Raimon Obiols, nacido en Barcelona el 1940, es licenciado en Geología y Técnico en Documentación. Sus pasiones son, pero, la política, la lectura y la escritura. Fue diputado en el Congreso en 1977, 1979 y 1982, en representación del PSC, partido del cual fue primer secretario entre los años 1990 y 1996 y presidente entre el 1996 y 2003. Fue quince años diputado en el Parlamento de Cataluña (1984-1999) y cinco años eurodiputado (1999-2014). Desde Bruselas, donde vive desde su etapa de eurodiputado, analiza la actualidad política. deja constancia a sus ensayos. El 2013 publicó “El mínimo que se puede decir”. El marzo de este año apareció su último libro, “El temps esquerp” (Arcàdia Editorial)

¿Por qué califica de ”arisco” el tiempo que vivimos? ¿Hasta cuando cree que lo continuará siendo?

Con este título he querido referirme al hecho que vivimos un tiempo que no únicamente es lleno de problemas sino que también es muy complicado y confuso. Es un tiempo a la vegada muy “expresivo” (con una avalancha de información que combina entretenimiento y tragedia, “confeti y metralla”, como decía en Quico Sabaté), pero que a la vegada, paradójicamente, es difícil de entender. A la gravedad de los puntos se añade la dificultad de interpretarlos, porque su complejos, enrevesados. Y todavía es más difícil definir y poner en marcha las soluciones posibles. Esto lleva al enojo, al mal humor. Crecen en todas partes las polarizaciones antagónicas, las actitudes pesimistas y enrabiadas, más apoyadas en las animadversiones que en las afinidades. Las redes sociales han potenciado esta dinámica hasta extremos de una agresividad tóxica. Es un grave motivo de preocupación, porque los medios de información, sobre todo los digitales, van quedando dramáticamente contaminados: más clics, más audiencia, más dinero; monetización de la información y del comentario. En política, esta tendencia es también agobiante y exasperante, porque las políticas que utilizan el espectáculo y la irritación no suelen resolver los problemas sino que a menudo los agravian.

“El temps esquerp”, de Raimon Obiols | cedida

Las reflexiones que hace en el libro sirven tanto por Cataluña como por España, Europa o el conjunto del mundo. Este “tiempo arisco”, ¿afecta todo el mundo y en todas partes?
Que en Cataluña los últimos años han estado ariscos es una evidencia. El Proceso ha generado confrontación y divisiones, que han tenido efectos sobre los afectos y las amistades, y han agrietado la unidad civil. Ahora hay un ambiente más respirable, pero el riesgo de nuevas confrontaciones sobre las identidades, las lenguas y la escuela subsiste. El Proceso se ha acabado y ha llevado a un retroceso. Pero el reto de la relación Cataluña-España y de la unidad civil en Cataluña continúa planteado y durará, porque no es únicamente político y administrativo, sino de sentimientos vivos, de creencias e identidades colectivas. El mío no es un libro sobre el Proceso. Se han publicado 850, según el recuento minucioso que ha hecho Eugeni Giral, y yo no quería hacer el 851.Pero sí que dedico tres de los mío doce apuntes a una interpretación del “pujolisme” como la genealogía del Proceso, a las causas y efectos de este, y al problema de la relación Cataluña-España. Un amigo dice que si “El tiempo arisco” es el bocadillo, estos tres apuntes son el jamón. Quizás tiene razón, pero el libro está más inspirado en las cajas redondas de “La vache que rit“. Los doce apuntes quieren ser un vistazo circular a los varios fenómenos del mundo actual. Esto tiene la ventaja que, siendo el libro como un circulo de quesitos, se puede consumir en porciones, a voluntad. Puede parecer que hago propaganda y en parte es cierto. Me gustaría que fuera leído, porque creo que puede ayudar a una discusión útil, más allá del habitual pim-pam-pum entre posiciones repetitivas, irritadas y cerradas a toda hipótesis de reconsideración reflexiva. En contraposición al carácter arisco del presente, he tenido la motivación de escribir un libro amistoso. Ignasi Aragay, en el Ara, escribió que se tendría que haber titulado “El coraje de la concordia”. Ojalá el libro lo leyera también la gente que ha estado a las barricadas confrontadas por el Proceso. Pero soy consciente del prejuicio que puede suscitar mi perfil político y constato un silencio sepulcral sobre el libro en los medios más beligerantes del mundo “procesista” y del ”unionista”. Los polemistas del “cómo peor mejor” no deben de saber demasiado por donde cogerlo.

Ignasi Aragay, en el Ara, escribió que se tendría que haber titulado “El coraje de la concordia”. Ojalá el libro lo leyera también la gente que ha estado a las barricadas confrontadas por el Proceso

El libro está lleno de citas y repasa las ideas de numerosos autores. ¿Cómo lo ha trabajado?

La lista de referentes no es corta, pero predominan algunos que me han influido especialmente: Musil, Hirschman, Gramsci, Víctor Serge, Max Aub, el añorado Ernest Lluch… Desde hace años tomo apuntes en un dietario y esto me ha ayudado. Es un buen método para retener hechos e ideas; ayuda a pensar. De hecho, he intentado hacer pensar el lector mediante autores que me han hecho pensar a mí. Pensar costa un poco, pero es indispensable. Por el contrario, opinar sin informarse es la cosa más fácil del mundo, como apuntó Josep Pla. En este vicio todos caemos en un momento o el otro, y también Plano. Sobre esto hay que ir mucho con cuenta, porque tener opiniones, sobre todo si son tajantes, sin un trabajo previo de información y reflexión, puerta casi indefectiblemente a equivocarse. Una participación inteligente en la vida democrática pide cierto esfuerzo de atención, si no se quiere ser víctima o cómplice de la desinformación, la propaganda y la manipulación de los sentimientos.

