vanguardia, donde se habla de un piso con gran habitación, comedor y terrado, con el plus de ser barato, algo asimismo común en las ofertas y posibilidades de Caymel, con varios litigios en 1935 por las reclamaciones de entidades bancarias y de crédito.

De tanto querer economizar las jugadas le salían caras. Su camino común con Castelló Rabés no se limitó a Xifré 13, arquetipo en la actualidad de cómo deberían ser las rehabilitaciones de esta calle tan significativa, y no sólo por ser la primera en quebrar el ancho del Eixample. Su valor radica en la riqueza de su arquitectura, a caballo entre el fin de siécle decimonónico y los inicios del Novecientos. Si fuéramos sensatos protegeríamos el conjunto y ponderaríamos su variedad dentro de lo unitario de desarrollarse durante un mismo ciclo histórico, algo natural y por desgracia pocas veces resaltado.

Por lo demás, no deberíamos descartar cómo Caymel Canela, con un hermano residente en el carrer de la Verneda y fallecido en 1943 a los cuarenta años de edad, quiso esa heterodoxia entre ornamentación y tribunas para diferenciarse del resto de la calle, pero vayamos a las afinidades nada electivas entre los dos hombres, desaparecidos en la posguerra, quizá por motivos comunes.

Las casas del carrer de la Verneda, en el número 7 vivió el hermano de Ramon Caymel | Jordi Corominas

Josep Castello Rabés fue uno de los más de siete mil funcionarios municipales depurados por la Dictadura al simpatizar con la causa republicana. Sólo se revisó su expediente en 1949 al aportarse nuevos documentos susceptibles de modificar su situación. Sin embargo, durante los años cuarenta realizó informes, con toda seguridad ante la precariedad del equipo municipal. A mediados de los años cincuenta damos con sus apellidos por última vez al haber solicitado un aumento de su pensión. Quién sabe si alguien se arrepintió de tanto maltrato para conferir a esa víctima un final digno, y nada hay más bonito que recuperar la memoria de tantos anonimatos maldecidos por la Historia, esa pesadilla de la que Stephen Dedalus y todos nosotros queremos despertar para vivir mejor, sin el ruido acuciante de ser sacudidos por sus vaivenes,  casi siempre reacios al triunfo de la pluralidad.

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