El pasado viernes, 24 de junio, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió eliminar el precedente creado por la sentencia Roe vs Wade del 1973, en una ajustadísima votación de cinco magistrados contra cuatro. Esta sentencia permite a estados como Texas criminalizar con penas de cárcel los abortos después de la sexta semana. La eliminación de la protección del derecho al aborto entendido como garantía constitucional devuelve a los estados la decisión de hasta cuando se puede abortar de forma legal.
Haciendo un poco de recorrido histórico, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos es uno de los más antiguos del mundo ya que fue fundado el 1789 con los ecos de las revoluciones americana y francesa cortando el aire, con el objetivo de garantizar los derechos constitucionales de los ciudadanos de la recién nacida república. Está formado por nueve magistrados con cargo vitalicio, nombrados por el Presidente y escogidos con el consentimiento del Senado. Las ratificaciones en el Senado atraen a multitudes de activistas y lobbies que intentan bloquear o promocionar a magistrados de su afinidad religiosa o ideológica, a través de los senadores que financian. Quizá nosotros lo llamaríamos corrupción, pero en los Estados Unidos está completamente normalizado y legalizado “comprar” congresistas o senadores.
Por otra parte, quizá se ha hecho una lectura equivocada del fenómeno del trumpismo, plateándolo únicamente como un movimiento populista que arengaba a las masas de angry white men, hombres blancos de clase trabajadora que se sentirían los perdedores de la globalización. No, el proyecto de Trump era un proyecto de clase. Su medida con más impacto fue la reducción de impuestos a las grandes fortunas. Mientras todo esto ocurría, los lobbies conservadores y las organizaciones autodenominadas provida luchaban para controlar el Tribunal Supremo. Los reaccionarios sabían que el Tribunal Supremo ha sido la fuente del reconocimiento de diversos derechos y lo han tomado por asalto.
La muerte en el año 2020 de la magistrada progresista Ruth Bader tuvo como consecuencia el nombramiento por parte de la administración Trump de la conservadora cristiana Amy Coney Barrett, un cambio que acabó por girar el rumbo ideológico del Tribunal Supremo hacia el conservadorismo religioso. Además, las consecuencias de la derogación de Roe vs Wade van incluso más allá de la cuestión del derecho al aborto seguro. La deriva conservadora de la Corte Suprema puede poner en peligro otros importantes precedentes que garantizan derechos civiles, como las uniones matrimoniales entre personas del mismo género o el debate abierto sobre la pena de muerte en menores de edad.
Algunos autores como Stephen Marche han alertado del peligro de un escenario cercano a la Guerra Civil. Marche asegura que la reciente sentencia del Tribunal Supremo acerca el escenario de conflicto armado interno. Hablar de Guerra Civil en la potencia imperial del mundo son palabras mayores y seguramente tiene mucho de exageración. Aún así, es evidente que un país donde no paran de crecer los tiroteos, las compras de armas y las divisiones políticas entre norte y sur, y en definitiva entre reaccionarios y progresistas, el ambiente está tremendamente caldeado. Estados Unidos es un polvorín.
Más allá de las elecciones periódicas que se realizan en toda democracia liberal, debemos reflexionar en como en realidad el poder soberano, que no es otra cosa que el poder sobre los cuerpos, está en manos de nueve magistrados que tiene cargo vitalicio. ¿Decisiones de este calado difícilmente pueden estar en tan pocas manos en una auténtica democracia?
Y esto también atañe a España y a las sentencias del Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. El Poder Judicial tiene en estos momentos la renovación de sus altos cargos bloqueada, y está presidido por Carlos Lesmes desde el año 2013. Las fuerzas conservadoras intentan instrumentalizar los tribunales para protegerse de los casos de corrupción que se les imputa y atacar a enemigos políticos a través del lawfare, la guerra judicial.
El desembarco de los lobbies jurídicos de cariz ultraderechista en España se ha incrementado en los últimos años. No solamente por el uso de acusaciones populares por parte de organizaciones como Hazte Oír o partidos políticos como Vox (que la usaron como trampolín mediático), sino por la preocupante existencia la Asociación de Abogados Cristianos y su Fundación Diké, orientada a formar a futuros jueces y fiscales conservadores. Esta fundación promete a sus alumnos becas, formación para ganar oposiciones y al mismo tiempo enrolarlos en su visión del cristianismo, ya que así “Tendremos jueces y fiscales que compartan los valores que emanan del Humanismo Cristiano”, como dicen explícitamente en su portal web, y así luchar dentro del estado contra “la ideología de género” y “defender la vida”.
Es muy probable que la derogación de Roe vs Wade los anime a lanzar una campaña contra el derecho al aborto con más fuerza y recursos económicos en nuestro país. La financiación de estos grupos y su relación con organizaciones secretas como El Yunque siempre han estado rodeados de un halo de misterio y conspiración. En un pasaje de la Biblia, Jesús defiende a una mujer adúltera capturada por los fariseos para ser apedreada. “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, dice la tradición cristiana que les dijo Jesús, y los fariseos se escabulleron. Paradójicamente, los grupos ultracatólicos están muy lejos de las lecciones de tolerancia que les ofrece su libro sagrado.
En definitiva, el derecho y los tribunales son un campo de batalla, en la que se da una encarnizada lucha de posiciones. Sin duda, limitar el poder de los jueces para introducir cosmovisiones más cercanas al Antiguo Régimen que a la herencia de la Ilustración y la Revolución Francesa ha de ser un objetivo compartido para todos los movimientos sociales que luchan por la mejora de las condiciones materiales. Las leyes deben estar sujetas a la voluntad de la mayoría social y no poner en peligro la vida de las mujeres que ejerzan su legítimo derecho a disponer de su propia vida.


