La agrupación electoral “Ensemble”, liderada por el reciente presidente electo Emmanuel Macron en su segundo mandato, ha ganado, pero ha quedado muy lejos de las previsiones iniciales y, por supuesto, de la gran mayoría de los últimos cinco años. “Ensemble” es “el extremo centro”, como a mí me gusta definir la coalición de Macron, que es una especie de combinación de partido de “cuadros” o “notables” con poca conexión con la población y, al mismo tiempo, una especie de catch-all-party, es decir, un partido de centro con fronteras ideológicas muy débiles que ha sido capaz de nutrirse de sectores de la derecha y la izquierda moderada, con una fuerte cultura institucional pero poca conexión con los sectores más débiles de la población. Ganadora de las elecciones legislativas, lejos pero de la mayoría absoluta a la que aspiraba.

En segundo lugar, el partido que ha ganado -casi por sorpresa- ha sido el RN de Marine Le Pen. Aunque en los medios de comunicación se comenta el segundo puesto de NUPES (la Nueva Unidad Popular Ecológica y Social), de Jean-Luc Melenchon, los acuerdos de constitución de la coalición estipulan que cada familia política tendrá su grupo parlamentario, de de modo que los 144 diputados de la NUPES se dividirán en 75 para el grupo de Melechon, 30 para los socialistas, 15 para los ecologistas y 10 para los comunistas. Este acuerdo, que podría revisarse -como ha pedido Melenchon al día siguiente de saberse los resultados-, comporta que el partido de Marine Le Pen se convierta en el principal partido de la oposición con 89 diputados. Durante la campaña, los medios no daban ningún buen resultado al partido de Le Pen, siguiendo el relato hegemónico impuesto en los medios por Melenchon, que decía que él era la alternativa. La realidad, tozuda, ha mostrado cómo el RN es un partido con gran implantación en determinadas zonas de Francia, con un electorado fiel, de clase obrera y rural, antiinmigración. Le Pen demostró que su partido emergió para quedarse en la cámara legislativa y asumir un papel central de oposición.

La coalición NUPES ha hecho un buen resultado, inferior al de las previsiones, y ha permitido que el partido “La France Insubmise”, de Melenchon, obtenga 75 escaños. De todas formas hay que ver dos cosas: si la coalición, como decía, se fracciona y, en segundo lugar, en caso de producirse, ver si existe una unidad de acción entre los tres o cuatro grupos que pueden salir. Existe la posibilidad de que Macron, con 249 escaños, a 45 de la mayoría absoluta, intente con los socialistas y con los ecologistas construir una mayoría de centro-izquierda en la Asamblea Nacional, dejando en Melenchon el papel propio de “la extrema izquierda” que representa. Socialistas y ecologistas son partidarios de la Unión Europea y de la OTAN, y en estos aspectos disienten de Melenchon.

Pero Macron puede optar por un pacto con los Republicanos, que han obtenido un notable resultado, con 61 escaños, y que demuestra la presencia territorial del partido histórico de la derecha francesa. Ésta sería la opción más fácil de Macron, pero que le decantaría hacia la derecha rompiendo los malabarismos que ha llevado a cabo durante estos últimos cinco años. Los Republicanos ya se han expresado de forma contradictoria: unos quieren el pacto y otros ir a hacer de dura oposición.

Independientemente de lo que pueda ocurrir, yo apunto a un pacto con socialistas y ecologistas, que consolidaría un centro-izquierda, y esta Asamblea Nacional sería una representación más real de la Francia actual. “El extremo centro” fue un espejismo de hace cinco años que destruyó el sistema de partidos y que sólo se explicaba por la crisis interna del PSF y de los Republicanos, además del liderazgo de un joven Macron que rompía la lógica institucional política incluso presentándose como un “anti-sistema”, eso sí, de “lujo”.

En mi opinión, la ruptura en Francia no es de las ideologías —los programas de la NUPES y Le Pen tienen muchos puntos en común—, sino, por un lado, la ruptura entre la Francia urbana, de clase media, de los profesionales y cuadros” que prosperan gracias a la globalización ya la Unión Europea, y, por otro lado, la Francia de los suburbios, del mundo rural, progresivamente empobrecida en parte como consecuencia de la globalización, hastiada por la inmigración musulmana que tiende a ocupar la espacio público con sus legítimos valores y cultura y que provoca un choque cultural con la Francia nacionalista, blanca y de toujours.

Rassambler Francia es o debería ser el objetivo primero del actual presidente y de la mayoría parlamentaria que nazca de este parlamento, fiel representación de una Francia desorientada y dividida.

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