¿Continuaremos viviendo “tiempos ariscos” mientras no se resuelva el contencioso sobre la relación entre Cataluña y España?

Un aspecto a tener siempre presente en este asunto es que es un contencioso aprovechado, alimentado y envenenado constantemente por quien extraen rentas políticas y electorales. Unos clamando que “España se rompe” y los otros, exclamando que “Cataluña está en peligro de muerte” y que solo sobrevivirá si acontece un Estado independiente. Son métodos de un óptimo rendimiento en la hora de las elecciones y ahora funcionan a todo trapo. Pero esta doble ecuación nacionalista, “un estado = una nación”, o “una nación = un estado”, o es un anacronismo o es una falacia oportunista. Ni España se romperá, ni un Estado catalán sentará en el Consejo Europeo. Parece mentida que tanta gente se lo trague, comulgando con estas ruedas de molino, pero es así. La línea de solución del contencioso es la propuesta por los que lo han visto con más lucidez. Tiene que venir por vías de ”unión y libertad”, como decía Joan Maragall, el abuelo poeta de en Pasqual. Dionisio Ridruejo decía que una España democrática solo puede ser “una asociación de naciones autónomas agrupadas en un Estado supranacional”. Nicolau de Olwer hablaba de “necesidad de unión e imposibilidad de amalgama”. Jaume Carner invocaba, ante Ortega, una “conllevancia” justa y pragmática, entre iguales. Es la línea de solución que en el libro denomino el “federalismo de los hechos”. Es el método de los acuerdos funcionalistas que se establecieron en la génesis de la unidad europea, un proceso de unión progresiva, en el respecto de la diversidad, paso a paso, construida sobre realidades más que sobre las grandes palabras. Es la vía del federalismo concreto, más actual y necesario que nunca.

Unos clamando que ‘España se rompe’ y los otros, exclamando que ‘Cataluña está en peligro de muerte’

En Europa, la respuesta a la crisis financiera del 2008 y a la pandemia del 2020 ha estado totalmente diferente. A la primera se respondió con la austeridad en el sector público y, en cambio, a la segunda se ha reaccionado con un gran gasto de las administraciones. ¿Se consolidará esta revalorización del papel de los gobiernos en la investigación de las soluciones que necesitan nuestras sociedades?

Ahora que la guerra ha estallado de nuevo a las puertas de Europa, con una brutalidad que había desaparecido de nuestro horizonte desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hay que recordar que la Comunidad europea del carbón y el acero, el embrión del actual UE, tenía por objetivo básico que la guerra entre europeos fuera “no únicamente impensable sino materialmente imposible”, como dijo Robert Schuman en su declaración visionaria de 1950. Si comparamos las respuestas europeas a la crisis del 2008, a la pandemia, al cambio climático y en la guerra de Ucrania, podemos constatar que, como decía Jean Monnet, otro de los padres fundadores de la UE, la unidad europea “avanza en las crisis”. Con contradicciones inevitables que hay que ir superando, es evidente que la UE ha ido respondiendo cada vez más deprisa y mejor a las crisis sucesivas. Se van adoptadora nuevas políticas más mutualizadas, superando límites que hasta hace poco parecían insalvables. El “federalismo de los hechos” avanza en las crisis. Ahora hay el reto de una agresión militar en Ucrania, totalmente contraria al derecho internacional. Ha desencadenado una guerra que por desgracia puede ser de larga duración, y con riesgo de una escalada. Crece la percepción que somos en un conflicto general en el seno de Europa, por primera vez desde el final del nazismo. Esto, sumándose a la inquietud por sus efectos sobre la economía y con el telón de fondo del cambio climático, es obvio que está afectando de manera profunda la realidad y el imaginario de los europeos. Crea la oportunidad de un nuevo impulso de unidad política a Europa, y lo tenemos que saber aprovechar.

Con contradicciones inevitables que hay que ir superando, es evidente que la UE ha ido respondiendo cada vez más deprisa y mejor a las crisis sucesivas

Acaba citando Orwell y su common decency, la decencia de la gente corriente. Dice que es ‘la única fuerza que nos puede salvar, si llega el momento’. ¿Puede llegar este momento?

No doy a esta afirmación un tono pesimista sino de confianza, sin ingenuidad. Si miramos las cosas tal como son vemos que tenemos graves problemas de presente y graves amenazas de futuro. Pero lamentarse no sirve de gran cosa. Tenemos que evitar el círculo vicioso de la indignación, el victimismo y la desconfianza. No podemos instalarnos en la decepción y en el “ya se lo harán”, porque esta coartada individual sería una forma de complicidad pasiva. En las épocas de crisis profundas, y la nuestra lo es, se generan tres tipos de fenómenos contradictorios: las decepciones escépticas e individualistas, los movimientos de protesta indignada y los anhelos reaccionarios de restauración. Me parece que son respuestas que no pueden ofrecer soluciones. Las soluciones solo pueden venir de las buenas políticas.

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1 comentari

  1. Entrevista muy interesante a un pensador bastante arrinconado. Lamento que la traduccion mecánica no haya sido suficientemente corregida ya que nos deja unos gazapos graciosillos y otros, no tanto, que comprometen el sentido de las respuestas.

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