En un café de la Plaza en España, Barcelona conversamos con Alfons Bech, electricista, ecologista, sindicalista de Comisiones Obreras (CCOO) desde 1969, despedido durante el histórico empleo de SEAT de 1971, dirigente de La Aurora – organización marxista, militante socialista y revolucionario desde hace 50 años.
Como miembro de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania de la que fue uno de los fundadores junto a otras organizaciones, visitó este país recientemente para participar de una conferencia organizada por los sindicatos ucranianos, organizaciones feministas, parlamentarios europeos y ONG ecologistas y en defensa de los Derechos Humanos, como parte de un conjunto de iniciativas prácticas de solidaridad con el pueblo ucraniano que sufre las consecuencias de la ocupación rusa.
Bernardo Corrêa (BC) – Buenos días Alfons. ¿Cómo ves la situación política mundial, cómo es posible la invasión de Ucrania y la guerra ahora?
Alfons Bech (AB) – Siempre hay motivos históricos que mueven a los imperialismos a actuar de manera agresiva, pero también hay que analizar el contexto económico y sociopolítico mundial actual. Estamos en una fase en que la globalización capitalista ha mostrado sus límites. Sobre todo durante este período de pandemia, cuando los intercambios mundiales y la falta de materiales, por un lado, y las crisis climáticas, por otro, dejan ver que son necesarios grandes cambios en los modos de producción y en el transporte, todo eso modifica las necesidades del propio sistema capitalista.
De otro lado, como decía, la agresión contra Ucrania, iniciada el 24 de febrero de este año, es una prolongación, diría más, algo así como una fuga hacia adelante de Rusia, que ya estaba librando una batalla en contra de la independencia de las naciones, iniciada a separarse estas inmediatamente después de la desaparición de la URSS.
Han sido varios los diversos episodios: Chechenia, Georgia y la misma Ucrania cuando se produjo a anexión de Crimea en 2014. Estos momentos pueden parecer una guerra preventiva, desde el punto de vista militar, pero sobre todo desde el punto de vista económico. Es decir, Rusia prepara su propio terreno, y esta agresión forma parte del intento de apoderarse de las riquezas de Ucrania.
BC – ¿En esta geopolítica mundial qué rol juega el tema energético?
AB – Rusia está haciendo chantaje a Europa y, en particular, a los países que dependen más de sus suministros energéticos, sobre todo de gas, y también de petróleo e incluso de carbón. Rusia quiere controlar esos flujos y, a partir de ahí, ejercer un dominio; pero en el terreno más estratégico general, Ucrania juega un papel importante por la agricultura y por la riqueza de sus tierras, en cereales y en tierras raras, de las cuales tiene unas reservas importantes.
Por ejemplo, son varios los científicos que han señalado el gas neón, del cual Ucrania parece ser uno de los principales productores mundiales (incluso hay afirma que sería el 80% de las reservas), y que es completamente necesario para fabricar semiconductores.
Así pues, las reservas petrolíferas están jugando un papel clave para el chantaje y la presión de Rusia sobre la UE, el problema es que no es fácil substituirlas.

BC – Tienes una larga experiencia internacionalista. Has estado en Yugoslavia, en Bosnia, en la guerra de Kosovo… y en muchas otras partes del mundo por la lucha de los pueblos ¿Cómo ha surgido la posibilidad de ir a Ucrania en este momento?
AB – La posibilidad surgió a partir de la creación de una red europea de solidaridad con Ucrania en la cual mi organización, L’Aurora, en seguida decidió participar. Se empezó a debatir documentos y a tomar iniciativas. Por ejemplo, algunos sindicatos han enviado materiales en convoyes para entregarlos a sindicatos de allí. Se organizó también la realización de una conferencia con sindicatos, organizaciones feministas, ONG ambientales y de derechos humanos de allí, acogida por la organización Movimiento Social. Hemos participado en ella delegados de bastantes países europeos: diputados de Polonia, de Suiza, de Dinamarca, de Finlandia y algunas ciudades, como Lyon y Ginebra. También de sindicatos, de fundaciones, como La Fundación Frantz Fanon entre otras, y de organizaciones ecologistas. Yo participé en representación de L’Aurora y también como sindicalista.
BC – ¿Cuánto tiempo has estado en Ucrania?
AB – Yo estuve una semana aproximadamente.
BC – ¿En qué parte del país?
AB – Estuve en la parte norte, concretamente en la ciudad de Lviv, donde aparentemente no hay guerra, pero como explicaba en una crónica[i], sí que se la oye. Se la oye y, además, se la puede ver en los monumentos protegidos, así como cuando hay una alarma cierran muchos bares y alguna gente se esconde en sótanos, claro que, también, mucha gente no hace ningún caso [risas].
BC – ¿Cuáles fueron las experiencias más significativas que viviste? ¿Qué contactos pudiste hacer?
AB – Como sindicalista me interesé más por los colegas de otros sindicatos, en particular con un compañero dirigente del sindicato ferroviario del depósito de máquinas y material de Kiev, que me invitó a ir allí a conocerlo y a ver la situación. Han sufrido ataques, han muerto ferroviarios, y como él decía, para Rusia el transporte ferroviario es zona enemiga, zona a combatir, no solo por el transporte de viajeros en momentos en que todo el transporte sufre muchas dificultades, también por el transporte de materiales que sirven para la defensa.
Por lo que hace al conjunto, me pareció que tanto los sindicalistas como el resto de activistas, tienen el corazón dividido, por decirlo de alguna manera. Por un lado, apoyan firmemente la defensa de Ucrania como nación libre, su país, y en ese sentido están con Zelenski. Pero, por otro lado, están en contra de muchas de las medidas sindicales, laborales y económicas neoliberales que, no solamente ya venían de lejos, sino que además, en el trascurso de la guerra, se han implementado más. Y en este aspecto quiero hacer una mención especial sobre la cuestión sindical.

BC – ¿Cuál es la cuestión?
AB – Aprovechando esta guerra, el gobierno Zelenski ha planteado una reforma laboral que suspende los trámites parlamentarios normales para que el proceso se acelere. Hay una propuesta según la cual en empresas de hasta 250 trabajadores, estos pueden ser despedidos en cualquier momento, se les pueden cambiar las condiciones de trabajo, los horarios, y el patrón no tiene que justificar nada, ni tan siquiera presentarse ante los Tribunales.
Si tenemos en cuenta que en Ucrania el 75% de los trabajadores está contratado en empresas de ese tamaño, resulta que la propuesta de ley implica casi un cambio general de todas las condiciones de la clase trabajadora.
Esto fue objeto de discusión de esta primera Conferencia, pero hace poco, en la última reunión de la red de solidaridad europea, se ha vuelto a insistir en la necesidad de organizar apoyo internacional del conjunto de sindicatos y organizaciones para evitar que esta ley pase, que en cualquier momento pueda ser aprobada.
Ellos explican que en el parlamento no hay organizaciones de izquierdas. Por lo tanto, necesitan que llegue a oídos del gobierno Zelenski y del propio parlamento la existencia de una oposición. Además, consideran que se puede aprovechar que el gobierno quiere entrar en la Unión Europea (UE), donde la legislación laboral es más avanzada; apuntan también que hay que denunciar que la ley es completamente contraria a todos los acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de las Naciones Unidas (UN) con respecto a derechos laborales.
Por lo tanto, yo me hago eco de eso, he escrito un artículo pidiendo a los sindicatos que, más allá de la opinión que puedan tener sobre los orígenes de la guerra o los intereses que hay detrás, den un apoyo a los trabajadores ucranianos y sus sindicatos.
BC – Hemos leído un artículo del francés Olivier Besancenot (que estuvo contigo en la comitiva) donde menciona una polémica entre las izquierdas sobre la posición más correcta a plantear frente a la guerra. Hay quien afirma que Ucrania está gobernada por nazis y que la agresión de Putin es para ‘desnazificar’ el país. En Latinoamérica, por ejemplo, hay organizaciones e intelectuales que dicen que posicionarse en solidaridad o por la victoria de Ucrania sería un error estratégico… ¿Tú cómo ves? ¿Qué posición te parece la más correcta?
AB – Creo que estamos en un momento clave de la historia, en esta crisis del sistema de globalización mundial se juega el futuro. Ya era un poco así con la pandemia del Covid-19 y ante las perspectivas de los cambios enormes que habrá con el cambio climático, pero la guerra de Ucrania ha dado un acelerón a toda esta situación.
Creo que la izquierda no acaba de estar atenta ni preparada para la situación, por lo que se nos exige un esfuerzo todavía mayor para prepararnos, de modo que la izquierda no sea un apéndice de uno u otro bando imperialista. Y aquí es donde hay una gran confusión. Pues, en el fondo, uno de los aspectos más fundamentales que plantea esta guerra es la libre autodeterminación de las naciones.
Vemos como buena parte de las izquierdas no acaba de comprender que lo que se está jugando en Ucrania es ese derecho. Y muchas de ellas prefieren apuntarse a un llamado multilateralismo imperialista, como si ese acuerdo entre imperialistas fuese la mejor solución, y argumentan que se trata de evitar la continuación de la guerra y el sufrimiento de la población, además y sobre todo de evitar una guerra nuclear.
Esto es un error. Porque, si no se derrota al imperialismo agresor, el tipo de paz que puede salir será una paz imperialista, que partirá Ucrania y someterá a la nación a ese pacto entre imperios. ¡No, nosotros no queremos eso! Nosotros que queremos que gane el pueblo de Ucrania. Y ganar quiere decir que se retiren las tropas rusas de allí.

BC – Perdona que insista en este tema, pero se dice mucho que la guerra es producto de una acción ofensiva de la OTAN y que hay muchos grupos nazis en Ucrania. ¿Qué peso real has visto de la ultraderecha allí?
AB – La verdad es que en la ciudad no ve nada de eso. Comentándolo con los compañeros de allí, ellos admiten que ha habido una parte de actividad de ultraderecha y que todavía existe, pero consideran que todo eso se ha exagerado completamente por parte de algunos medios y, sobre todo, por parte de la propaganda del Kremlin, que lo ha desfigurado y lo ha llegado a convertir en su justificación de la agresión. O sea, que ellos querían desnazificar Ucrania.
En el parlamento, por ejemplo, no sé si hay un diputado de extrema-derecha entre los 450. Por tanto, otro ejemplo, están muy lejos de la situación en España, donde Vox tiene una representación bastante importante en los parlamentos e, incluso, en gobiernos con el PP. Todo el mundo sabe que Vox o la extrema derecha francesa de Le Pen han tenido relaciones magníficas con Putin, y habrían llegado a recibir subvenciones, según algunas investigaciones. Por lo tanto, eso ha sido un factor sobre todo de propaganda por parte del Kremlin para distorsionar la realidad.
El ataque ruso no ha sido provocado directamente por ninguna amenaza militar, ni por parte de la OTAN ni por parte de Ucrania, evidentemente, se trata de propaganda para conseguir un objetivo imperialista. Rusia no reconoce la existencia de la nación de Ucrania, y lo que pretende es hacer lo mismo que con Bielorrusia. Colocar líderes títere que dependen completamente de la amenaza de invasión de las tropas, porque solo así Lukashenko se está manteniendo en el poder. El problema para Putin es que en Ucrania no lo está consiguiendo, al revés, sus planes están fracasando.
BC – ¿Tienes datos del porcentaje de votos que ha sacado la extrema derecha en Ucrania?
AB – Según tengo entendido sumó un 1,5%. Claro que también hay que distinguir que una cosa son los votos y otra la existencia de facciones armadas, como la que estaba en el batallón Azov, en la acería de Mariúpol, aunque hay que decir que en ese batallón había de todo. Es decir, seguro que había comandos de ultraderecha, pero también anarquistas y gente trabajadora, porque los sindicatos han defendido que sus afiliados participen en el ejército o en la defensa territorial, y están en contacto y les dan ayuda y apoyo. Por lo tanto, ver esa cuestión de la ultraderecha al margen de la agresión por parte de una potencia imperialista y como eso genera una reacción defensiva del conjunto de la nación, es no ver la realidad.
Eso explica por qué en muchos aspectos los trabajadores están de acuerdo con Zelenski frente a Rusia. Pero también están en contra de Zelenski en todo lo que tiene que ver con la parte social y, sobre todo, porque quieren una salida o solución a la guerra que no sean los trabajadores quienes la paguen. Porque el tipo de políticas que se están desarrollando o se estaban desarrollando hasta hoy en Ucrania, pero sobre todo también en Rusia o Bielorrusia, son políticas que solo favorecen a los oligarcas que están en contra de los propios trabajadores, aplicando políticas neoliberales. Esto es lo que los sindicatos de allí quieren: apoyo para poder darle la vuelta a la situación.
BC – ¿Qué tareas se desprenden de tu estancia en Ucrania? ¿Qué es lo más importante que tenemos que hacer las izquierdas latinoamericana, europea y mundial frente a la guerra?
AB – Lo más relevante gira en torno a dos cuestiones. Primero, entender qué es lo que está pasando en Ucrania, o sea que se trata de una guerra imperialista, y que hay que defender la libre autodeterminación del país. Después, cuando las tropas rusas hayan salido, también tienen que debatir las reivindicaciones pendientes, si hubiera, en el Dombás, en Crimea, etcétera. Pero como un asunto de los ucranianos, no como una condición impuesta externamente; y muchísimo menos bajo la ocupación de tropas rusas, como sucedió en otras regiones con los llamados referéndums en los cuales la población bajo la ocupación votó lo que quería el imperialismo ruso.
En segundo lugar, por la parte práctica, creo en el deber de apoyar la lucha de la nación ucraniana en todos los sentidos, deber de los trabajadores y de todos los demócratas. Hay un debate enorme sobre la cuestión de las armas, y nosotros somos partidarios de que se les envíe todas las armas posibles, para que los ucranianos se puedan defender y puedan rechazar la ocupación rusa.
Haciendo un poco de paralelismo con la España de los años 30, hay que recordar que Franco recibió ayuda de los ejércitos fascista italiano y nazi de Alemania, y bombardearon Guernica, Barcelona, Madrid y otras ciudades. Mientras, las democracias occidentales – en ese momento Francia e Inglaterra – bloqueaban las armas para que la República española se pudiera defender.
Ese fue uno de los motivos de la victoria del fascismo en España y eso, evidentemente, envalentonó a los otros fascismos, es decir, en Italia y en Alemania. Eso hay que tenerlo en cuenta cuando miramos ahora a Ucrania. Además, está el apoyo a los sindicatos, al sindicalismo de clase, tanto en Ucrania como en Rusia y Bielorrusia, porque se trata de convertir la guerra imperialista en una guerra de clases que permita salir de esa guerra más reforzados como clase trabajadora.
Estamos en una situación de cambios excepcionales. Si la clase obrera no se refuerza y no refuerza sus organizaciones, la paz será una paz imperialista como la que tuvo Bosnia, de partición, de desmembramiento, de falta de capacidad económica que permita que el país vaya hacia delante.
Hace falta que la paz una más a los trabajadores de toda Europa, desde el Atlántico a los Urales, incluyendo también a los trabajadores rusos que están sufriendo el boicot y sanciones, y a los que debemos apoyar en las luchas por sus propios derechos.
BC – ¿Los trabajadores rusos apoyan la guerra de Putin?
AB – Una parte de la población sigue, por así decir, engañada, pero cada vez hay más trabajadores que se dan cuenta de que Putin les va llevando por un camino sin salida que les aísla del resto de trabajadores de Europa, que todo eso afecta a la propia economía rusa, les deja sin recursos, y que además el gobierno tampoco se quiere hacer cargo de las consecuencias de la guerra.
Por lo tanto, hay que forjar una plataforma común de los trabajadores, desde Rusia hasta Portugal. Porque, en el fondo, esa escalada armamentista que empezó con la invasión rusa ahora se está trasladando al conjunto de los países. El reforzamiento de la OTAN, la entrada de Suecia, de Finlandia y el aumento de los presupuestos militares, todo eso lo tenemos que revertir en aumento de los presupuestos sociales, en aumento de los presupuestos para hacer los cambios hacia un tipo de economía sostenible, hacia una justicia ambiental; y por eso necesitamos aprovechar esta guerra para crear esos lazos de solidaridad.
BC – Si pudieras hacer una previsión, ¿crees que la guerra se alargará?
AB – Putin había previsto una guerra de pocas semanas. Quería poner un gobierno títere, someter a Ucrania a sus leyes, sus dictados. Todo eso ya se ha visto que no es posible, y vamos por el tercer mes de conflicto.
A esa guerra no se le ve salida a corto plazo en la medida en que no le está dando buenos resultados a Rusia, motivo por el cual está tratando de dividir el país, separando la parte este y sur, es decir, la salida al mar, para tener los puertos bajo su control. Esto es muy difícil, como se ha visto en Mariúpol, y lo único que está consiguiendo es destrozar la ciudad.
Pero eso no va a poder hacerlo en Odesa, ni tiene tantas fuerzas como para consolidar su poder en todo el Dombás, donde sigue habiendo batallas. Así, no se prevé un fin inmediato en una mesa de negociación.
En mi opinión, hay dos salidas. Una, que Rusia sea derrotada por las armas, y también porque internamente la población cambie de la opinión y se oponga a seguir la guerra, cosa que puede dividir a la oligarquía que está apoyando al gobierno ruso, y con eso hacer que el Kremlin tenga que llegar a algunos acuerdos sobre la base de la salida de las tropas.
Otra, que Rusia se afiance y siga. En este caso, que intente a llegar a un acuerdo con EEUU y la OTAN sobre la base de una partición de Ucrania. Claro que esta alternativa no cuenta con la población ucraniana, que es la que está determinando todo. Recordemos que Biden, al principio de la guerra, ya ofreció a Zelenski una retirada, es decir, una capitulación y que fue la reacción del pueblo la que obligó al propio gobierno Zelenski y al conjunto de otros gobiernos europeos a tener que hacer frente a esta invasión.
Por lo tanto, el pueblo de Ucrania, como lo he visto en todos los militantes (sindicalistas, feministas, etcétera), está por la victoria de Ucrania. Cuanto antes aceleremos ese apoyo mejor saldrá Europa de esta guerra, evitando que sean los imperialismos los que negocien un tipo de solución por arriba.
Revisión por Pep Valenzuela



1 comentari
Para que el pueblo de Ucrania gane, hay que dejar de que le envíen a la muerte en una guerra que no puede ganar y solo le sirve a los oligarcas de Estados Unidos de nordamérica en sus proyectos imperialistas asesinos.
Disolución de la OTAN, salir de la influencia de EEUU, fuera todas las bases otan de Europa, facilitar una Eurásia colaborativa y en paz.